Decíamos ayer que, tras su descalabro en Netflix, Mark Millar ha vuelto a abrir mucho la boca últimamente, porque así de sopetón le han empezado a importar mucho los libreros y la situación de la industria del cómic estadounidense. Con una amplia tradición de tener opiniones muy radicales respecto a muchas cosas y de no cortarse un pelo en insultar a todo el mundo sin ninguna consecuencia (eso sí, en la internet sin ley de finales del siglo pasado) no es nada raro que vocée, pero a la vez nos da la sensación de que aquí hay gato encerrado. Así, de haberse pasado más de un año con un canal de youtube en el que solo hablaba con cuatro amiguetes con entrevistas de buen rollo y mayormente para promocionar sus propios cómics, hace poco más de una semana empezó a entrevistar libreros. Porque ésto lo arreglo yo, ¡sí señor!
El problema es que esta vez Millar está provocando, llamando la atención sin saber ya por donde pisa. Ya no voy a entrar en que se está aprovechando de la polémica surgida por un video que se grabó un librero en el que se quejaba de que en los cómics de hoy en día los guionistas pasan de escribir a Peter Parker para escribirse a «ellos mismos» -manda cojones que Millar, el jodido rey de la caracterización soplapollesca, le de toda la razón pero él no, él no es culpable- y digo que no voy a entrar en ello porque si precisamente he escrito este artículo es para dejar claro que es obvio que lo está haciendo. Lo absurdo es que llame a nosecuantos libreros obsesionados con la grapa, con la grapa que vale 5 dólares, y piensen que pueden arreglar un modelo de negocio completamente caduco y marginal como es el de las revistas en papel dedicándose a despotricar sobre la gente que les lleva la contraria en internet. Hablando de la cultura del acoso y la cancelación, cuando de toda la vida, Mark Millar, has sido el primero en insultar y ningunear a la gente cuando te convenía. Que no nos engañemos, siempre nos has caído como el puto culo y aun así hemos leído tus jodidos cómics intentando ser neutrales, intentando ver la obra por debajo del pestazo publicitario, y hasta aplaudimos obras como Huck a pesar de lo hipócrita del fondo de la misma. Se te ha dado tanta manga ancha a pesar de ser un payaso enchufado y desagradecido, que cuando hemos llegado al momento en el que has vuelto a cagarte en los pañales y enseñárnoslo a todo el mundo a través de internet, ya ni nos has sorprendido. Sí, eres un demagogo al que le acaban de dar la patada de tu montaña de dinero y ahora tiene que llamar la atención como sea, pero oh sorpresa, te has encontrado que al volver a la Vaca Multicolor todos eran unos bocazas como tú. Y entonces te ha dado un acceso de pablomotosismo y te has puesto a lloriquear, intentando ser general en una guerra de la que todo el mundo está tan cansado que ya no tiene ganas ni de pegarse.
Llega la cosa a ser tan absurda, que la voz de la razón ha acabado siendo el mismísimo Rich Johnston. En serio, el del sensacionalismo y los rumores, el de Bleeding Cool. Somos los primeros que han denunciado la caracterización de Marvel y DC durante todos estos años, pero también sabemos que los Vengadores o el Doctor Extraño de Jed McKay, el Thor de Ewing o el Nightwing de Tom King están intentando por todos los medios caracterizar a los personajes tratando de ser consecuentes con todo lo anterior, a pesar de que de por medio hayamos tenido autores a los que se la ha soplado absolutamente todo. Que la crítica del librero habría tenido sentido hrá unos siete años en los tiempos de DiDio y Alonso o incluso en los de Quesada, esos mismos tiempos en los que Millar se convirtió en millonario a golpe de convertir a Reed Richards en un científico loco que clonaba a Thor. Es tan jodidamente hipócrita que salga Millar con estas que apesta al cinismo de saber que está predicando a subnormales, que sabe que está intentando crear un ejército de gilipollas que le devuelvan los laureles que nunca se mereció hace veinte años. Y por el camino le está echando mierda a gente que ha estado currando en los cómics todos estos años -sin dar nombres, por supuesto- gente que sin el presupuesto millonario de Netflix ha estado manteniendo el motor en marcha. Que no nos engañemos, los que tenemos memoria de este personaje sabemos de sobra que la cobardía y las puñaladas traperas son su modus operandi habitual.
En definitiva, ésto no va sobre los libreros. El papel de la grapa era el de darle a los lectores una vía extremadamente barata para conocer a los personajes y engancharse a ellos, y así lo fue durante décadas. Cuando en los 80 y 90 con la llegada del mercado directo se dejó de pensar en la grapa como algo desechable y se pasó a pensar en ella como algo a preservar, se mejoró la calidad del papel y se empezaron a sacar tomos recopilatorios más baratos, con lo que paulatinamente la grapa pasó a ser el lujo y el tomo la versión barata. Ahora mismo y en un momento en el que hasta los periódicos están al borde de la extinción en papel, el que las grapas se publiquen a 5 dólares deja claro a quién están dirigidas. Enfocar las librerías a la grapa es un suicidio completamente trasnochado y enfocado a un modelo de especulación que no tiene absolutamente nada que ver con «la caracterización de los personajes», si no con un intento desesperado de mantener un status quo de mercado directo que ya es hasta perjudicial. El insistir en ello solo lleva a la ruina de todos, y no hay más que ver como cualquier librería española tiene en sus estanterías mangas que ofrecen un formato mucho más barato (en tomo) y hasta gratuito (por internet) que han acabado siendo una de las principales vías de supervivencia de nuestras librerías.
Que por cierto, vaya si han cambiado las librerías europeas en contenidos y en público en todos estos años, igual los yanquis y escoceses trasnochados deberían hacérselo mirar, porque igual resulta que también han cambiado en EEUU y estos ni se han dado cuenta, pensando en tirar de sus cataloguitos para siempre. Igual lo que pasa es que los que se están extinguiendo son los especuladores y los jetas como Mark Millar. Porque no nos engañemos, no tiene sentido seguir teniendo librerías como las de 2002 del mismo modo que no tiene sentido hacer cómics como los de Mark Millar o Rob Liefeld. Porque ya nadie los quiere.
Pero seguramente lo más ruidoso ha sido el lamentable espectaculo de los «cancel pigs». Es muy difícil eso de jugar a la equidistancia, al donde dije digo digo Diego y demás cuando tienes una hemeroteca tremenda, repito que no es lo mismo la fugacidad del internet del 2002 al de las redes sociales de 2023. Porque hoy en día, cuando hablas de «cancel pigs» y de neblinosos ejércitos de linchamiento contra las opiniones de «tu bando», sin señalar a nadie con el dedito, la gente va a sumar dos y dos. Y cuando un Mark Waid te eche en cara tu propia mierda, recularás. Porque al final no dejas de ser un demagogo que rehuye el conflicto, un general de un ejército del que no te haces responsable. Que dice que no quiere bandos, pero a la vez acuña expresiones como «cancel pigs» y los responsabiliza de buena parte de los males de la humanidad, esperando que todo el mundo le de la razón porque cada uno en su cabeza se monta su propia versión de lo que son los «cancel pigs».
¿Hace falta que os diga quienes eran y son expertos en crearse enemigos imaginarios a los que echar la culpa de todos los males del mundo?