Llegamos a la última entrega de esta larga serie sobre lo que supuso la llegada de Frank Miller a Marvel, el momento en el que se puso a encargarse de Daredevil como autor completo. Durante todas estas semanas hemos visto desfilar autores con un talento más que demostrado, pero a la vez también hay que reconocer que las políticas editoriales necesitaban modernizarse a marchas forzadas; la renovación que se estaba dando en algunos títulos estaba realizándose no tanto por el trabajo del bullpen como por el talento y el trabajo de los propios autores, que estaban explorando caminos distintos.
En 1980, Denny O’Neil ya era una institución en el cómic de la época y su leyenda no iba a hacer otra cosa que crecer, porque no dejaba de ser el editor de Frank Miller para Daredevil. O’Neil venía de revolucionarlo todo junto a Neal Adams en series como Green Lantern/Green Arrow o Batman, y durante buena parte de los 70 había sido el guionista estrella de la Distinguida Competencia. Pero aun así y según llegó la crisis y la implosión de DC, O’Neil había acabado en la Marvel de Shooter y estaba pasando por una situación personal bastante complicada; sus problemas con la botella lo habían vuelto chapucero y con cierta dejadez con respecto a sus labores editoriales, que según Shooter dejaba de lado en favor de escribir sus propios guiones. Y sin embargo, contra toda esta dialéctica, tenemos por el otro lado a un Frank Miller que solo tiene buenas palabras con respecto a Denny O’Neil. Que fue gracias a O’Neil por lo que Miller encontró su interés por la cultura japonesa, que sus influencia en Daredevil fue lo que lo impulsó a ir más allá y tratar de superarse como autor, a atreverse a escribir sus propias historias porque tenía el apoyo de uno de los mejores guionistas de la época. Frank Miller no sería el mismo sin Denny O’Neil (o Klaus Janson, ya puestos) y ya solo por eso esta «época tenebrosa» queda completamente justificada, ¡ya le gustaría a muchos editores tener una época tenebrosa así!
Y aun así el gran trabajo de Denny O’Neil como guionista en Marvel es cierto que está en series como Iron Man o Daredevil, pero no en Amazing Spider-Man. Para los lectores de Forum es una época recordada con bastante cariño, porque son de los primeros cómics del personaje que publicó la editorial, pero hay que reconocer que no se puede decir que arranque realmente el Spiderman de los 80 hasta la llegada de Roger Stern a la serie. O’Neil tiene algunos números interesantes y contribuciones como la creación del personaje del presente número, Hydro Man, un villano plano como pocos que podría haberse inventando tanto para Spiderman como para Batman o cualquier otro personaje, que odia a Spiderman simplemente porque pasaba por allí en el momento en el que tuvo el accidente que le dió sus poderes. Pero su condición de villano no viene de la locura inducida por el trauma, no, O’Neil se esfuerza en que el personaje sea una criatura de los más bajos instintos desde un principio, mostrándolo malencarado y pendenciero desde un principio, pura gentuza.
Por el contrario, ése no es un rasgo habitual en los personajes de O’Neil, que suele buscar siempre algo más tridimensional. Por eso creo que hay algo de verdad en todo ello, tanto en que era chapucero y dejado como que en cuanto algún proyecto le interesaba -ya fuera como editor o guionista- el autor jovenzuelo que se comía el mundo a bocados resucitaba y nos daba algunos de los mejores trabajos de la Marvel de aquellos años. Por eso creo que, dentro de la importancia del trabajo de Frank Miller y Klaus Janson en Daredevil, el tapado detrás de todo esto era Denny O’Neil, que lo dió todo para que Matt Murdock se convirtiera en el Batman de Marvel, en darle a la editorial un personaje que ocupara ese espacio pero que a la vez fuera completamente original, hacer todo con un personaje que no era nada.
Para entendernos, Miller ya era un joven talento que despuntaba hasta cuando Neal Adams le rechazaba sus muestras por considerarlas horribles, pero su pasión por mejorarse a si mismo es lo que consiguió encender a O’Neil y que ambos llegaran hasta donde llegaron. El O’Neil de Iron Man es uno más maduro que en su trabajo en Batman o Green Lantern, la Marvel de 1983 es mucho mejor que la de 1981. Como siempre, es el conjunto de una serie de factores lo que provoca el resultado final y la influencia de los Claremont o Byrne está en el corazón de la Marvel de los 80, pero mientras Byrne es recrear al héroe clásico de Lee y Kirby y Claremont convierte la caracterización en el motor principal de su obra, Miller está buscando constantemente otra forma de hacer tebeos, con historias más sencillas tal vez, pero que destacan por una crudeza primaria como no se había visto nunca en un tebeo del género.
Pero lamentablemente fue ese último punto con el que se quedaron muchos de sus sucesores durante los años siguientes, el contar historias intensas y trascendentes sin pararse a pensar en como las contaba, en que si Elektra nos importaba era porque la conocíamos y no porque matara mucho y muy espectacular. En fin, que sí, que para bien o para mal Miller fue muy importante en la historia del cómic, y en un entorno tan endogámico como era el cómic de superhéroes de la época -buena parte de los autores compartían estudios, bares y demás lugares comunes- su presencia salpicó el trabajo de todo su entorno, provocando que buena parte del cómic independiente de los ochenta surgiera como una reacción a su trabajo, con personajes como Tortugas Ninja siendo una parodia de Daredevil o editoriales que brillaron muy fuerte por la época como First o Eclipse volcándose en el grim & gritty y hasta en la provocación. Para cuando en 1983 llega Alan Moore a DC, el mercado ya es distinto y las editoriales ya no ven tan mal el forzar los límites del Comics Code todo lo posible, comenzando así la época del Suggested for Mature Readers.