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El Spiderman de Roger Stern: El día en que Frank Miller salvó Marvel (IX)

Se me hace raro volver a escribir sobre el Spiderman de los 80 justo cuando no hace tanto repasamos la etapa de James Owsley como editor y llegué a la conclusión de que la decadencia real del personaje estaba en esa época de altibajos y -sobre todo- malentendidos. Roger Stern quedó en esos artículos como el guionista competente que tenía un plan claro y su etapa quedó truncada por los tejemanejes editoriales, con lo que este Spectacular Spider-Man 50 no deja de ser un cómic curioso para repasar, porque no deja de ser un Stern que no hace mucho que ha tomado las riendas de Spiderman después de dejar su trabajo como editor. Lamentablemente en este mes no corresponde un número de su Doctor Extraño, que aun así en ese mismo momento estaba en manos de Claremont -si aquí son cuatro guionistas- y la etapa más recordada de Stern en el personaje no empezaría realmente hasta la llegada de Marshal Rogers a la serie seis meses después.

Hay que ver lo pluriempleado que tenían a Frank Miller por aquellos años, haciendo portadas en todos lados…

Peter Parker, The Spectacular Spider-Man 50 está realizado por el ya mencionado Roger Stern con un joven John Romita Jr que en aquel momento ya era una estrella por su Iron Man y contando con la colaboración de Jim Mooney, que junto a él también se prodigó por varios números de Amazing. Lo curioso de este cómic empieza en que, pese a ser el número 50 de la serie no es ni mucho menos un número especial -en aquellos tiempos buena parte de estos aniversarios se anunciaban en la portada y ya, que bastante tenían con cumplir las fechas de entrega- y el centro de la trama es un poquito… Mundano. Quiero decir, sí, empieza con Spiderman atrapando al Contrabandista -futuro Goliath/Atlas de los Thunderbolts, antaño Powerman hasta que Luke Cage le asfaltó los morros a patadas- pero el dilema al que alude el título del cómic se refiere a que Spiderman ha conseguido reducir al Contrabandista y ahora lo tiene envuelto en telaraña, pero todavía es muy escasa para mantenerlo atado y no le queda fluido en sus lanzarredes para reforzarla. Podría, eso sí, recargar sus lanzarredes y rematar la faena, pero para ello tendría que usar las dos manos y tiene que usar una para sujetarlo.

-¿Ande pongo ésto?

No es a priori una propuesta muy seductora para un cómic, pero no deja de ser parte de la identidad de Peter Parker el que le pasen cosas así. Hay un millón de soluciones posibles (algunas de ellas pasan por noquearlo a golpes contra la pared, que ya se sabe que en los tebeos estas cosas no dejan consecuencias a largo plazo) y Spiderman soluciona su dilema haciendo que los propios matones del Contrabandista lo noqueen ellos mismos creyendo que es Spiderman, pero aun así tiene que llevárselo lejos de su guarida para poder entregarlo a las autoridades de forma segura. La secuencia de sucesos que hay a lo largo de las siete páginas iniciales del número acaba con un enfrentamiento junto a las vías del tren en el que el pillo se libera de sus ataduras -aunque se queda con las piernas atadas- y trata de darle tortas a Spiderman, pero por su escasa capacidad de maniobra solo alcanza a tirarle gravilla a la cara y acabar parcialmente electrocutado. Y Spiderman se larga dejando que un par de trabajadores de la vía se encarguen de entregarlo. Tanto trabajo por no hacer una llamada de teléfono a tiempo… Pero creo que llegados a este punto toca hacer como Stern y explicar éstas y otras muchas cosas:

No había teléfonos cerca, ¿estamos? ¡Si es que sois todos unos listos!

