Icono del sitio BRAINSTOMPING

Spiderman contra los hippies: El día en que Frank Miller salvó Marvel (XIV)

JM DeMatteis es uno de los mejores guionistas que surgió por aquellos años, con lo que es toda una agradable sorpresa encontrárselo por aquí. Y digo todo esto a pesar de que Marvel Team-Up en aquel momento era una serie muy secundaria, con multitud de historias de relleno que no iban a ningún lado. De vez en cuando pasaban unos Claremont y Byrne y te hacían unos numerazos, pero por lo regular la base de la serie era no hacer mucho ruido y darle cierta promoción a un personaje de tercera fila o a uno que acababa de perder la categoría por haberse quedado sin serie propia y tener cabos sueltos que atar (como Adam Warlock y tantos y tantos). No pasa eso con Halcón Nocturno, miembro ya habitual de Los Defensores.

¡Spiderman contra los HIPPIES! ¡Ni Steve Ditko lo habría dicho mejor!

De los Defensores ya hablaremos cuando toque, porque nos toca un número de la decadencia final de la serie inmediatamente anterior a que DeMatteis se hiciera con las riendas de la misma, pero lo que nos ocupa ahora mismo (con dibujo de Jerry Bingham) es una historia de Kyle Richmond reencontrándose con un antiguo amor de juventud al que mató una imprudencia alcoholica suya. Mindy, que así se llama la moza en deceso, aparece ahora vivita y coleando, con superpoderes y no consigue matar a Kyle solo porque Spiderman está presente y puede evitarlo. Sin embargo, a medida que avanza el cómic y nos van contando que Kyle tuvo un pasado muy envuelto en drogas -hay hasta una viñeta en la que va listando drogas como si fueran las siglas de partidos políticos en campaña- vamos descubriendo que Mindy es un robot, y que la verdadera Mindy no murió pero se quedó en silla de ruedas. Ésto, tremendamente dramático por un lado, se vuelve descacharrante cuando nos enteramos de que la chavala se pegó tal cabreo cuando Kyle la dió por muerta y salió corriendo de la escena del accidente, que decidió juntarse con IMA para conseguir tecnología robótica latveriana -la mejor del mercado, se lo digo yo- y hacerse unos cuantos duplicados robot para vengarse más de diez años después.

El superhéroe que patea cabezas de robot, ¡le parecerá bonito!

Y la cosa no acaba ahí, porque la buena de Mindy también llena la antigua universidad de ambos de duplicados robot con guitarras metralleta que ríete tú de Westworld, además de hacerse con una silla de ruedas -la pobre se quedó sin movilidad en las piernas- que tira rayos y controla vehículos a distancia. Una supervillana en toda regla que, en el momento en el que Spiderman se enfrenta dialécticamente a ella y le echa en cara que solo le interesaba el dinero de Kyle -¿para qué quería su dinero si ella también era una rica heredera, digo yo? ¿Otra «yonqui del dinero»?- la pobre mujer pasa de sopetón por todas las fases de duelo y acaba diciéndole a Halcón Nocturno que ella sí que le quería, y que le ayude. Vamos, que se monta un Westworld y una supervenganza de diez años y con solo hablar con Spiderman un momento se da cuenta de que había estado haciendo el idiota todos esos años y que sigue queriendo al borracho que la empotró contra un árbol. No, no es el mejor cómic de DeMatteis.

¡Te vas a enterar, yonqui de mierda!

Y bueno, también tenemos una historia de complemento a cargo de Mike W Barr… Y Steve Ditko. El de verdad, el bueno, que por aquel entonces aceptaba encarguillos de Marvel porque tenía que comer y porque Jim Shooter era fan suyo. No era Ditko para entonces un dibujante «moderno» ni mucho menos, pero claro, estamos hablando del mismo público gilipollas que le decía a John Byrne que Jack Kirby era una mierda. La historia corta de Nighthawk es un relleno en toda regla, seis páginas de Kyle soportando una pared que está a punto de desmoronarse y animando a una chica que tampoco puede hacer buen uso de sus piernas para escapar de allí como sea antes de que a él se le acaben las fuerzas y el muro le caiga encima. Sí, es un número dedicado a los sistemas nerviosos perjudicados, pero hay que valorar la capacidad de Ditko -uno de los maestros de Miller, no lo olvidemos- para aguantar cinco páginas de una historia en la que básicamente solo vemos a un señor aguantando una pared y una cría tirada en el suelo llorando. Es un reflejo curioso de cierto arácnido aplastado por una máquina gigante, sí, pero es un claro ejemplo de que el que tuvo retuvo y puede hacer interesante hasta la mayor tontería.

Dos puntos de vista, economía narrativa pero completamente efectiva. Y es un trabajo «alimenticio».

Llegados a este punto, ya he cumplido y ya puedo decir lo que me estaba reconcomiendo desde que empecé a escribir este post, y es precisamente que por un mes, por un miserable mes, hemos tenido que hablar del Marvel Team-Up 101 y no del 100. El 100 que no solo lo escribe Chris Claremont -y John Byrne dibuja parte, dicho sea de paso- si no que viene dibujado por el mismísimo Frank Miller. Así que me vais a perdonar sí -oh cuantísimo os vais a quejar- vais a tener dos post por el precio de uno. Vamos con el Marvel Team-Up 100, con la primera aparición de Xi’an Coy Manh, nombre que si en su día ya me costó lo mío aprenderme resulta que ahora está mal escrito y el nombre correcto debería ser Xuân Cao Mạnh. Al cuerno, la moza se llama Shan aka Karma, la de los Nuevos Mutantes.

Tebeazo que aun así no se reedita mucho.

Lo interesante de este cómic, más allá de todo lo ya mencionado, es el juego que se trae Miller narrando cómo Karma posée a Spiderman, y como combina escenas de su pelea con los 4 Fantásticos y Xi’an subida en lo alto de una azotea, incapaz de ganar la pelea porque quieras que no la experiencia es un grado y los 4F no son precisamente unos novatos, aunque a ratos el Spiderman poseido les haga quedar como tales:

Pones esto en el guión de una película y te lo rechazan porque «no quedaría bien en pantalla».

Las páginas dos y tres son un caso parecido de algo que ya ha estado haciendo en Daredevil, jugar con la verticalidad y la caída ralentizando el relato. Todavía no es un Frank Miller al máximo y ciertos elementos y hasta tics narrativos todavía no los ha adquirido, con lo que buena parte de las páginas del cómic, aun siendo estupendas, a ratos se sienten como ensayo y error. El tebeo se explica a si mismo perfectamente y no deja de ser un buen ejemplo de lo que tenía que ofrecer Miller en aquel momento, en tremendo contraste con la historia de Halcón Nocturno y Spiderman del número anterior; que las comparaciones son odiosas y no deberían hacerse, ¡pero vaya diferencia!

¡Viva los tebeos buenos!

Poco más que decir por no extenderme, solo decir que si esta semana os ha alegrado toparos con Steve Ditko estáis de suerte, porque la que viene nos toca Marvel Spotlight 10 y el Capitán Universo a cargo de… Steve Ditko.

Salir de la versión móvil