Pero es un sí pero no. Quiero decir, lo que va a sacar Valve no es una consola, si no un PC «precocinado». En la steambox, que así se llama el aparato, podremos instalar el sistema operativo que nos apetezca y hasta cambiar los componentes del cacharro a placer. Vamos, que no dejamos de tener algo parecido a un Mac Mini de aquellos que vendían los de Apple, pero que viene con un linux con un catálogo de juegos que (supuestamente) será bastante extenso. Pero lo que se certifica con esto no deja de ser una muerte anunciada…
Dejadme hacer memoria, memoria de unos tiempos de línea de comandos, de C:\ y pantallas de modo texto. Unos tiempos en los que para cargar el TIE Fighter tenías que volverte loco con la memoria XMS, la EMS y la madre que los parió, y hasta hacerle un disco de arranque (una cosa que se hacía antes que, para entendernos, consistía en meter una versión «lite» del sistema operativo para aprovechar los recursos al máximo). Para jugar en PC uno tenía que configurar los puertos de la tarjeta, elegir el tipo de instalación (completa o metiendo el disco de vez en cuando, vaya) y el hacer funcionar nuestro joystick era algo que dependía de como lo habían implementado los programadores del juego al que jugáramos (hoy en día nos hemos rendido y directamente usamos el pad de la Xbox). Con la llegada de Doom 2 y las lan parties, la locura de configurar partidas por el puerto paralelo ya alcanzaba todos los límites de la ciencia, dependiendo nuestras noches de vicio de si los espíritus del juego en red deseaban dejarnos entrar a su mundo maravilloso o no. Pero los que huíamos de la generación Playstation éramos felices con aquello, y el ser jugadores de PC nos convertía directamente en superusuarios de DOS que programaban sus propios bats.
Con la llegada de Windows 95 y el inicio de la transición al directx, las cosas no cambiaron mucho. La mayor parte de los juegos seguían funcionando bajo emulación de DOS (ese DOSGW4 siempre omnipresente), pero la llegada de 3dfx, glide y las tarjetas aceleradoras nos trajo las configuraciones de los juegos con cambios de resolución, texturas, colorines y sombras… Tonterías que aún están de moda hoy en día, y que no dejan de darnos una más que necesaria libertad a la hora de configurar nuestros juegos y adaptarlos a nuestro equipo. Es en esa época, a finales de los 90, cuando llega Valve arrasando con su Half Life y nos deja con los dientes largos de cara al retrasadísimo Half Life 2.
Half Life 2 cumplió sobradamente con las expectativas del público, pero también le hizo comulgar con ruedas de molino: traía una de las primeras activaciones por internet, obligándote a instalar Steam, la nueva plataforma de contenidos online que… Bah, ya sabéis lo que es. Huelga decir que en aquellos años no todo el mundo tenía conexión a internet en su casa, y que por muy bien hecho que estuviera steam, muchos nos dispusimos a boicotear el juego y nos pusimos a jugar al Vampire Bloodlines. Al poco tiempo Valve nadaba en dinero y quebraba Troika, la desarrolladora de Vampire.
A cambio de prescindir de la «posesión» de los juegos, steam ofrece al usuario montones de ventajas; tiene todos sus juegos disponibles para instalar en cualquier ordenador, una buena infraestructura online, para instalarnos sólo debemos preocuparnos del espacio que nos quede en disco duro y, salvo cuando la editora le da por meterlo, no contiene más DRM que esa primera activación y se puede jugar offline tranquilamente. Es cierto que muchos de estos beneficios a la hora de instalar cada juego ya los ofrecía el propio Windows, pero a partir de mediados de la década pasada los jugadores de PC ya no éramos personajes de un libro cyberpunk, éramos gente que en vez de jugar a los precocinados de Nintendo o Sony, jugábamos a lo que nos sirviera steam, los indies que nos pusiera steam y hasta empezábamos a desdeñar las ofertas libres de DRM que nos ofrecían otras plataformas como Gog porque «no se podían bajar de la nube de steam».
Hablando de Gog.com, ha salido el nuevo trailer del próximo juego de CDProjekt. Pintaza.
Y ahora digo yo, ¿en qué nos diferencia lo que tenemos ahora de la steambox que nos presenta ahora el bueno de Gabe Newell? Ése cacharro hará unos diez años se habría metido el trompazo del siglo, por mucho que llevara un mando que controle los biorritmos y sea muy fácil de usar. Hoy en día, lo único que ofrece steambox es un paso más a librarse del Windows en los videojuegos, pero en realidad lo único que hacemos es cambiar el sistema operativo propietario de unos por la tienda online de los otros. Para entendernos, el satán de Windows 8, la tienda online de microsoft, es cambiada por la tienda online en linux de Valve. Tampoco me voy yo a poner en plan stallmanita, pero si que siento cierta nostalgia de aquellos tiempos en los que los juegos eran míos, sus archivos eran editables (¡el Civilization llevaba todos sus textos en txt!) y en el futuro íbamos a tener un sistema operativo llamado Freedows que nos libraría por completo de Microsoft e Intel. Y ya ves ahora, no tenemos ni coches voladores ni viajes del imserso a Marte…