«No se sabe cómo, Palpatine ha resucitado.» Hace cinco años ya de aquello, y si ya en su día la frase era un tanto absurda, hoy en día es un sinónimo de las resurrecciones ridículas. De esas historias que se alargan hacia el infinito y acaban claudicando la verosimilitud del relato en favor de «pues mira, ha resucitado y ya está». Y aun así El Ascenso de Skywalker, tercera película de las secuelas, sí explicaba el regreso de Palpatine.
Porque, James Bond aparte, en el cine si se considera un crimen capital el no explicar los giros argumentales, el dejarle al espectador preguntándose por qué ha pasado algo. Y no solo por qué ha resucitado alguien, si no también por qué un personaje con miedo a los gatos de repente adopta uno y lo adora, o algo tan puntual como por qué otro pasa de llevar siempre camisetas rojas a llevar polos verdes. Ese tipo de «incoherencias» a veces apuntan a mensajes más profundos sobre la personalidad de cada individuo, y son herramientas completamente legítimas y muy útiles de caracterización. Pueden simbolizar un trauma, que están haciendo un punto y aparte en su vida, que están intentando cambiar algo, y no solo a nivel Gandalf Gris/Blanco, si no también a algo más sutil y puntual. Y es que lo dicho, son herramientas narrativas muy potentes para una historia de «continuará» que hacen que los personajes nos importen más, que nos impliquemos con ellos y lo que les pasa, y por eso el que Palpatine vuelva «porque sí» es algo que nos molesta tanto. Y aun así, en esto de los tebeos, parece ser que claudicamos.
Hará unos veinticinco años, con la llegada de internet al debate «público» sobre cómic y cuando realmente empezaron las grandes broncas a favor y en contra de la continuidad, dos de los autores más queridos por el público destacaban precisamente por los encajes de bolillos que hicieron con sus historias para que todo cuadrara. Uno de ellos era Alan Davis, que en su Excalibur consiguió crear un tapiz perfecto con todos los cabos sueltos de su etapa anterior junto a Claremont en la cabecera. Lamentablemente, la gran contraprestación que tuvo el dejarlo todo atado y bien atado provocó que el final de su etapa supusiera todo un final de la serie, porque al no tener más hilos por donde tirar sus sucesores tuvieron que buscar otro tipo de historias que no acabaron de encajar del todo con la imagen que tenían los lectores del título, aunque tampoco ayudaba, sobre todo, que fueran autores mucho menos hábiles que el propio Davis, todo un titán entre los autores de su generación. Sin embargo, su etapa en la serie solucionando embrollos con casi veinte años de historia, y a posteriori se da por hecho entre autores y editores que algo así no podría ser posible hoy en día, con historias como la de Spiderman que cuentan ya con 60 años de historia y arrastrando algunos cabos sueltos más de 50 años… Y por éso hace falta hacer un par o cuatrocientos compromisos. Un borrón y cuenta nueva, un «no se sabe cómo, Spiderman ha vuelto con Mary Jane y están casados». Y alguno lo compraría encantado, sí.
Decía antes que hace veinticinco años había dos autores muy celebrados que eran expertos en el encaje de bolillos, y el otro de ellos era un novato llamado Geoff Johns. Lamentablemente Johns no tenía soluciones tan elegantes como Davis y tomaba muchos más atajos, pero su trabajo en la JSA fue muy bien considerado y hasta su Flash fue bastante celebrado, pese a que su trabajo de caracterización de Wally West no fue en absoluto continuista y múltiples personajes de su JSA prácticamente hacían borrón y cuenta nueva. Johns sabe que esos personajes tienen una serie de fans que están deseosos de volver a leer historias sobre ellos y están dispuestos a hacer todos los compromisos que haga falta, con lo que se aprovecha de la situación -creo que de forma más inconsciente que consciente- y así es como su repetición de la jugada con Green Lantern Rebirth es aceptada sin ningún tipo de cortapisa. El Hal Jordan que llega de vuelta no es ni mucho menos el de las historias de Englehart o Broome, ahora es un tanto hedonista y flirtea con unas y con otras, pero nadie se lo tiene en cuenta porque vaya, no es Kyle Rayner. Y Hal ha vuelto, ¿no? Aunque solo sea en aspecto y nombre, porque bueno, igual el Hal original era un poco aburrido, ¿verdad? Igual es mejor este más «canallita» no sé, quiero decir, porque el otro tampoco tiene tantas buenas historias, solo una etapa con Green Arrow y el ya mencionado Englehart con Gibbons, yo que sé… Pero oye, peor habría sido seguir con Kyle que no tiene ni una sola historia buena.
