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Análisis “Los Juegos del Hambre”

Con la fiebre de Crepúsculo, elegir un libro cualesquiera de la estantería de novedades de una librería resulta peliagudo, complicado y, ante todo, repetitivo. Las editoriales han descubierto un filón de oro en todo lo que tenga que ver con vampiros y seres sobrenaturales: todo se termina vendiendo. Las adolescentes (y las no tan adolescentes, hace falta un solo viaje en metro para ver al menos a dos cuarentonas con Amanecer en sus manos) han redescubierto la lectura de la mano de libros negros con portadas rojas y blancas y las palabras “Amor” “Prohibido” y “Sangre”.

De ahí mi recelo a todo lo que huela a Bestseller, a todo lo que huela a Bestseller protagonizado por chicas adolescentes y a todo lo que huela a Bestseller protagonizado por chicas adolescentes que es “lo más” y que tiene ya una película (o varias) en preparación, además de una montaña de merchandising.

Es por eso que me ha sorprendido tanto “Los Juegos del Hambre”. Cumple todos los requisitos anteriores, pero no sólo resulta mucho mejor de lo que parece literariamente hablando, sino que no está destinado a chicas sollozantes que desean un galán que las estruje entre sus brazos. “Los Juegos del Hambre” no contiene protagonistas femeninas débiles y soñadoras, sino una chica, Katniss, que ha vivido con la miseria desde que tiene memoria, que no se rinde ante ella y que es apta para sobrevivir a cualquier cosa.

Los Juegos del Hambre

Este libro tiene sangre y adolescentes que sufren. ¡Mmmmmola!


En Panem, el estado surgido de las cenizas de EEUU, hay doce distritos. Antes había trece, pero, para variar, éste último distrito fue destruido en el levantamiento rebelde ocurrido hace varias décadas. No fue el único castigo de un gobierno tiránico, El Capitolio. Como si del rey Minos se tratase, exige anualmente a cada distrito dos tributos, dos jóvenes de ambos sexos entre los doce y los dieciocho años, para celebrar una competición a caballo entre Battle Royale y el Gran Hermano más casposo que se pueda grabar. Sí, estos veinticuatro jóvenes son soltados en un espacio controlado, lleno de cámaras y peligros, con el único objetivo de que se maten unos a otros y den espectáculo a la audiencia. Algunos distritos, los más ricos, pasan por el aro y disfrutan de los Juegos como los espectadores de Sálvame: enterito, de un trago y siempre con ganas de más. Los más pobres, como el número 12 (en el que vive Katniss), la vida ya es suficientemente complicada sin que te roben a tus hijos, los obliguen a combatir contra otros y entre sí y encima lo emitan por televisión. Pero nadie se ha quejado en voz alta hasta el momento (y sí, está visto que Katniss o sus amigos terminarán haciéndolo, pero eso en los otros dos libros de la trilogía.)

¿Adivináis quién va a salir como tributo este año? Pues no, no es Katniss, sino su hermana Prim. Pero como Katniss es nuestra aguerrida heroína se lanza a tomar su lugar y a enfrentarse a lo desconocido. Al fin y al cabo, sabe cazar y moverse por el bosque, y su hermana de doce años no sería sino un bocadito perfecto para los otros mastuerzos. Y no, en Los Juegos del Hambre no está permitido comerte a los contrarios.

Básicamente esta es la premisa de la novela: una cazadora heroica de dieciséis años que debe sobrevivir a Battle Royale. Y es una premisa bastante valiente porque, al fin y al cabo, resulta complicado hacer creer a los que no son adolescentes que a los ídem nos interesa algo más que Nunca seré tu héroe. Los Juegos del Hambre es un relato duro de supervivencia, con toques de gore y de desesperación absoluta. Un relato bastante maduro en mi opinión, que sorprende justamente por eso. Bien por Suzanne Collins, que se ha atrevido a desafiar los cánones establecidos y se ha atrevido a darles a los jóvenes una novela dura y rápida, con un ritmo que te obliga a pasar páginas y consigue sorprendente casi todo el tiempo. Pese a que la mitad de los Juegos narra cómo Katniss se esconde, caza y huye de los demás, no se hace pesado. No obstante, sí es cierto que desde que Katniss se despide de su familia para ir a la gran ciudad y es atendida por un ejército de estilistas con nombres en latín hasta que la ponen en el estadio, el ritmo de acontecimientos resulta algo coñazo, ya que sólo te cuenta una entrevista tras otra y cómo siempre acaba sorprendiendo a la audiencia por H o por B.

En cuanto a los personajes, dado que la protagonista es también la narradora, tenemos oportunidad de conocerlo todo desde su perspectiva. Se trata de una novela que exige este punto de vista porque la única manera de saber cuánto duele una quemadura en la pierna, aparte de hacértela tú mismo en la comodidad de tu casa, es leerlo de primera mano. Aplaudo a Suzanne Collins por haberme dado verdadera sensación de sed, calor y dolor. No la aplaudo tanto cuando Katniss se pone un poquito pesada. No llega a niveles de hostiabilidad muy altos (estamos hablando de la antítesis de Bella Swan), y, bueno, vive en un entorno muy hostil. Se lo perdonamos.

Peeta Mellark, suertudo chico donde los haya, sale elegido como tributo masculino del distrito 12. Es anchote, fuertote y panadero. No tiene brillo propio, pero si se muere nos da pena, así que permitámosle un pase. Sirve de disparador de tramas porque, bueno, Katniss es una chica legal y no va a matar a un chaval que no le ha hecho nada. Igual hasta lo salva un par de veces, y todo.

Gale, el hosco cazador que acompañaba a Katniss en los bosques, pasa mucho más desapercibido que Peeta. Más que nada, porque sólo sale al principio. Es un chico sufrido, igual que Katniss (ay, pobre), pero nada más. Más de una sé que habrá suspirado por él, pero chicas, yo no le veo demasiado interesante. Lo peor es que Suzanne Collins se empeña en darle cierto rango de interés romántico de la protagonista, pero no me convence demasiado. No vivimos ni sentimos lo que han pasado estos dos, sólo se nos cuenta. Writing 101: show, don’t tell. Ya veremos cómo lo desarrolla en las siguientes partes.

Prim, la hermana de Katniss, juega a la perfección a su papel. Es la niña adorable a la que todos querríamos tener en casa, que ni te llora ni te caga, pero te ordeña una cabra y te abraza cuando llegas de cazar. Podemos sentir el amor de Katniss por su hermana y, lo más importante, se lo merece.

El padre de Katniss también es un personaje que te deja huella, aunque esté muerto desde el principio. Si Gale estuviese muerto desde el principio, casi que me habría gustado más. Toma nota para la siguiente, Suzanne Collins.

Y luego hay otros, como el mentor borracho y el estilista gay y su cohorte de mariliendres superficiales, pero maldición, leed el libro y dejadme terminar con mi análisis.

¿Se puede leer? Sí. ¿Se debería leer? Sí. ¿Me lo recomiendas? Sólo si no tienes reparo en ver cómo veinticuatro adolescentes se dan de tortas unos a otros, hasta qué punto pueden infectarse las heridas, capas en llamas, flechas de plata, animales mutados, niñas adorables, muertes de niñas adorables, loros hiperdesarrollados, ejércitos de estilistas y la sensación permanente de tener sed, hambre y cansancio.

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