Esta semana, a falta de un último número de epílogo, se podría decir que hemos asistido al final de la etapa de Geoff Johns y Mikel Janín (con algún artista invitado que otro) al frente de la JSA. Una etapa que no comenzó mal del todo, pero que ha estado lastrada por un ritmo en ocasiones desesperadamente lento y múltiples retrasos que han provocado que su lectura fuese un tanto frustrante. Y aunque este casi final en muchos aspectos ha resultado decepcionante, también ha habido aspectos del mismo que me han encantado, como el regreso de la Legión de Superhéroes en sus páginas. Un regreso que viene a confirmar eso que digo siempre de que a veces el fin justifica los medios…
Sin duda lo que más me ha sorprendido de este prólogo del final es cómo tras diez números en los que la historia se ha ido arrastrando a veces a paso de tortuga, Johns lo ha resuelto todo deprisa y corriendo. Algo especialmente sangrante en el caso del villano de la historia, que tras revelarse por sorpresa su identidad (sin que nos hubiesen dado muchas pistas de quién era), es derrotado en apenas seis páginas, dejando el resto del número para enviar a la nueva/vieja Cazadora (Helena Wayne) a vivir nuevas aventuras. Un cómic tremendamente anticlimático en muchísimos aspectos, que casi confirma esas teorías de que Johns estaba más preocupado por poner en marcha su proyecto de Ghost Machine con sus socios (Hitch, Meltzer, Tomasi y otros) que por otra cosa, y de ahí los retrasos y este remate tan apresurado a la historia que él y Janín estaban contando.
Me da pena que esto haya sido así, porque yo en el pasado he disfrutado muchísimo con el trabajo de Johns, especialmente en su anterior etapa al frente de la JSA y en Green Lantern (que nunca dejaré de agradecerle lo suficiente que nos devolviese a Hal Jordan). Pero está claro que esta etapa no va a ser precisamente uno de mis cómics favoritos, pese al excepcional trabajo de Janín, cuyo arte siempre es un placer ver. Pero pese a todo, este cómic, especialmente este casi final, ha tenido algo que me ha encantado, eso que mencionaba al comienzo de que a veces el fin justifica los medios. Y aunque obviamente me hubiese gustado que volviesen en un cómic que estuviese a su altura, nadie me verá quejarme de que haya regresado la auténtica Legión de Superhéroes.
Como ya decía cuando reseñé el número anterior de esta serie, la Legión que tenemos aquí es la clásica, la pre-Crisis, la que Johns, Brad Meltzer, Shane Davis y Fernando Pasarín recuperaron durante The Lightning Saga, un crossover entre la JSA y la JLA en 2007. Una Legión que conservaba toda su historia hasta un poco antes de aquel salto que supuso el “Cinco años después” y que protagonizó algunos cuantos crossovers (imprescindible su reencuentro con Superman de la mano de Johns y Gary Frank) e incluso un par de series regulares, hasta que las bajas ventas les enviaron al limbo editorial y acabaron siendo relanzados de forma muy olvidable por un Brian Bendis muy poco inspirado. Y yo casi creía que esto último se aludiría de alguna forma, que algún personaje mencionaría aunque fuese de pasada lo de esa otra Legión de la que fue miembro Jon Kent (sin que su padre pareciese recordar haberse encontrado jamás con ninguna versión de la Legión) y que vivieron alguna aventura que otra con la JLA, pero no ha sido así en absoluto.
Lo que han hecho aquí Johns y Marco Santucci, el dibujante de este número, ha sido reintroducir a LA Legión como si siempre hubiesen estado ahí, como si nadie recordase las otras versiones que han pululado por el Universo DC, prácticamente borrando de la existencia a la versión de Bendis, otra cosa de la que nadie me verá quejarme. Y lo mejor de ello es la naturalidad con la que lo han hecho, haciendo que este enfrentamiento entre la JSA y la Legión, debido como suele ser en estos casos a un malentendido, sea entre viejos amigos que han vivido mucho juntos (desde que se conocieron en “Crisis in the 30th Century!”, el crossover a tres bandas entre la JLA, la JSA y la Legión, en el que precisamente se enfrentaron a Mordru, un personaje importante en el cómic que hoy nos ocupa).
Algo que se manifiesta a lo largo de todo su encuentro/enfrentamiento, con los héroes de ambos grupos llamándose unos a otros por sus nombres de pila, o con reencuentros como el de Thom Kallor/Starman y Stargirl, disculpándose este con ella por tener que incapacitarla y prometiéndole invitarla a un sándwich de Sloppy Joe, tal y como hizo cuando se conocieron en el primer número de la Justice Society of America en 2007. Y esa sensación de que todo vuelve a estar en su sitio, que se ha deshecho otra de esas nefastas decisiones tomadas por DC en los últimos años, ha sido tan satisfactoria que me da un poco igual que el cómic no haya estado a la altura, porque esto significa al menos que las cosas van en la dirección correcta para quien quiera que tome el relevo en el futuro (espero que cercano) siga por ahí.
Y de momento el futuro de la JSA, a falta del próximo número, estará en las muy capaces manos de Jeff Lemire y Diego Olórtegui, en una etapa que espero que tenga mejor ritmo y periodicidad que la que nos ocupa. Por lo que solo queda confiar en que en DC no tarden demasiado en darle una nueva oportunidad a esta Legión, LA Legión de Superhéroes, que ya va tocando que vuelvan a tener serie propia. Una que sigo cruzando los dedos para que acabe en manos de alguien como Jeremy Adams o Al Ewing, gente con cariño y respeto por los cómics clásicos que no caen en el error de limitarse a copiar lo que se hizo en el pasado, que es lo que necesita el grupo. Pero hasta entonces tocará esperar y recordar aquello de Long Live the Legion!.