Dice Alan Moore aquello de «os lo dije» y a poco está de decir «¡y me llamaron loco!» refiriéndose a cuando en 2011 afirmaba un artículo alarmando sobre la infantilización de la población y las serias implicaciones que tenía el hecho de que a millones de adultos les interesara más la siguiente película de Batman que la realidad socioeconómica del momento. En su momento, yo mismo llegué a decir que su alarmismo era en parte su forma de hacerse publicidad, pero a la hora de la verdad… No le falta razón.
Este sábado pasado Moore ha vuelto a la carga sobre el tema, y ha sido bastante claro: etimológicamente fan viene de fanático, y nosotros siempre lo hemos usado como «entusiasta», pero cada vez se parece más a fanático. Y quien esté libre de pecado que tire la primera piedra, porque Moore lo deja claro: las primeras convenciones en las que estuvo a finales de los 60 estaban llenas de apasionados por el cómic que querían elevarlo como medio, las siguientes en las que estuvo ya en los 80 se encontró a fetichistas que idolatraban personajes o autores como si estos últimos fueran parte del espectáculo. Y… Mea culpa. Porque a veces puedo decir que Chris Claremont es un pedazo de guionista y me quedo ahí. Yo sé por qué Claremont es tan bueno, pero la mayor parte de las veces doy por sentado que no hace falta explicarlo, con lo que cualquiera puede decir que bueno, que Scott Lobdell es mejor y que Generación X es el Watchmen de los 90. Y seguramente alguien se echaría las manos de la cabeza y podría discutírselo con argumentos, pero probablemente esa persona se sentirá atacada porque «están atacando su opinión». Porque claro, si yo puedo decir que Chris Claremont es cojonudo sin dar ninguna razón, ¿por qué no puede hacerlo él de Scott Lobdell?
Al final es la diferencia entre pontificar y razonar. «Ésto es así». Y ya. Cuando me toca hacer una crítica de cine, a veces no tienes nada que decir. Has visto una película tan condenadamente mala que te ha quitado la alegría, no sientes ese ánsia de odio y venganza por despedazarla que sienten muchos por las redes y que les hacen recibir tantas visitas. Y ésto ahora es de perogrullo, pero en los primeros tiempos de Youtube algunos de las figuras más famosas que se crearon fueron precisamente críticos «enfadados», gente que quemaba cómics y barbaridades parecidas. Era muy teatral, y la excusa era siempre el humor, pero el humor nunca debe servir para agredir sin el menor contenido, y cuando está aplicado a la crítica debe ser una caricatura de los defectos de la obra que analizamos. Por resumir, por no irte por las ramas, muchas veces la crítica acaba diciendo «este actor está fatal» sin explicar el porqué y… En realidad lo que le interesa al lector es la razón de que esa obra esté mal hecha, porque no hay debate posible si no se dan razones, es imposible un debate entre unos simples «no me gusta» y un «me gusta».
Así que Alan Moore habla de un cuarentón atiborrado de nostalgia con un estatus más establecido o elevado que le da esa sensación de privilegio, de que puede criticar y criticar sin contribuir o crear nada en absoluto. Nostalgia siempre es un recuerdo de un tiempo pasado edulcorado, porque nuestra propia naturaleza nos hace olvidar lo malo solo para quedarse lo bueno, es un mecanismo de defensa. La gente incapaz de olvidar el dolor o mitigarlo acaba teniendo un trauma, con lo que en cierto modo la nostalgia es una sobredimensión de ese mecanismo de defensa. Recientemente leí que una de las grandes de Hollywood -creo que era Warner, pero no estoy seguro- van a crear un consejo consultivo formado por fans, solo para evitarse la ira de los fans en internet. Es absurdo, sobre todo cuando sabemos que la función de un autor no es darte lo que te gusta si no lo que necesitas y, a ser posible, en el momento en el que más lo necesitas. Es lo que provoca que las historias te lleguen al corazón y las recuerdes toda tu vida.
Así que Moore asocia estos movimientos a cosas mucho más feas como el Comicsgate, Gamergate y demás gates, burlándose de ellos porque quieras que no es muy probable que no tengan ni idea sobre de donde viene el gate de marras ni sobre qué es lo que hizo Richard Nixon (ni malo ni bueno, ni idea y punto). Y es ahí donde mete el dedo en la llaga en algo que hace tiempo sabíamos ya, que movimientos reaccionarios están metiendo la cuchara en estos fandoms a manos llenas, aprovechando que esta gente es «apolítica» y no le interesa la política convencional. Porque si me dicen que ya no puedo tener mis portadas de Greg Land porque alguien se ofende, me cabreo y hago campaña, pero las muertes de miles de personas a diario por bombardeos sobre población civil me la sudan completamente porque son «política», y cada vez que alguien hable de «política» yo me quejaré mucho porque he venido a hablar de tebeitos, de escapismo, no de política. Lo terrible de todo esto es que la ultraderecha ha visto las posibilidades de un fandom militante y, por supuesto, ha corrido a animarlos a votar a candidatos «antiestablishment» como Trump, Orban, Milei o Abascal, que con tal de conseguir su apoyo son capaces de prometerles que conseguirán que Lobezno vuelva a fumar los puracos de antaño. Que por cierto, en el caso de Alan Moore él solo cita a Trump y Boris Johnson por la parte que le toca, candidatos que parecen más personajes de un reality show que políticos mínimamente serios.
Finaliza Alan Moore dejando claro que «un entusiasmo fertil y productivo puede enriquecer la vida y la sociedad, del mismo modo que vertir frustraciones personales en venenosas rabietas sobre tu hobby de la infancia puede devaluarlas. Que te guste algo está bien, no necesitas ni el machete ni el megáfono». Y finaliza «inocentemente, para mi tener lectores es más que suficiente». Y… Qué queréis que os diga, que tiene razón. No porque sea Alan Moore, si no porque al final todo esto se nos ha ido de las manos. Hubo un tiempo en el que a la hora de hablar de estas cosas lo más molesto que podías encontrarte era un troll llamándote putofrikigordo, o un fan de Darth Maul desnortadísimo y pasado de vueltas, pero ahora lo que te encuentras normalmente es gente muy chunga, muy triste y muy mala. Cuando no es una razón meramente política que según ellos nunca es política, directamente te encuentras con fans envenenados por una nostalgia que los ha vuelto completamente cínicos, porque absolutamente nada que lean va a ser como sus tebeos de juventud. Igual lo que toca es aprender a leer tebeos, a no prejuzgar a nadie, pero hay gente para la que eso de ir a clase después de los 40… Como que les cuesta un poco.