Una vez más regresamos a la fascinante Mega-City One para descubrir otra de esas pequeñas historias del Juez Dredd que bordean la muy a menudo fina línea entre la genialidad y el disparate. Aquí nos encontramos con John Wagner y Alan Grant (bajo su alias de TB Groover) quienes junto con Bryan Talbot enfrentaron en las páginas del Judge Dredd Annual 1987 a Dredd contra unos de sus adversarios más grotescos. Una historia en la que además de recordarnos lo crueles e injustas que suelen ser las leyes de esta ciudad estado y el muy particular sentido de la justicia de Dredd, presagiaron una vez más el futuro de una forma tan inesperada como divertida.
De regreso a casa, tras otro duro día de trabajo defendiendo la ley, el Juez Dredd cae en una emboscada a manos de unos enemigos cuanto menos inesperados, cuatro enanos armados hasta los dientes, que consiguen lo que pocos enemigos de Dredd han conseguido en el pasado, incapacitándole y llevándoselo consigo.
Tras arrastrarle hasta un desguace Dredd despierta y el líder de esta peculiar banda le explica que detrás de sus acciones se encuentra un motivo tan clásico como la venganza. Años atrás ellos cuatro y sus tres hermanos vivían felices en un apartamento en la ciudad, compartiendo una vida sencilla sin molestar a nadie.
Pero todo aquello se acabó el día en el que el propio Dredd tiró su puerta abajo como si fuese el lobo feroz (porque a estos tipos les gusta mezclar cuentos) y les arrestó a todos. Las leyes sobre mutantes en Mega-City One habían cambiado y ahora se consideraba que ellos entraban en dicha categoría y como tales fueron expulsados de la ciudad y abandonados a su suerte en la Tierra Maldita, donde sufrieron las penalidades habituales por allí y tres de ellos perdieron sus vidas de formas a cada cual más trágica.
Decididos a vengarse del culpable de sus desdichas los cuatro hermanos supervivientes, endurecidos debido a las brutales condiciones de vida de la Tierra Maldita, consiguieron cavar un túnel bajo las murallas de la ciudad y esperaron a Dredd hasta conseguir emboscarle. Y ahora tras el monólogo de rigor, se disponen a lanzarle a la fundición del desguace para acabar con él de una vez por todas.
Pero ahora que han perdido el elemento de la sorpresa ya no son una amenaza para Dredd, quien consigue librarse de sus ataduras sin problemas y no le cuesta un gran esfuerzo derrotarles a todos y llevarles de nuevo a la justicia.
Y aquí es donde nos encontramos la genialidad de esta historia, ya que aunque Dredd declara a su favor ante el Consejo de los Cinco y sobre la injusticia cometida con la enmienda a las leyes anti-mutantes, consiguiendo que esta sea anulada y que las personas como ellos dejen de considerarse como mutantes, su alegría dura muy poco. Inmediatamente a continuación Dredd les acusa que aunque pueden volver a residir legalmente en la ciudad los cuatro tendrán que cumplir una larga condena por secuestro e intento de asesinato.
En esta cortísima historia, que en muchos aspectos no es más que una pequeña gamberrada para rellenar el Anual, Wagner y Grant reflejan a la perfección esas pequeñas contradicciones de Dredd, quien no duda en ayudar a anular una ley que considera injusta, y que no es más que otro de los muchos pequeños pasos que dio el personaje a favor de los derechos de los mutantes (o más bien el derecho a que todos sean oprimidos por igual) pero al mismo tiempo muestra muy poca compasión por estos tipos y no duda en enviarles a prisión por una larga temporada. Un buen ejemplo de cómo incluso pequeñas historias como esta que son poco más que una anécdota pueden servir para caracterizar a un personaje.
Pero aparte de ser un fiel reflejo de la compleja personalidad de Dredd, esta historia tiene la particularidad de haber enfrentado a Dredd con alguien quien el personaje acabó estando estrechamente relacionado una década más tarde. Y es que supongo que resulta más que obvio que uno de esos enanos (llamado Rambo porque Wagner y Grant eran unos cachondos nada sutiles) es gracias a la mano de Bryan Talbot, el vivo retrato de Sylvester Stallone, quien ocho años más tarde dio vida al propio Dredd en esa película de la que no todo el mundo guarda un buen recuerdo. Y conociendo el sentido del humor de Wagner y Grant no me cabe duda de que la idea de esta historia partió en buena medida de sus ganas de burlarse de la relativa «baja» estatura de Stallone.
Como suelo decir a menudo, no me canso de seguir explorando y compartiendo estas pequeñas joyas del cómic británico en general y de 2000 A.D. en particular en la que podemos apreciar todo el talento que ha surgido de allí y todas las grandes y pequeñas historias que nos han dado a lo largo de muchísimos años. Historias que con algo de suerte los lectores de aquí podrán disfrutar en un futuro no muy lejano gracias a la tarea de recuperación de este material que está llevando a cabo Dolmen con su Línea Albion y donde espero que se acuerden también de que no siempre lo mejor de aquellos autores se encuentra en las grandes sagas.