Entendedme, no es que sea MALA como Precious, es que su melodrama provoca MALDAD, maldad sadomasoquista. Y la provoca desde un primer momento al someternos a media hora de ser conscientes de que la niña protagonista va a morir de forma horrible, tratando sádicamente de que juguemos a adivinar quién la matará, cuando la matará, etcétera. Que no digo que algunos cabrones no quisieran matarla desde el minuto uno (¡sí, tengo corazón, me lo dejé en alguna parte!), pero la película esta hecha para que amemos y apreciemos enormemente a la hija fea de Mark Wahlberg y Rachel Weisz. Y entonces, en una secuencia larguísima de «ven niña, toma carameloooos», se la cargan, anunciándolo durante laaargo rato intercalando planos de la familia preguntándose dónde estará la niña, que llega tarde a cenar, que bronca la voy a echar porque no ha llamado, etcétera: Melodrama de telefilme barato, pero de buen corte. Jackson ha querido ser sádico, ha querido torturar al espectador, y al final se la carga con muy poca violencia explícita, pero con mucha implícita.
Es en ese momento donde muere también la película: se acaba la intensidad, se jode el ritmo. Muere todo con la protagonista, y ni el más allá tan extraño en el que vive consigue intrigarnos ni la venganza contra el asesino alcanza a pegarnos a la historia; es como si la película se acabara y nadie se atreviera a darle al botón de los títulos de crédito. Y aunque Jackson hace lo que mejor sabe hacer, encajando planos como un boxeador busca huecos en la defensa del contrario, no ocurre como en King Kong, donde todavía sabía donde pegar, porque en Lovely Bones da la impresión de que al neozelandés se le pasó el interés por la película en el primer round. El guión, al estar basado en un libro, tiene suficiente materia prima para seguir adelante, pero fracasa a la hora de hacer interesante la trama, de perfilar mejor a los personajes. Los ves, los intuyes, sabes que debe de haber algo más debajo, pero en último término el malo es un «hombre de los caramelos» sin más historia que la de ser un perturbado, la familia tiene el papel de sufridora que le corresponde y la protagonista pues… Yo que sé. Debería ser el personaje más importante, el mejor definido, pero no; aún cuando sufre y pasa penurias, uno no acaba de encajar con esa cría a la que han matado. Se sabe que la venganza no es el camino para la paz interior, y que tanto ella como su familia tienen que aprender eso, pero la película no acaba de darse cuenta de cual es la diferencia entre venganza y justicia.
Y por eso esta película es EL MAL. Porque estamos hablando de una película que se pasa hora y media haciendo sufrir a la gente inútilmente, que pasa de puntillas por las motivaciones de algunos personajes, que desdibuja totalmente a otros (¿qué cojones pinta Susan Sarandon ahí? Se intuye que hay mucha historia detrás de ella, pero es que asoma algo de alcoholismo y poco más) y cuyo guión parece escrito dando por supuesto que te has leido la novela original (la cual, por cierto, explica muchas más cosas sobre el personaje del asesino y el de Rachel Weisz). Y lo más importante, que si un niño o algún indocumentado ve esta película, puede acabar quedándose con la sensación de que la justicia (que se sepa la verdad y que se corrija el mal que se ha hecho) es en realidad vengar a las víctimas. Porque la película da una resolución que -SPOILER-, da por final feliz algo que no puede serlo de ninguna manera: como el malo muere de un accidente, la niña puede irse al cielo y su familia puede seguir adelante. El asesino se muere de forma muy simbólica, sí, pero ni acaba en prisión ni tiene ningún arrepentimiento. Al haber eliminado la parte de la novela en la que se ve que el asesino es consciente del mal que hace e intenta cambiar inútilmente, se le deshumaniza (más todavia, si cabe), y se llega a tener la sensación de que es una especie de demonio que se carga a un angel de dios. No se puede jugar a dos barajas, a configurar una historia alrededor de la aceptación de la pérdida de un ser querido y a la vez enfocarla como una película policiaca en la que se busca condenar al culpable. Por eso esta película es EL MAL, esta llena de buenos y malos con una resolución demasiado gris. O nos ponemos con que el mundo está en blanco y negro, o vamos a los grises. Pero mezclar así churras con merinas, pues como que no.
Y el cielo New Age, pues que te voy a contar, hasta los cojones de interpretaciones infográficas del mas allá con un campo de hierba y un arbolito muy gordo en el centro. Que esto ya lo he visto en la del fin del mundo esa de Nicholas Cage (Señales del Futuro, un bodrio de marca mayor) y antes todavía, en la de Más allá de los Sueños (una en la que Robin Williams intentaba jugar a ser actor dramático paseándose por paisajes raros). Jackson tiene suficiente habilidad como para hacerlo mejor.
Porque señoras y señores, Peter Jackson todavía nos debe una buena película, la buena de verdad, la que nos haga reconocerle como un tío que hace algo más que rodar anuncios de coches de 6 horas con una postproducción cojonuda.
Hazme una de naves con rayos de colorines, anda.