Después de Medal of Honor Warfighter, cualquiera pensaría que he espabilado. Pero claro, Call of Duty: Black Ops 2 lo hace Treyarch, gente que sabe programar juegos decentes y tiene un largo historial de saber lo que se hace. Asi que vamos a ver que ha pasado con el enésimo juego de la franquicia que empezó siendo un juego de tiros en la segunda guerra mundial y que acabó contando historias totalmente incomprensibles de gente que salva el mundo de formas muy extrañas.
La campaña de Black Ops 2 (que es de lo que voy a hablar aquí, porque al final el multi es más de lo mismo y a mi el modo zombi me parece un extra que no pretende jugar en la misma liga que los Left for Dead) se desarrolla en el año 2025 con flashbacks a los episodios más divertidos de finales de la guerra fría. Así, el juego intercala misiones de guerra sucia en Panamá, Angola y Afganistán con otras ambientadas en un futuro cercano en el que los protagonistas son los drones, los soldados invisibles y demás cosas caras para matar gente. La mecánica de juego sigue siendo la misma de siempre, lánzate a matar gente hasta que hayas recibido un disparo que te haga ver borroso y cúbrete hasta que la pantalla vuelva a verse nítida. Simple y sencillo.
La historia es más o menos continuista con el primer Black Ops; Woods y Mason se encuentran con figuras históricas como el general Noriega, liquidan negros vestidos con chandal que huyen despavoridos de los tanques y artillería de los señores de la guerra aliados de occidente y, bueno, en general no dejan el mundo convertido en un lugar mejor. Mientras tanto, en el 2025, el hijo de Mason intenta acabar con una conspiración creada por un narcotraficante sudamericano (para los yanquis todo lo que hay a partir de México es mano de obra esclava y gente vestida como Don Johnson en Corrupción en Miami) para provocar la Tercera Guerra Mundial a golpe de hackeo. Así, los enemigos que destruiremos a lo largo del juego son básicamente mercenarios que hablan en español latino (o neutro, o lo que sea que llamen esta semana a ese dialecto que en nada se parece al español de Argentina, Chile o Venezuela) y que son más tontos que las piedras (porque vaya desastre de IA).
Y aunque en un principio Black Ops 2 se publicitó con ciertos paralelismos entre Anonymous y los malos de este juego, la cosa se ha diluido (probablemente Activision no quiso que le tiraran los servidores, que sabemos como las gastan) y el único colectivo que podría cabrearse con el es… Toda la humanidad que no sea rica. Me explicaré; en una misión en un complejo turístico de lujo de las Islas Caimán, nuestros personajes se asombran de lo bien que viven los ricos. Harper, uno de nuestros compañeros, se ilusiona con pasar unas vacaciones allí, mientras otro de nuestros compañeros (que es latino) se asquea de que el 1% viva así. Todo esto podría quedar como crítica social, si no fuera porque más tarde y hacia la parte final del juego, ese mismo personaje nos traicionará. Vamos, que lo que supuestamente era una crítica al mundo en el que vivimos, se ha transformado en «el sudaca ese, que tenía el cerebro lavao por el malo del juego». Tócate los cojones.
Algún día, digo yo, en EEUU y aledaños la gente se empezará a dar cuenta de que matar a gente con chandal por la espalda no es algo que hacen los buenos. Mientras tanto Black Ops 2 es un juego que, si bien se deja jugar bastante mejor que MoH: Warfighter, trata de justificar la monotonía de una fórmula explotadísima con QTEs y «decisiones morales» que tienen relevancia en los tres finales posibles del juego. Si le sumas a ello las «strike missions», en las que podemos controlar varios personajes a la vez en un trasunto de RTS mal hecho, tenemos que los diseñadores del juego son conscientes de las carencias del mismo, pero viven obligados por el calendario a hacerlo deficiente. Con todo, la serie Black Ops sigue siendo mejor que la serie Modern Warfare, pero sigue sin llegar al nivel de Battlefield 3. A Call of Duty le hace falta un cambio de aires inmediato, en la Primera Guerra Mundial, en el siglo XXXI o donde sea, pero la jugabilidad de la «guerra moderna» se ha agotado.