Paul es un homenaje como dios manda, y demuestra lo grandes que son Simon Pegg y Nick Frost. Porque si Shaun of The Dead era una de las películas más divertidas de los últimos años, Paul sigue en la línea, pero a su propio ritmo.
La película cuenta como Graeme y Clive, aspirantes a escritor de Ciencia Ficción e ilustrador de alienígenas con tres tetas respectivamente, son dos frikis ingleses que alquilan una autocaravana y deciden darse un viaje por la América de los Expedientes X, visitando el Area 51, el buzón negro y nosecuantos sitios más donde supuestamente han estado los OVNIs y todas esas giliflauteces. Sin embargo Graeme y Clive, tras algún que otro encontronazo con la América profunda, acabarán dándose de morros con un verdadero alienígena, Paul.
Paul es… Una especie de Alf pasado de vueltas. Es Alf, pero bien hecho. Es el Alf que recordamos con nostalgia pero no reconocemos cuando vemos al verdadero Alf. Es el típico marciano de ojos saltones que aterrizó en los 50 en la Tierra y que se ha pasado los últimos 60 años encerrado en una base yanqui contándoles como hacer un microondas y cosas así; también es un vago y un jeta como Alf, pero por lo menos le es útil al resto de la gente para algo y no solo sirve para tragar y tragar. Lo que pasa es que no tuvo tanta suerte como el parásito de Melmac y acabó en manos de unos militares que tarde o temprano acabarán diseccionandolo. Y así es como empieza la película, un día los militares se dan cuenta de que Paul ya no tiene mucho más que contarles y deciden viviseccionarlo para ver como funciona por dentro, con lo que Paul decide escaparse y ver de paso un poco de mundo. Y así es como acaba encontrándose a Graeme y Clive…
A lo largo de su viaje “a casa” Paul y compañía se encontrarán a los creacionistas, a los hombres de negro, a paletos ultraviolentos y la propia estupidez de ellos mismos. Paul se pasará el rato emporrado y bebiendo, pero a la vez se dedicará a abrir unas cuantas mentes que la estrechez de miras había dejado con las neuronas criando telarañas y a escapar de los siniestros agentes gubernamentales, que parecen más interesados en ganar un aumento de sueldo que en hace bien su trabajo (como casi todo el mundo).
Todo esta plagado de referencias a la ciencia ficción en general y al cine de los 80 en particular; ET, Encuentros en la Tercera Fase, Mi amigo Mac… A destacar el Cameo del final, que bien pensado es la cosa más normal del mundo. Todo con el estilo habitual de Clegg y Frost que ya vimos en Zombis Party y Arma Fatal. Y aunque no se ha llegado al nivelazo de la primera, Paul nos da por lo menos un buen rato asegurado y sin que nos tomen el pelo, cosa que se agradece bastante hoy en día.