Con esto de que llegan los oscars en cosa demes y medio, he pensado que tal vez sea buena idea empezar a repasar un poco a algunas candidatas, que ultimamente tenemos el cine bastante echado de lado. Silver Linings playbook es una película que se estrena este viernes que viene y que, efectivamente, es una de las mejores elecciones que podéis tomar a la hora de salvar vuestra relación de pareja. Y luego os quejaréis de que no nos preocupamos de nuestra audiencia…
La película protagonizada por Bradley Cooper cuenta como Pat, un profesor de instituto, pierde los papeles al descubrir a su mujer con otro, al que pega una paliza de tomo y lomo y por lo que acaba encerrado en un psiquiatrico durante una buena temporada. Para cuando empieza la película, Pat (nuestro cornudo profesor) consigue salir del psiquiátrico e instalarse con sus padres, intentando reconstruir su vida con lamentables resultados; sufre ataques de ira, sigue obsesionado con recuperar a su mujer (la cual le ha puesto una orden de alejamiento) y el mero hecho de oir la canción con la que se conocieron su mujer y él le produce ataques de ira descontrolada (¿he mencionado que su mujer tuvo el poco delicado detalle de poner esa canción para ponerle los cuernos?).
Todo parece ir de mal en peor para Pat cuando un amigo le presenta a Tiffany (Jennifer Lawrence, la de los Juegos del Hambre), una viuda que a consecuencia de la muerte de su marido se volvió adicta al sexo y se tiró a toda su oficina. Los dos empiezan fatal, pero como siempre en este tipo de historias acabarán por llevarse mejor, aunque sea a la fuerza; Tiffany sabe como poner en contacto a Pat con su exmujer y Pat es el único dispuesto a cumplir el sueño de Tiffany de presentarse a un concurso de baile que se celebra todas las navidades y al que ella no pudo asistir junto a su marido.
Sí, es una película romántica entre dos enfermos mentales recién salidos del hospital psiquiátrico. Personajes como el del padre de Pat, interpretado por Robert de Niro o Danny, el excompañero del psiquiátrico de Pat interpretado por Chris Tucker que durante toda la película se va escapando para visitarlo son la salsa de una película que, a pesar de ser una comedia romántica, no nos insulta y construye personajes más o menos interesantes. Y, a pesar de que desde un principio la pareja entre Bradley Cooper y Jennifer Lawrence nos resulte extraña (hay quince años de diferencia que casi parecen más), la interpretación de Lawrence es tan buena que uno hasta acaba creyéndose que es mayor; por algo le dieron ayer un globo de oro.
Pero lo que definitivamente me interesó más de esta película (más allá de Jennifer Lawrence, de la que poco a poco me voy volviendo cada vez más fan) es el director, David Russell. Hasta ahora le habíamos visto en películas «machorras» como Tres Reyes o The Fighter, así que sorprendía verle en una película de este género. Russell escribe un guión basado en una novela de Matthew Quick que te habla de los enfermos mentales y sus problemas para volver a la sociedad, olvidar la fuente de sus dolencias y enfrentarse de nuevo a la vida. Tal vez más de uno pueda pensar que estamos ante una película que le da un toque Disney a las enfermedades mentales, pero si uno (SPOILER, aunque cualquiera se lo huela) analiza friamente la película se acaba dando cuenta de que Pat es un calzonazos que mendiga el afecto y Tiffany es más de lo mismo pero con una total dependencia de tener un hombre a su lado. Para cuando llegue el previsible final, ambos estarán juntos, pero ni de coña estarán curados del todo. Seguirán estando rotos, pero por lo menos se podrán apoyar el uno en el otro. Otra cosa es que el OCD del personaje de DeNiro se solucione de una forma minimamente realista…