Pese a que a menudo cuando se produce un crossover entre distintas compañías, especialmente cuando se trata de universos de ficción muy alejados mutuamente, los resultados dejan un poco que desear, siempre hay unos cuantos proyectos por los que es difícil no sentir cierta ilusión. Y esto es lo que me sucedió cuando se anunció este crossover casi imposible entre DC Comics y la italiana Bonelli en el que Batman y Dylan Dog tendrían que unir fuerzas contra una alianza entre sus enemigos. Un crossover que, gracias al enorme talento de Roberto Recchioni, Werther Dell’Edera, Gigi Cavenago y Giovanna Niro, ha superado todas mis expectativas y nos han dado una de esas historias que vale mucho la pena leer. Así que vamos a ver que nos ofrece, con SPOILERS moderados.
Cuando el Joker recibe una carta de uno de los doctores que le trató tras caer en aquel tanque de residuos químicos que le cambiaron la vida, el Doctor Xabaras, invitándole a visitarle en Londres para ponerse al día, el villano no duda en abandonar Gotham y cruzar el charco. Un viaje que provoca que Batman siga sus pasos para impedir que el Joker desate su locura en aquellas tierras y cuya investigación le lleva a buscar la ayuda de un experto en estas cuestiones y viejo enemigo del Doctor Xabaras, el investigador de pesadillas llamado Dylan Dog. Juntos descubrirán que los planes del Joker y Xabaras son más atroces de lo que ninguno hubiera imaginado y que necesitarán buscar más aliados si quieren impedir que estos villanos desaten el infierno sobre la Tierra.
Aunque hacía muchísimo tiempo que no leía nada de Dylan Dog, ha sido todo un placer reencontrarme con este peculiar investigador al que descubrí un día por casualidad gracias a Ediciones Zinco, la misma editorial que por aquellas fechas publicaba también los cómics de Batman, por lo que en cierto modo resulta muy apropiado verles ahora trabajar juntos codo con codo. Y tengo que reconocer que esta miniserie me ha sorprendido muy agradablemente, ya que casi temía que esto no fuese más que un sacacuartos del montón y ha resultado ser una historia apasionante y muy divertida en la que casi se aprecia el cariño del equipo creativo hacia los personajes, todos ellos.
Y eso que curiosamente nos encontramos ante un cómic cien por cien italiano, con un equipo creativo formado por Roberto Recchioni, quien lleva algo más de década y media trabajando en Dylan Dog como guionista y coordinador, y los artistas Werther Dell’Edera, Gigi Cavenago y Giovanna Niro. El resultado de esto es una historia cuyos autores, tono, estructura y fórmula hacen de esta miniserie un fumetti de Dylan Dog en toda regla por el que se dejan caer unos cuantos personajes de DC, y eso es algo que le sienta muy bien a la historia por permitirnos ver a estos personajes, los estadounidenses, bajo otra óptica que sorprendentemente es también muy auténtica.
Este es uno de los elementos que más me ha llamado la atención de esta miniserie, que tratándose de un equipo creativo extranjero que nunca había trabajado con los personajes de DC, estos estén tan bien tratados y caracterizados como los personajes italianos, consiguiendo que en algún caso concreto sean más ellos mismos de lo que suelen serlo últimamente en sus propios cómics (por suerte esta miniserie no es la única excepción). Esto es especialmente evidente con el mismísimo co-protagonista, Batman, un personaje al que demasiados autores en las últimas décadas se han empeñado en retratar como alguien que siempre está de mal humor y que a menudo resulta más frío y distante que un robot, como si no supiese relacionarse con otras personas. Pero aquí en cambio nos encontramos con un Batman que parece surgido de otra época, que no desentonaría nada en etapas como la de Grant, Wagner y Breyfogle, por ejemplo, que posee cierto sentido del humor sarcástico, que no tiene problemas en ser amable o mostrar empatía, un Batman al que me gustaría encontrarme más a menudo en los cómics de DC.
Aunque este no es ni muchísimo menos el único personaje de allí que vemos desfilar por estas páginas. Así, nos encontramos con que el Joker se ha llevado a Londres a Killer Croc como músculo, que Dylan se ha vuelto a enamorar una vez más, en esta ocasión de una turista americana amante de lo ajeno y de los gatos, que para acceder al infierno tendrán que contactar con Jason Blood y su demoníaco alter ego, o que muy a su pesar Dylan tendrá que recurrir a cierto brujo de Liverpool por recomendación de Batman. Y es precisamente ese encuentro entre Dylan Dog y John Constantine, tan sorpresivo como bienvenido, especialmente por lo bien que encajan sus personalidades tan dispares, uno de los aspectos con los que más he disfrutado de esta miniserie, pese a que me ha sabido a muy poco. Por eso espero que en un futuro no muy lejano podamos leer una secuela protagonizada por estos dos investigadores de lo paranormal británicos.
Y el resultado de esta pintoresca mezcla de personajes que nos lleva de Gotham a Londres, pasando por algún que otro reino metafísico, es una aventura muy divertida y terrorífica al mismo tiempo y con mucha acción, pero que puede ser quizás un tanto decepcionante para quienes no estén acostumbrados a leer a Dylan Dog. Porque, como señalaba antes, esto es a casi todos los efectos un fumetti del personaje, incluido ese final que puede resultar algo anticlimático para lo que suele ser el cómic de superhéroes estadounidense. Pero es un final que a mí personalmente me ha gustado por ser puro Dylan Dog, y el poder disfrutar de Batman y compañía vistos desde esta óptica algo diferente a la habitual ha sido muy refrescante.
Y no puedo olvidar el excelente apartado gráfico con el que hemos contado aquí a cargo de Werther Dell’Edera y Gigi Cavenago junto con la colorista Giovanna Niro. Visualmente, este cómic nos ofrece una curiosa combinación de influencias, ya que mientras los personajes de Dylan Dog conservan la estética habitual de su serie, los pertenecientes al universo DC, muy especialmente Batman, casi parecen dibujados por Frank Miller, algo reforzado por ese coloreado que hay momentos en los que parece más que inspirado en el de Lynn Varley para DK2.
Esta peculiar mezcla de fuentes de inspiración da como resultado un cómic que gráficamente resulta muy interesante, que nos ofrece un buen puñado de páginas dignas de enmarcar, y donde tanto los momentos con más acción como los más reposados brillan con luz propia, incluso si esa luz es la de las llamas del infierno.
Sobra decir que me lo he pasado muy bien con este cómic y que espero que no sea más que el primero de muchos otros crossovers, porque esta breve reunión entre Dylan Dog y John Constantine me ha sabido a muy poco y necesito verle interactuar más con este y con el resto del lado mágico de DC, que no hay más que pensar en las posibilidades de un encuentro entre Dylan y Groucho con el Detective Chimp. Por no hablar de personajes como Martin Mystère o Nathan Never que seguro que podrían contar también con unos muy interesantes compañeros de aventuras por allí. Así que confiemos en que esta miniserie haya funcionado lo bastante bien como para que ambas editoriales quieran seguir colaborando y nosotros podamos volver a disfrutar de divertidas aventuras como esta.