Habíamos dejado nuestra apresurada historia de la caracterización con Stan Lee escribiendo historias sobre monstruos, con personajes completamente planos y arquetípicos y Stan Lee aplicando a rajatabla una fórmula sin hacer ninguna virguería. Pero entonces, a principios de los 60, algo cambió…
Hoy en día lo que se suele decir es que fue la influencia de Jack Kirby o Steve Ditko, el que el propio dibujante escribiera los guiones, lo que hizo que Stan Lee despegara como guionista allí dónde antes había fracasado. Y aun así se suele decir que Lee demostró en Spiderman que podía aguantar una serie sin Kirby ni Ditko; es cierto que el Lee de finales de los 50 no es el mismo que el de mediados de los 60 y la influencia de estos dibujantes se nota, pero ciertos rasgos de la filosofía de ambos autores chocan de pleno con el «estilo» de Stan Lee. Porque mientras Kirby solía poner el drama cósmico por encima de los personajes (aunque no hay más que ver su trabajo en el Cuarto Mundo para tener claro que tenía más registros), Ditko en eso era mucho más preciso y lo apostaba todo al retrato, a la construcción del personaje protagonista. Así que vamos a dejarnos de Stan Lee y centrarnos en Steve Ditko y en analizar su Peter Parker, que es un tema mucho más interesante.
Y antes que nada vamos a clarificar un poco parámetros, porque lo veo necesario; tradicionalmente la caracterización se divide entre directa e indirecta, aunque hay escuelas de pensamiento que enrevesan esto un poco más y la clasifican en tres partes. En nuestro caso somos gente simple (idiotas) y vamos a ir a lo más sencillo, dividiendo la caracterización entre lo superficial con el aspecto del personaje y cosas que te dice de forma directa el guionista y dibujante y la indirecta, entendiendo esta como formas en las que el personaje reacciona al entorno y denotan otras cualidades. La caracterización superficial de Spiderman seria su traje y sus pintas de Peter Parker, su forma de hablar -si tiene o no tiene acento- las opiniones que tiene, sus fortalezas y debilidades y demás cosas que están en su ficha de personaje. La indirecta ya sería más sutil, responde a preguntas como «¿cómo actuaria Spiderman ante tal o cual situación?», tiene en cuenta el pasado del personaje y lo hace actuar en consecuencia y es, en definitiva, una caracterización a largo plazo que demanda mucho más tiempo y trabajo por parte de los autores; si Spiderman en una historia se le cae el piso encima, eso justifica que seis números más tarde procure escapar de los espacios cerrados. No hace falta que lo diga de una forma directa -ésto lo hacía mucho Stan Lee, por supuesto, y te ponía un bonito asterisco recordándote el evento- pero es lo que hace que el personaje «parezca vivo».
El traje de Spiderman es uno de los mejores trajes de superhéroe de la historia porque es raro, raro de narices. Steve Ditko lo crea en un momento en el que lo que se ha impuesto es el diseño Kirbyano de las botas de pirata, los calzoncillos por fuera y todo aquello y lo rompedor son diseños de Infantino como Flash, que no deja de ser una de las grandes excepciones de la época pero a la vez es el que arranca la Silver Age. Cromáticamente es un diseño no muy original -las limitaciones de la cuatricomía es lo que tienen- pero destaca por la disposición de los elementos, todos elaborados alrededor de la idea de telaraña; es como si llevara una telaraña encima que le recubre hasta la cintura, una telaraña que tiene su centro entre sus dos ojos. Ojos que, dicho sea de paso, son otro de los grandes aciertos de este diseño; si hasta ese momento la configuración alrededor de los ojos en las capuchas se ha pasado por alto y, cuando no te ponían un simple antifaz te cascaban dos simples agujeros o unos «de color blanco» al estilo Batman, el diseño original de Spiderman tiene una forma alargada, casi alienígena, que le da un aspecto de insecto que, aunque poco tienen que ver con las arañas -que ojo, no son insectos- si que le dan ese aspecto raro «de bicho». Sumado a todo esto está el hecho de que la capucha le ocupa todo el rostro, una cosa rara de ver en los héroes porque solían enseñar medio rostro, con lo que se reservaba más bien para los villanos; en este caso lo que quiere decir es que Peter está más desesperado por esconder su identidad que cualquier otro superhéroe, es mucho más celoso de ella por todo lo que estaría en juego al revelarla.