Sí, voy a volver a hablar del exceso verborréico en estos cómics, porque creo que hace buena falta. En un vistazo a grandes rasgos de esta página podemos creer que hay demasiado texto, sobre todo en la tercera viñeta. Casi parece un pecado capital para un Stern que venía de ser editor, romper una regla tan fundamental que hoy en día se respeta (casi) a rajatabla, una regla que seguía el propio Alan Moore y sobre todo conocemos gracias a él, una regla que no pasaría Stan Lee… Porque si algo tienen en común tanto Stern, como Kraft, Mantlo, Claremont o John Byrne es que su maestro principal es Stan Lee. Hasta el propio Alan Moore decía que para él Stan Lee era el jodido William Shakespeare, pero cuando llegó a profesional empezó a preocuparse mucho porque el texto no engullera el dibujo, y el mismo Byrne citó como una de sus principales razones para dejar Uncanny el que los bocadillos de Claremont lo tapaban todo (también dijo muchas tonterías más, pero aquí estamos a otra cosa aunque la cabra tire al monte). Moore solía recordar una regla atribuída a Mort Weisinger, basada en que una página no podía tener más de 210 palabras. Así, si tienes seis viñetas en una página, no podemos tener más de 35 por viñeta. Así, en esta página tendríamos más o menos a ojo unas 20, 37, 72, 26, 10 y 65 palabras (si alguien gusta de contarlas con más precisión que lo haga) con lo que tendríamos unas 230. Nos pasamos de las 210, pero en la cuenta general más o menos funciona a pesar de que un par de viñetas tengan prácticamente el doble de palabras.

Mira que lo señalizan por todos lados, ¡no tirar nada a la vía!

Cuando no tienes mucha idea de por donde andas o estás aprendiendo, estas reglas tienen sentido… Pero nunca deben de ser un dogma. Stern todavía no ha llegado a ser el guionista que será (aunque le falta bien poco) y buena parte de su texto es descriptivo, aunque no llega a ser redundante más que en casos muy concretos. Por ejemplo, en la viñeta en la que el Contrabandista cae a las vías se ve al contrabandista caer a las vías y el texto deja claro que el Contrabandista está cayendo a las vías, pero añade la idea de que no ha caído porque Spiderman lo haya lanzado especificamente hacia ellas, si no que lo ha hecho porque el propio Contrabandista accidentalmente se ha girado al caer y éso ha desviado su trayectoria. En la viñeta siguiente Spiderman se muestra lanzando una telaraña hacia el electrocutado contrabandista y en la tercera lo saca de ahí, y el diálogo cuenta cómo se siente Spiderman y por qué está sacándolo; tiene pinta de que el texto está escrito porque Stern (o Dennis O’Neil, editor del cómic) consideró que las viñetas de Romita Jr no dejaban clara la situación, con lo que la remarcan por completo. Seguramente ni Stern ni Romita habría hecho esta escena igual -no se si haciendo más hincapié en el gesto del Contrabandista al desviar la trayectoria y en la sorpresa de Spidey al ver donde cae- pero el resultado final es unas cuarenta palabras en la primera viñeta, 29 en la segunda y 20 en la tercera. Como siempre, es importante cómo se cuenta un cómic, pero también lo que se cuenta, por mucho que se rompan las reglas de un veterano editor que fue humillado en ventas por otro que las rompía constantemente. Y llegados a este punto, perdonadme que no siga con Spiderman, pero vamos a hablar de Frank Miller:

¡Ya no puedes leer esta escena sin pensar en Jennifer Garner y Ben Affleck!

No creo que a nadie le parezca que ésta es una mala página. Ésto es el número 141 de Daredevil, es el cómic que se publica el mismo mes que el 50 de Spectacular Spider-Man. Y ves que el dibujante ha tapado sus propias viñetas con una batería de texto brutal. Es un diálogo bastante naturalista, es un texto que podría decir un ser humano aunque Elektra le suelte al primero que pasa que «Desde que dejamos Grecia, no he hecho ningún amigo. Estoy segura de que Papi tiene sus razones para protegerme, porque la hija de un embajador es un objetivo muy jugoso para los terroristas.» Pero no se ve forzado, no se ve que esté parando el ritmo del tebeo. Éste es el Miller más «Kriegstein», está obsesionado con la narrativa porque todavía está masticando las lecciones de sus maestros (cosa que en el fondo no ha dejado de hacer, por mucho que ahora digan que chochea y demás) y allí donde un Byrne habría metido seguramente un par de viñetas para que Claremont lo llenara todo de texto por los bordes Miller mete una batería de seis. Haced la cuenta de cuántas reglas rompió Miller y si os apetece coged un Swamp Thing de Alan Moore y contadlas también. Las reglas está bien conocerlas, pero se hacen para romperlas… Con cabeza.

La semana que viene hablaremos de otro dibujante que me encanta, Bill Sienkiewicz y su Caballero Luna.

 

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