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El Capitán Van Helsing de Stern y Byrne: El día en que Frank Miller salvó Marvel (XXIII)

Si le preguntamos a John Byrne cuándo alcanzó su madurez como profesional, probablemente refunfuñe y maldiga un rato hasta alcanzar a decir que fue con Los 4 Fantásticos. Y es lógico que lo diga, porque a lo largo de su etapa hay una evolución y hasta alguno diría que hay una degeneración, un acartonamiento de su estilo. Y aun así, cómics como este Capitán América que tenemos (figuradamente) entre las manos corresponden a una de las etapas preferidas por los fans, ésa en la que combinaba Vengadores con X-Men y en las que cada mes sorprendía más a los lectores. Byrne considera que no tuvo tal degeneración/simplificación de su estilo, que solo fue hacia arriba y cuanndo ve estos cómics solo ve los errores, pero el entusiasmo que se ve en estas primeras colaboraciones con Roger Stern es bastante patente y uno de los pocos trabajos de los que no echa pestes cuando los fans se lo recuerdan.

Hay que ir a por los vampiros de DÍA, ¡DE DÍA!

Y es que hay que darse cuenta de que, si bien había tenido una estrecha colaboración con Claremont en Uncanny pero acabaron fatal, en el caso de Stern todo son cumplidos y si terminaron su colaboración se debió simplemente a un tema de agenda, porque los dos estaban encantados. Este Captain America 253 es el arranque de la saga del Barón Sangre, una de las historias más recordadas de la pareja creativa y de lo mejorcito que publicó Marvel aquel año. Basado parcialmente en El Sabueso de los Baskerville, mezclando el misterio de Sherlock Holmes con las memorias de veteranos de la Segunda Guerra Mundial, los autores son capaces de crear una atmósfera de película de la Hammer durante toda la parte británica de la historia, cambiando de tercio completamente en las escenas en Nueva York con la vida privada de Steve Rogers -todavía la tenía, y Stern se esforzó mucho en ello- y tres páginas del Capi evitando un atraco que no acabo de entender el papel que toman en la historia en general; nos recuerdan que el Capitán America es un símbolo, un icono, pero eso no tiene mucha continuidad en el propio cómic. No pongo pegas por el contrario a la escena con Bernie Rosenthal, que demuestran otra vez que Steve Rogers es un adicto al trabajo y un zoquete, como todo el mundo.

¡Si es que a discursos no le gana nadie!

Y aun así, la escena del atraco probablemente sea una de las imposiciones editoriales de aquellos años, colocándonos en las primeras páginas una escena presentándonos al héroe y sus motivaciones. En este caso esas primerísimas páginas están dedicadas a la presentación del misterio del asesino en serie -vampiro- que lleva al Capi al Reino Unido, pero acto seguido tenemos el pegote. Posteriormente tenemos una página en parte irrelevante con el Capitán América cruzando el control de pasaportes del aeropuerto por la puerta grande, que suena a página de relleno que se mata pero ayuda a la caracterización. Una vez metidos en harina, las viñetas se llenan de texto y los diálogos son larguísimos como corresponde en el género detectivesco, pero si lo contrastamos con el trabajo de Miller en Daredevil ese mismo mes tenemos que reconocer que hay bastante más caracteres por página en este cómic que en Daredevil… Y aun así no molesta en absoluto, aunque el cómic se sienta mucho más denso a pesar de que su trama sea relativamente bastante directa y basada en tópicos con una investigación en la que un personaje tiene claro desde un principio quién es el asesino y para colmo de males tenga toda la razón del mundo, con el resto del cómic enfrentando al héroe contra el villano hasta llegar al cliffhanger de la splash page final, que a estas alturas ya es una de las imágenes más icónicas de la carrera de John Byrne.

Aquí hay tema… ¡Pero vamos!

Aun así, no se puede decir que éste sea un cómic tremendamente influyente en su época. De Roger Stern lo es mucho más su Doctor Extraño, porque define al personaje para la modernidad más allá de los Colan o Ditko, o incluso su Spiderman, que a posteriori ha sido mucho más imitado y referenciado. Por parte de John Byrne, su etapa en Uncanny X-Men no está considerada como «seminal» por nada, y sus planteamientos en Alpha Flight o Los 4 Fantásticos muy poco después son mucho más referenciados a posteriori, el primero porque no deja de ser el creador de los personajes y el segundo porque es la gran referencia del grupo después del mismísimo Jack Kirby. Dice mucho y muy bueno de la carrera tanto de Byrne como de Stern que esta breve etapa de Capitán América sea casi un pie de página en el conjunto de su trayectoria, pero la verdadera huella de ambos autores en el personaje reside más en Steve Rogers que en el propio Capitán América; como comentábamos más arriba y a diferencia de varias etapas anteriores que la ningunearon, el Capi en esta etapa tiene una vida privada, amigos y un entorno que a largo plazo será ninguneado y sacado a patadas de la serie porque a guionistas como Gruenwald les estorbaba en la serie.

Aunque solo sirvan para decir que Steve Rogers es un desgraciado, estos personajes venían bien.

La semana que viene tenemos a uno de los grandes del género en un momento extraño de su carrera; viniendo de éxitos de crítica y público como Mahunter para DC o su adaptación de Alien para Heavy Metal, Walter Simonson se encuentra aprendiendo a guionizar en una licencia de segunda, Galactica. Podía haber trabajado perfectamente en los cómics de Star Wars o Star Trek, pero Simonson elige Galactica y por la época diría aquello de que con los royalties de un número de X-Men puedes alicatar tu apartamento de oro, pero con los de treinta números de Galactica no tienes ni para pagarte un viaje en metro. Veremos.

Ponen lo de Collector’s Item a ver si vende, sí.
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