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El mejor cómic de 2010: Thor The Mighty Avenger

Thor mola más cuanto más merluzo es.

Sí, a mi me pasa lo mismo con el teléfono de mi casa.


Y es que Thor, el personaje de los tebeos, es un dios que cuanto más se parece al primo del pueblo bonachón y algo tontaco, mejor nos cae. Es un tío noble, leal, algo testarudo pero con un corazón que no le cabe en el pecho. A diferencia de Hércules, que es un borrachuzo y un salido (y precisamente por eso nos cae bien) Thor es un pelín ingenuo y, aunque beber bebe lo suyo, nunca llega a vérsele borracho.

No todas las peleas de bar requieren estar borracho…

Ese Thor, tan majete y salao que sacó en los 80 Walter Simonson, ese Thor al que transformaron en rana, que aceptó como hermano a un tío feo caracaballo y que se enfrentó al fin del mundo y a la misma muerte con los cojones bien puestos, no lo he vuelto a ver en mucho tiempo. Tanto en la etapa Jurgens, Straczynski o Defalco (por poner algunas, todas nefastas en mayor o menor medida) Thor no volvió a ser el que era. Lo pusieron de rey de Asgard, lo trataron de retratar de superdios que te cagas, lo transformaron en un vikingo berserker y hasta lo transformaron en un hippie colgado ecologista, pero no era Thor.

 

Esto era Thor en los 90. La peor década de la historia del cómic, y es por cosas como esta.


Es un personaje que puede ser perfectamente el héroe que se enfrente a lo que sea, y puede ser todo lo serio que te pongas, pero no deja de ser un punto niño, un punto bobalicón si te pones, y arrebatarle eso al personaje lo perjudica demasiado.
Por eso me sorprendí al leer «Thor: The Mighty Avenger» una serie casi infantil, «fuera de continuidad» y que cuenta, otra vez, el origen del personaje modificándolo un poquito bastante.

¿Por qué no se vieron viñetas como esta durante los 90? Yo me contesto solo: ¡Porque los tebeos eran muy malos!

La historia empieza cuando Jane Foster, que trabaja en un museo de Oklahoma, se encuentra con un tiarrón rubio encabronado que trata de romper una urna de la exposición vikinga. Los de seguridad lo echan a patadas, y Jane no sabe nada de él hasta la noche, cuando lo encuentra en mitad de una pelea de bar con un tipo enorme, que según dice, «estaba molestando a una dama». Jane no tarda en descubrir que el tipo rubio es nada más y nada menos que Thor, y que el pobre chaval está exiliado en la tierra sin saber por qué. No consigue volver a Asgard, la tierra de los dioses nórdicos, y no entiende el mundo de los humanos, sus reglas y sus costumbres.


Roger Langridge ha sabido sacarle petroleo a una historia en la que el hilo conductor es Jane, y no el propio Thor, permitiendo que el profano descubra junto a ella quien es Thor y de que extraño mundo proviene. Esto, unido al estupendo dibujo de Chris Samnee, que a primera vista puede parecer muy «cartoony» pero que en realidad tiene más de Eisner o Bernet de lo que pueda parecer, hacen de Thor the Mighty Avenger la mejor sorpresa que me ha dado Marvel en lo que va de año.

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