Tras la buenísima racha que lleva hasta la fecha la Línea Absolute de DC Comics, yo ya no tengo la más mínima duda ante cualquier nuevo lanzamiento y los devoro con ansia. Especialmente cuando, como en este caso, estamos ante un cómic dibujado por Javier Rodríguez, un dibujante prodigioso con un estilo personalísimo que nos ofrece aquí un despliegue visual único, y que, junto con el guionista Deniz Camp, nos brinda una visión de un personaje tan clásico como J’onn J’onzz más alienígena que nunca.

El agente John Jones, del FBI, ha sido el único superviviente de un atentado suicida del que aún se desconocen los motivos, y pese a su milagrosa suerte, su médico, sus superiores y su familia quieren que se tome un merecido descanso. Aunque Jones no puede pararse, necesita mantenerse ocupado, y, pese a que le han asignado a otro agente, está decidido a descubrir qué motivó dicho atentado y a mantenerse distraído de lo que le está sucediendo. Porque, desde que despertó tras la explosión, nada ha sido lo mismo: ahora sabe lo que piensan todos los que le rodean, su día a día está plagado de extrañas visiones psicodélicas y, a veces, escucha una voz en su cabeza que trata de hacerle comprender lo que le está pasando…

Como decía más arriba (y en ocasiones anteriores), esta Línea Absolute de DC se encuentra tan inspirada y con tanto talento detrás, que resulta difícil resistirse a cada nuevo lanzamiento. Aunque este título, además, tuvo para mí dos reclamos muy claros. Por una parte, J’onn J’onzz es un personaje que siempre me ha fascinado desde que lo descubrí en Legends y, especialmente, en la Liga de la Justicia Internacional (sí, ya le había visto en Crisis, pero su papel allí era anecdótico). El contraste entre aquel ser de aspecto tan alienígena, que había llegado a la Tierra como adulto, pero que poseía un corazón más humano que la mayoría, me encantaba. Y aunque, a lo largo de los años, no ha sido todo lo bien tratado que debería, sí que han resultado interesantes muchas de las reinterpretaciones que se han realizado sobre su naturaleza y sus intentos de comprender y adaptarse a la vida en la Tierra.
Por otro lado, está, por supuesto, el equipo creativo, donde encontramos a Deniz Camp a los guiones. Un escritor del que no puedo decir que haya leído muchos cómics, pero cuyo trabajo en los nuevos Ultimates está contando con bastantes elementos interesantes, que prueban, además, que no se le da del todo mal reinterpretar a personajes clásicos. Pero, con todos mis respetos por Camp, aquí Javier Rodríguez eclipsa todo lo demás. Un dibujante que no recuerdo exactamente cuándo descubrí, pero que ha sido todo un placer ser testigo de la increíble evolución que ha experimentado, siendo, a día de hoy, uno de los artistas más interesantes y originales que podemos encontrar en el mundo del cómic en la actualidad.
Y juntos nos han ofrecido otra serie repleta de elementos muy familiares para los fans del personaje, pero mostrados desde puntos de vista algo diferentes, consiguiendo, como en el resto de la línea, que nos encontremos con una versión muy respetuosa con J’onn, pero que, al mismo tiempo, se siente nueva. Así, nos encontramos aquí, una vez más, con un investigador terrestre: agente del FBI en lugar de detective de la policía, la misteriosa aparición de un ser de otro mundo y cómo las vidas de ambos están destinadas a encontrarse. Pero, como señalaba antes, no estamos ante un simple refrito de viejos cómics, sino ante algo apasionante, que, incluso sabiendo (más o menos) en qué desembocará, nos deja atrapados.
Porque, como se suele decir, a menudo es más interesante el cómo se cuenta que lo que se cuenta. Y aunque aquí podemos intuir con cierta precisión (aunque yo dudaría un poco de todo, por si acaso) lo que le está sucediendo a Jones, y no hay realmente una sorpresa en la “revelación” final de este primer número (después de todo, el título del cómic es Martian Manhunter), la habilidad de Camp y Rodríguez para guiarnos por esta especie de viaje de autodescubrimiento del protagonista hace que la lectura de este cómic valga muchísimo la pena. Y en este aspecto es donde Javier Rodríguez hace su magia.
En sus manos, esta especie de segunda vida de Jones tras despertarse en el hospital, cuando comienza a darse cuenta de que ya no experimenta el mundo ni a las personas que le rodean de la misma forma, es todo un espectáculo visual, de los que ya nos tiene acostumbrados el artista. Pero, pese a ello, Rodríguez no se limita a repetirse, a copiarse a sí mismo de anteriores trabajos, sino que explota al máximo las posibilidades narrativas del cómic, su amplia experiencia y afán de experimentación, para mostrarnos cómo, poco a poco, la realidad de Jones está siendo infiltrada por algo que no comprende. Un trabajo en el que destaca el uso lisérgico del color, que poco a poco va apoderándose de la historia hasta explotar en sus últimas páginas de forma espectacular, en unas viñetas que deberían convertirse en posters.
Teniendo claro que, como poco, en el apartado gráfico este cómic solo puede ir a más, y que la propuesta de esta nueva versión de J’onn pinta ser bastante interesante, estamos ante otro gran comienzo de esa Línea Absolute, que por ahora mantiene una racha increíble. Pero es que, después de todo, y como ya he dicho anteriormente en multitud de ocasiones, a veces lo único que hace falta para tener un buen cómic es juntar a unos cuantos buenos profesionales y darles libertad para hacer lo que mejor saben hacer. Muy a menudo, eso da excelentes resultados.