No se sabe cómo, pero Hal Jordan ha vuelto. Bueno, sí, sí se sabía. Hal volvió porque Parallax en realidad es un parásito mental y en realidad es la vulnerabilidad amarilla de los anillos de los Green Lantern y bueno, esos encajes de bolillos funcionaron bien; no nos engañemos, la gente fue muy feliz con eso y contrastaba brutalmente por lo que la antaño campeona de la continuidad, Marvel Comics, estaba haciendo con Spiderman en aquel momento, con la historia de Peter Parker haciendo literalmente un pacto con el diablo para salvar la vida de su Tía May a cambio de su matrimonio con MJ y la vida de su hija (claro que ésto último él no lo sabía y Joe Quesada lo metió para darle más dramatismo a la historia; que dejara peor todavía a Peter Parker no se le ocurrió). Tras cinco años de Joseph Michael Straczynski arrastrando al personaje hacia un vacio de ideas miserable y revelaciones lamentables como los hijos de Norman Osborn y Gwen Stacy -el editor era Axel Alonso, sucesor de Joe Quesada en el puesto de Editor in Chief y auténtico responsable de la deriva descendente de la editorial durante buena parte de la década pasada- Straczynski ve la luz justo antes de dejar la serie y decide que quiere arreglar todos sus desaguisados, pero Quesada interfiere y decide no tocar esa parte y solo cargarse el matrimonio entre Mary Jane y Peter. Que sí, que existía el larguísimo cabo suelto de la desaparición de la hija de Peter y MJ, que asu vez no había dejado de ser otro remiendo a otra historia muy denostada en su día, la Saga del Clon, en la que se llegó a decir que Peter Parker era un clon de si mismo y fue sustituido por el original, que se había pasado desde los 70 pensando que él era la copia. Por supuesto, toda aquella pesadilla terminó con el regreso de Peter y de Norman Osborn, que en realidad había sobrevivido a su muerte durante los 70 y había estado escondiéndose en Europa desde entonces y aprovechó para robarles a Peter y MJ su hija recién nacida y decirles que bueno, que la niña había nacido muerta. Y ya.
Y ya hasta que muchos de los que no tenían ni voz ni voto a finales de los 90 crecieron y se hicieron blogueros y articulistas y hasta guionistas y editores de cómics y dijeron «oye mira te comento, el clon aquel de Spiderman que lo sustituyó una temporada, pues… Que nos caía bien, que lo queremos de vuelta». Y lo trajeron de vuelta, le dieron serie propia, se hizo mucho material nostálgico al respecto, pero siempre tuvo que enfrentarse a creadores que odiaban al personaje y lo transformaron en «otra cosa» (Peter David, Dan Slott) mientras los lectores que no habían leído aquellas historias de clones en su día se echaban las manos a la cabeza por lo enmarañanada que estaba la historia, y todo esto a pesar de que sí, todas estas historias son posteriores a esa en la que Mefisto retconeó toda la historia de Spiderman y la simplificó «para hacer al personaje más accesible y darle más posibilidades para tener nuevas historias». Que va a ser que no, no. Pero si lo de Spiderman os parece absurdo, no digamos ya lo de la Legión de Super-Héroes…
Porque lo que realmente destrozó a la Legión de Superhéroes fueron las Crisis. La epopeya de Marv Wolfman y George Pérez fue el punto de entrada para muchos lectores españoles en el Universo DC y el preciosismo de los dibujos de Pérez ha hecho que a posteriori esté considerada como un clásico intachable de la historia del género, pero en su día fue recibida con muchísima hostilidad por parte de los viejos lectores, no en vano se estaba cargando el multiverso entero y reiniciando la historia de varios personajes como Wonder Woman. Otros como Batman o Superman solo lo notaron en retconeos puntuales o en cambios en varios personajes, pero se intentó disimular lo máximo posible, pero dejando de lado títulos como Infinity Inc -de cuyos encajes de bolillos se encargó realmente Geoff Johns en su JSA- la serie que sufrió la peor parte de las Crisis fue la Legión de Superhéroes, y todo por la tontería más grande que os podáis imaginar: a alguien en DC se le ocurrió que, para «arreglar Superman», había que dejar claro que Clark Kent era el último hijo de Krypton en toda su literalidad, con lo que se borró de la ecuación a personajes como Supergirl o el General Zod. Y algo más innecesario todavía, se borró también el concepto de que Superman había sido un superhéroe adolescente llamado Superboy. Superboy que era miembro de la Legión de Superhéroes, prácticamente un miembro fundador del grupo y cuya pertenencia al mismo era difícil de borrar, pero Levitz y Giffen de repente se vieron en la tesitura de estar llevando una de las series más vendidas de la editorial y tener que borrar de la historia de la misma una de sus personajes principales.
Y ahí empezó la decadencia del grupo, con una explicación peregrina sobre los orígenes de Superboy como un impostor de un universo de bolsillo que no convenció a nadie.