En su identidad civil no lo podemos negar, Steve Ditko se retrató a si mismo en el instuto. Tal vez fuera por dejadez o porque tenía prisa, pero por algo el personaje acabó siendo una de sus creaciones más personales, si no la que más. Curiosamente es una herramienta de caracterización bastante potente, porque mientras Peter va con sus jerseys de pico sin mangas y su corbatita, Flash y los demás chavales «guays» del colegio visten de una forma mucho más informal, mucho más moderna y tampoco llevan gafas. Simplemente con eso ya están indicando que Peter es un empollón -gafas- y es un bicho raro. Y ésto lo dice de forma visual, con lo que buena parte del texto de Stan Lee durante las siguientes páginas es hasta redundante. Lee insiste en que Peter está preocupadísimo por su tía, por su familia, arrepentido por la muerte del tío Ben y lo lleva a conflictos por intentar conseguir dinero para conseguir medicinas -que bien les ha venido a los escritores yanquis que no haya seguridad social en EEUU- pero a partir de cierto punto el personaje ya se convierte en superhéroe por inercia, porque es lo que hace normalmente. Es su rutina diaria, cuando con Ditko la cosa no era así, era una tortura constante de responsabilidad que lo marca hasta la saga del planeador maestro y la famosa escena de la maquinaria. Y éso de ahí, el que esa escena funcione tan bien, viene directamente de que el trabajo de caracterización indirecta se haya hecho tan bien.
Porque la escena no funciona porque Spiderman hable de que está preocupado por May o por el miedo al fracaso, funciona porque se ha hecho un trabajo de caracterización constante durante años, es la consecuencia de número tras número de Peter Parker tratando de reconocer a Spiderman, tratando de aceptarse a si mismo, de perdonarse por la muerte del Tío Ben. Es el nacimiento de Spiderman tal y como lo conocemos tres años después de su creación, es un momento seminal del personaje como no tuvieron otros como Batman o Superman y que, por más que ha intentado ser replicado a lo largo de los años tanto en cómics como películas, nunca ha conseguido ser emulado, ni mucho menos superado. Y pasa lo mismo cuando Gwen Stacy muere -que no cuando muere George Stacy- porque aunque Lee por su cuenta no tarda en establecer que Peter ya es Spiderman porque «le chifla», Conway muy habilmente y de una forma muy ditkiana hace una escena inversa de la muerte del Tío Ben, porque Gwen no muere por la inacción de Spiderman, muere porque existe Spiderman. Y éso Peter lo sabe, y eso podía haberlo marcado durante otros tres años, pero el camino que se toma es distinto y, aunque el resultado en secundarios como Mary Jane funciona, nunca está a la altura del original de Ditko porque no existe una consistencia en el comportamiento de Peter respecto al trauma.
Y por eso la caracterización indirecta, lo que algunos llaman la caracterización naturalista, es la más complicada. Porque va más allá de pensar «cómo reaccionaría este personaje» respecto a ésto o lo otro, si no que llevada hasta su último término lo que demanda es saber como reaccionará el personaje teniendo en cuenta absolutamente todo lo que le ha pasado en su vida. Por eso cuando nos hacen revelaciones loquísimas sobre los padres de Spiderman siendo agentes secretos o nos dicen que Peter tenía una hermana secreta o cualquier burrada parecida se nos empieza a caer el personaje. Porque sabemos que Peter no es así, los autores nos han retratado el personaje y cualquier cosa que contradiga el retrato que nos han pintado va en contra de nuestra idea. Por muy desesperado que esté, por mucho que quiera a la Tía May, Peter Parker no hace pactos con el diablo. Peter Parker sufriría una crisis de ansiedad antes que hacer algo injusto o tomar atajos morales, Peter Parker se suicidaría antes que matar a alguien, Spiderman nunca se escondería asustado de un supervillano si sabe que hay vidas en juego. Es la quintaesencia del héroe, enfrentado a villanos y situaciones que le vienen grande, un tópico sí, pero es un tópico construido con acciones y situaciones a lo largo de decenas de cómics. Y a éso en los cómics de superhéroes de los 60 lo llamaron «estilo Marvel», a que los personajes parecieran personas, a que estuvieran «vivos». Vivos en un universo compartido con otros personajes que también estaban vivos, unos más que otros, pero que sus historias importaban y se creaba una sensación de «realidad paralela» inédita hasta entonces.
Lo cierto es que un trabajo de caracterización tan intenso es difícil mantenerlo durante mucho tiempo. Los guionistas son humanos, el cambio de dibujantes suele jugar muy en contra y no deja de ser comprensible que en un entorno de «universo compartido» un guionista no dure más de uno o dos años. Ditko lo hizo en Spiderman durante tres años, Claremont lo hizo durante quince y acabó haciendo el mejor cómic de la historia de la editorial. Mantener esa consistencia es tremendamente difícil por mucho que tengas detrás a editores controlando todo este tipo de problemas, mucho más hoy en día cuando directamente te piden que prescindas de la tan denostada «continuidad». La caracterización ha sufrido enormemente por este concepto, y lo triste es que hoy en día muchos autores ni siquiera contemplan la necesidad de crear un retrato basado en el personaje creado por sus antecesores, se limitan a crear su versión como si esto fuera una adaptación cinematográfica; el caso más claro lo tenemos en Ultimate Spider-Man, una serie que, aunque a ratos fuera divertida, durante los más de diez años de Bendis con el personaje nunca llegó a tener el mimo y el cuidado de Ditko para con Peter Parker con esos treinta primeros números de Amazing (ni en los números siguientes, tampoco lo vamos a negar).