Bienvenidos a los últimos momentos de la vida de una serie. Su nombre es los Nuevos Mutantes.
Durante casi toda la decada de los 80 ha sido el único spin-off de X-men, una serie que en aquel momento era demasiado popular como para no devorar el mercado con un aluvión de títulos derivados. Sus lectores y sobre todo sus guionistas, Chris Claremont y Louise Simonson, van a contemplar impotentes como el mayor desastre para el mundo del cómic que se pueda recordar, Rob Liefeld, pervertirá y retorcerá su obra a su imagen sin el más mínimo remordimiento. Sus actos llenarán las arcas de la editorial, y seguramente muchos señores con corbata se harán ricos a su costa, pero ¿y los Nuevos Mutantes?
Todo empezó en el número 85. McLeod, Sienkiewicz, Leialoha, Brigman, Guice… Habían sido los dibujantes de una serie que hasta entonces habían escrito solo los ya mencionados Chris Claremont y Louise Simonson, que había sido la editora de la serie en sus inicios. Su dibujante actual, Brett Blevins, tenía un estilo «cartoony» anterior al manga, y conseguía dibujar a los personajes como los adolescentes que eran, con una mezcla de rabia y pánico al futuro constante que encajaban muy bien en las historias que trataban como Inferno, La Caida de los Mutantes o la saga asgardiana que finalizaba en ese número. Es cierto que la serie no estaba en su mejor momento, pero cosas como el especial «Un Mutante en Megalopolis», guionizado por Ann Nocenti y dibujado por el propio Blevins hacían mantener la fé en la serie. Sin embargo, toda esperanza estaba ya perdida.
Aquel enero de 1990 se publicó el número 85 de los Nuevos Mutantes, con una portada entintada por McFarlane y dibujada por el causante de todos los males, Rob Liefeld. El interior, afortunadamente, estaba dibujado por Geoff Isherwood y entintado por Blevins, pero un pequeño recuadro en la última página nos avisaba de que ya no merecía comprar el siguiente número, porque Rob Liefeld iba a dibujarlo. Como una plaga de ébola y en sólo 14 números, el supuesto dibujante destruiría a golpe de pistolones y hombreras la serie adolescente insignia de Marvel. El número 86, ya con Liefeld al dibujo, empezaba con el Buitre pegándose con el Chapucero, personajes tipicos de Spiderman que comparten protagonismo con Rusty y Desliza, dos secundarios de Factor X que habían acabado en esta serie que nos ocupa porque Louise Simonson escribía los dos títulos. A todo esto, a los Nuevos Mutantes sólo se los veía en un par de páginas del número, es como si el editor (Bob Harras) estuviera intentando que la serie imitara al Spiderman de McFarlane para ganar ventas como fuera. Hay que tener en cuenta que de todas las series que editaba Harras era la de ventas más débiles, pero tampoco hay que olvidar que otras series como Capitán América tampoco pasaban por su mejor momento y a nadie se le ocurrió ponerle un lanzarredes al pobre señor Rogers (aunque años más tarde lo convertirían en hombre lobo y hasta le pondrían una armadura a lo Iron Man).
Lo importante es que para el final del número de Las Aventuras de Rusty y Desliza, la Fuerza de la Libertad (esto es, La Hermandad de Mutantes Diabólicos trabajando para el gobierno de EEUU) los detiene alegando que son «terroristas mutantes», cosa que no le gusta a nada a los terroristas mutantes de verdad del Frente de Liberación Mutante que se pone a jugar al Bomberman por todo EEUU hasta que Rusty y Desliza sean liberados. El Frente en cuestión, cuyas pintas diseñadas por Liefeld agreden a la vista más que todas las bombas lapa que puedan poner, no tiene pinta en absoluto de ser una creación de Louise Simonson, con lo que queda bien claro que la mujer ha perdido el control de la serie y que Harras esta metiendo mano en favor de las locuras de Liefeld.
