Bienvenidos de nuevo compañeros. Como prometimos ayer hoy tenemos la segunda entrega de nuestro análisis survivalero. En esta ocasión nos disponemos a analizar a la fauna survivalera extrema, a los supervivientes de fin de semana. – Supervivientes de la naturaleza, los que cada vez que pueden hacen escapaditas al pueblo o a algún descampado para probar su equipo y que cuando llegue la catástrofe mundial se irán al monte a sobrevivir allí.
Estos son más extremos que sus camaradas de ciudad. No se conforman con un simple kit de emergencia, ellos llevan mochilas de emergencia que les permitirían sobrevivir durante varios días en caso de que llegase la gran catástrofe y tuviesen que salir por patas de la urbe. El contenido de esas mochilas sería demasiado extenso como para detallarlo aquí, baste decir que incluyen cuchillos de gran tamaño, útiles de pesca, para hacer fuego, mapas, ponchos, algunos incluso llevan ballestas.
Estos supervivientes viven con la idea de que la civilización tal y como la conocemos esta degenerada y que deberíamos volver a una vida menos hipócrita, menos impersonal, más sana y natural. No se limitan a prepararse para el apocalipsis, desean que llegue. Por eso siempre tratan de estar en contacto con la naturaleza. Acampadas, excursiones a las montañas, visitar la casa del pueblo… lo de irse a una jungla de verdad es solo para perroflautas de ONGs y misioneros.
Les gusta sentirse supervivientes auténticos, subir al monte con su uniforme militar de camuflaje táctico, su sombrero chambergo con ramitas, su cuchillaco de combate colgado al cinto y arrastrándose por el suelo como si le persiguiera algún enemigo. Todo lo que un pobre agente del Seprona espera encontrarse en su trabajo cada mañana.
Pero su pasión por estar preparados no se limita a llevar el equipo en la mochila, a lo mejor algún día sucede algo que les obliga a salir corriendo sin ella y en esa situación no quieren quedarse desamparados, por eso les gusta enterrar equipo en sus zonas favoritas del monte. Latas de comida y bebida bajo un árbol, pequeños recipientes con algo de equipo básico, bidones enteros de cientos de litros de capacidad llenos de material hasta arriba con todas las armas y quipo necesarios para establecerse en el monte. Pagaría por ver qué sucedería si un día la guardia civil les ve enterrando un bidón lleno de cuchillos en el monte.
Y claro, estos supervivientes no pueden ir al campo con cualquier cosa. Ellos van al pueblo a comer y a la hora de cortar el chorizo sacaran su navaja Forgedblade 9000 de acero al titanio con incrustaciones de vibranium adamantiunizado, filo perlado y aserrado con piedras de las montañas sagradas de los lamas y cachas de madera nacarada de bonsáis milenarios pulidas con baba de caracol magnetizada, y por la que habrán pagado varios cientos de euros. El cuchillo de cocina de su madre cortara el chorizo igual y solo habrá costado cinco euros, pero les da igual, ellos son profesionales, y además pueden machetear, en la sierra… para despejar el camino…Con su navaja de 300 euros…
Aunque lo que más les caracteriza a estos supervivientes extremos es su convencimiento de que algo gordo pasara algún día y que la mayoría de la población no estará preparada. Puede ser la tormenta solar perfecta, que nos meterá una descarga electromagnética del copón que destruirá toda nuestra tecnología. Una pandemia mundial que aniquilara a casi toda la población. La tercera guerra mundial contra los Rusos (Si, en serio, lo piensan). El apocalipsis profetizado para el 2012 en el calendario Maya. Sea como sea, cuando eso suceda habrá que correr al monte, olvidarnos de todo lo que conocemos y vivir como en la edad media, y a la larga eso será bueno para lo que quede de humanidad.
Pero para ello no basta con estar en el campo, hay que fortificarse para cuando las hordas hambrientas de urbanitas arrasen el campo como plagas de langosta y tengamos que defender nuestro hogar y nuestras despensas para el colapso. Es habitual verles en los foros llorando porque sus mujeres no les dejan gastarse 50.000 euros en construir un bunker en el sótano de su casa de campo, o rabiosos porque la legislación española no les deja acumular armas de fuego para cuando llegue el apocalipsis. Algo que todos agradecemos.
En resumen, estos personajes son la leche, y si algún día, ya sea en la ciudad o en el campo nos encontramos con alguno de ellos y nos ofrecen amablemente su ayuda fierro en mano… ¡Corred insensatos!