Yo soy uno de los que sigue cagando un poco en Brian Bendis por cómo aceleró el crecimiento de Jon Kent (para luego no hacer nada relevante con él) y cargarse en buena medida la excelente dinámica que este mantenía con Damian Wayne, más conocidos como los Super Sons. Un dúo de jóvenes héroes que vivió sus mejores y más divertidos momentos de la mano del guionista Peter J. Tomasi, quien ahora ha tenido la oportunidad de revivir, junto con David Lafuente, aquella fórmula con esta especie de secuela espiritual que son los Siniester Sons, donde dos jóvenes aspirantes a supervillanos se han visto embarcados en una odisea en la que no les quedará más remedio que aprender a trabajar juntos, si no acaban matándose el uno al otro primero.
Lor-Zod, el hijo del General Zod y Ursa, ha sido exiliado por su propio padre tras un grave desacuerdo acerca de los métodos más apropiados para dominar el universo. Y en su búsqueda de un mundo apropiado que conquistar para comenzar su propio imperio y demostrar a su padre que tenía razón, Lor-Zod acaba en Xela, hogar del joven conocido como Sinson. Un joven ladronzuelo que está convencido de ser el hijo de Thaal Sinestro y que no se detendrá ante nada con tal de escapar de su mundo, reunirse con su presunto padre y, tras probar de una vez que efectivamente es su hijo, extender el terror por el universo. Un universo que debería temblar ante la perspectiva de que estos dos jóvenes futuros villanos sean capaces de contener sus volátiles personalidades lo suficiente como para trabajar juntos y desatar la furia de los Siniester Sons.
Como decía al comienzo, yo era uno de los que estaba más que encantado con el grandísimo trabajo que había estado realizando Peter J. Tomasi la década pasada mientras escribió, tanto juntos como por separado y en distintas series, a Jon Kent y Damian Wayne en compañía de unos cuantos grandes artistas como Patrick Gleason o Jorge Jiménez, entre otros. Fueron unos cómics (Superman, Batman and Robin y, por supuesto, Super Sons) que se convirtieron en todo un soplo de aire fresco tras aquel horror que fue prácticamente todo el New 52 de DC Comics.
Se trataba de cómics repletos de acción, de emoción, con personajes bien caracterizados que volvían a ser reconocibles y, sobre todo, que era muy divertido leer. En manos de Tomasi, Jon y Damian se convirtieron en un segundo dúo dinámico a menudo más disfrutable que el formado por sus propios padres y dio lugar a un buen puñado de cómics de esos en los que casi se llegaba a sentir lo bien que se lo estaban pasando sus autores contando aquellas historias. Pero como también decía al comienzo, Bendis se cargó aquello con el estirón de Jon, y aunque algunos autores como Tom Taylor o Tom King han tratado de recuperar la magia de aquellos cómics, ya no es lo mismo.
Por suerte para nosotros, los lectores, Tomasi ha encontrado la manera de reinventar aquella fórmula sin caer en la repetición, y si durante unos cuantos años nos lo hizo pasar muy bien con las aventuras de aquellos dos jóvenes héroes, ahora hace lo propio con dos jóvenes villanos. Por un lado, tenemos al moderno Lor-Zod (la nueva versión del personaje creado por Richard Donner, Geoff Johns y Adam Kubert) y por el otro a Korg, quien se hace llamar Sinson, creado por el propio Tomasi y por David Lafuente (el equipo creativo de la serie que hoy nos ocupa) en unas historias de complemento de la serie actual de Green Lantern.
Dos personajes que en la superficie podrían parecer meras copias de Jon y Damian, un joven kryptoniano superpoderoso criado por sus padres y otro que ha llevado una vida mucho más dura y que suple su falta de poderes con su astucia e ingenio. Pero que mientras Lor ha sido criado por sus padres, desprecia lo que el considera su falta de ambicion y aspira a superarles, Sinson jamás ha conocido a Sinestro (ni tiene pruebas de que realmente sea su padre) y solo sueña con estar a su lado. Pero aunque los paralelismos con los Super Sons, que no son tantos, son tan obvios como intencionados, Tomasi y Lafuente están consiguiendo que tanto Lor y Sinson como el propio cómic sean mucho más que un simple remedo de los buenos viejos tiempos.
Si en los Super Sons nos encontrábamos con el choque de personalidades entre aquel Jon que era muchísimo más «Boy Scout» que su propio padre y un Damian agresivo y expeditivo, aquí tenemos a dos manojos de explosivo mal carácter que no han parado de atacarse mutuamente desde que se han conocido. Y aunque de nuevo sería tentador quedarse en lo superficial y dar por hecho que Tomasi se ha limitado a juntar a dos variantes de Damian y dejar que salten las chispas, estamos ante un escritor demasiado bueno como para limitarse a ello. En los dos números publicados hasta la fecha se nota la buena mano y experiencia de este a la hora de manejarse con estas dinámicas de personajes enfrentados, aunque aquí la haya cambiado de manejar a personajes opuestos a dos que como ya señalaba son demasiado similares y cuyos choques no vienen por la diferencia en sus métodos sino por la obsesión de cada uno de ellos de estar por delante del otro.
Es en ese choque de personalidades donde aquí, como sucedía en Super Sons, reside lo más divertido de esta serie, aunque sería un error decir que cambiando a héroes por villanos. Porque detrás de los aires de arrogancia y autosuficiencia de ambos y todos sus discursos acerca de conquistar el universo, lo que encontramos aquí es a dos críos solitarios jugando a ser supervillanos mientras buscan su lugar en la vida y la aprobación de sus padres. Dos personajes que pese a toda esa fanfarronería de malvados de opereta que se les escapa cada vez que abren sus bocas, sus actos suelen contradecir sus palabras y nos queda claro que quieren ser villanos porque no conocen otra cosa, por seguir los pasos de sus familias, pero no porque sean realmente malvados. Y si hay suerte y esta serie dura, va a ser divertido acompañarles en este viaje y verles descubrir quiénes quieren ser realmente.
Un viaje en el que contamos también con la presencia de David Lafuente, un dibujante cuyo estilo artístico difícilmente podría encajar mejor en una serie como esta. Las influencias de las que bebe, que abarcan desde los cómics infantiles de Bruguera, el manga y el anime y el cómic estadounidense, han dotado a su dibujo de una estética que aúna lo mejor de cada mundo y que da muchísimo juego en un cómic como el que nos ocupa protagonizado por dos críos. Lafuente es, entre otras muchas cosas, uno de esos dibujantes que sabe conseguir que los críos lo parezcan, y eso es algo que se agradece muchísimo.
Además, su forma de enfocar la expresividad de los personajes, con una exageración propia del manga, funciona a la perfección con unos personajes de estas edades, lo que si le añadimos lo bien que se desenvuelve manejando una acción que de nuevo bebe mucho de sus influencias multiculturales y de los gags visuales del cómic infantil, nos encontramos conque estamos ante un cómic del que se puede disfrutar a todos los niveles.
DC Comics sigue con su inspiradísima buena racha de series de lo más disfrutables que confío en que dure mucho tiempo, algo que le deseo también con muchas ganas a estos Siniester Sons y que su equipo creativo siga a bordo durante toda su andadura. Porque si estos dos primeros números son una buena muestra de lo que nos espera, tenemos por delante una serie muy divertida que sirve como complemento perfecto a aquellos añorados Super Sons que espero que acaben dejándose caer por aquí en un futuro cercano.