Por momentos, y ya en el número siguiente, parece que la historia la escriben dos personas, una que se encarga de la parte de Los Nuevos Mutantes en Asgard y que conoce a los personajes y el mundo en el que se mueven (Balder, Karnilla, los Sin Mente…) y otra mente más enferma que Junji Ito que es la que crea a personajes como Cable o Dyscordia y perpetra escenas de tortas que no van a ningún lado y no tienen el menor sentido. Es entonces cuando Louise Simonson empieza a sentirse molesta y le transmite su malestar a Harras, que debió de tirarlas a la papelera; después de todo, había sido él mismo el que había traido a la serie a Liefeld para que rediseñara a todos los personajes y les diera un nuevo líder. Simonson ya había intentado cambiar ciertas cosas sobre los diseños de Rob, pero ni siquiera cuando conseguía el apoyo de Harras en esas modificaciones era capaz de cambiar una mísera línea sobre lo especificado por Liefeld en un principio; la palabra de Rob acababa siempre yendo a misa.
Fue entonces cuando Louise Simonson fue consciente de la triste realidad; a Rob Liefeld no le interesaba la historia en lo más mínimo, su único objetivo era el de poner a los personajes en todas las páginas y a así poder vender los originales a precio de oro. La editorial, lejos de querer darse cuenta de que preocuparse por las historias es beneficioso para la empresa a largo plazo, veía como llovía dinero del cielo con las locuras de Liefeld y lo apoyaba haciéndole toda la publicidad que podía. Bob Harras estaba con Rob a partir un piñón, no olvidemos que por aquella época los editores también se llevaban ciertas primas por los beneficios de cada número, con lo que el bueno de Bob cada vez que aprobaba un número de Los Nuevos Mutantes no se fijaba en que el brazo de Bala de Cañón le saliera del bazo, si no en el descapotable que se iba a comprar gracias a ese engendro.
Sin embargo, Rob no era ajeno a la situación en la que estaba poniendo a Simonson. Liefeld, que había sido criado en valores cristianos como la solidaridad y el amor al prójimo, decidió hacer campaña en pro de Fabián Nicieza para que lo pusieran de guionista y así se forraran los dos juntos. Y a la mierda la pesada esta, que si es mujer debería estar fregando platos y no preocupandose por los personajes y esas mierdas. Si Bum Bum o Rahne Sinclair estan tristes, lo que necesitan es una minifalda más corta o un pistolón más grande, ¡eso fijo que vende más que un desarrollo emocional y todas esas mariconadas! Por no hablar que lo de trabajar con Nicieza para Rob era un destino manifiesto; cuando Liefeld era chaval, había llamado al teléfono de un asustado Fabián y le había comunicado que en breve iba a ser dibujante, y que le gustaría trabajar con el.
La paciencia de Louise Simonson debe de estar al nivel de la del martir más sacrificado de la iglesia, pero tenía un límite. Finalmente, y tras verse completamente sola y sin apoyos en ninguna parte, decide dejar sus dos series, New Mutants y X-Factor, y largarse a DC Comics a hacer Superman. Con ella se iba su marido, uno de los artistas más grandes que ha tenido la editorial, Walter Simonson. Los Simonson eran conscientes de que lo de Liefeld no tenía arreglo, pero lo que no perdonaban en absoluto era el mobbing al que le estaba sometiendo Harras a Louise; le cambiaba los diálogos sin avisar, modificándolos de tal forma que hacía incomprensible el número entero. ¿Era aquello culpa al 100% de Harras o era por sugerencia de Rob, que quería a Nicieza a su lado? A saber…
Tras la pérdida de Louise Simonson, la serie perdió su razón de ser. Las ventas, infladas por la especulación, no hacian más que crecer y crecer, y Rob ya dió el último paso para hacerla suya por completo: en el número 100 de New Mutants se daba la serie por finalizada para ser sustituida al mes siguiente por X-Force, la serie 100% Liefeld y Nicieza en la que el único miembro original de los Nuevos Mutantes que permanecía era Bala de Cañón. Sin embargo, y una vez ya había terminado su trabajo destructor, Liefeld no tenía suficiente. Su enorme voracidad le llevó a poner, al mes siguiente de estrenarse X-Force, un anuncio de su nueva serie de creación propia para la futura Image, The Executioners: «Un grupo de mutantes rebeldes del futuro que viene para destruir su pasado». Los personajes eran insultantemente parecidos a los de X-Force, cosa que provocó su primer desencuentro con Harras, que lo llamó a las 6:31AM para comunicarle que, o dejaba de hacer el atontado, o Marvel lo iba a demandar con todas las consecuencias. Liefeld se rajó, pero no tardaría ni un año en dejar la recién nacida X-Force. Por supuesto se fue dejándolo todo patas arriba, sin pararse a pensar en el daño que había hecho en Los Nuevos Mutantes…