Aprovechando la reciente reedición en nuestro país por parte de Dolmen de las dos miniseries del Black Kiss de Howard Chaykin en un tomo de lujo (algo que tristemente aun no se ha dado en Estados Unidos) es un buen momento como cualquier otro para recordar que provoco y que supuso la existencia de un cómic como este que treinta y cuatro años después de su publicación sigue sin dejar indiferente a nadie.
Un músico de jazz venido a menos que huye de la mafia y de la policía, una estrella de Hollywood retirada, su amante prostituta, policías corruptos y un culto demoníaco se ven envueltos en una carrera contra reloj para hacerse con la posesión de una película casera muy especial robada de los archivos pornográficos secretos del Vaticano. Una carrera que dejara tras de si un rastro de sexo, violencia, multitud de cadáveres y sacara a la luz un misterio aterrador que debería haber quedado enterrado…
Black Kiss nació básicamente de la rebeldía de Howard Chaykin, un autor de cómics que siempre ha tenido tanto carácter como talento y a quien indigno profundamente descubrir que DC Comics, a raíz del éxito cada vez mayor del cómic para adultos planeaba crear una clasificación por edades para los cómics que publicaban, algo que provoco las protestas de otros importantes creadores que consideraban que eso limitaría su libertad creativa y que acabo con algún despido que otro y el resto distanciándose de la editorial. Pero Chaykin no quiso quedarse de brazos cruzados y se propuso contraatacar a este intento de crear una especie de Comics Code interno forzando todos los limites de la moralidad de su país y las editoriales y dejarse llevar por esa falta de limites autoimpuestos para crear algo tan ofensivo como divertido.
Se podría decir que en ese sentido Howard Chaykin era el perfecto ejemplo de lo políticamente incorrecto cuando esa expresión aun tenia razón de ser, antes de degenerar para convertirse en la patética excusa tras la que muchos tratan de disfrazar su machismo, su racismo y su homofobia. Porque Chaykin fue políticamente incorrecto pero de verdad, atacando sin piedad a las instituciones, a los poderosos, y especialmente a la doble moral hipócrita de las editoriales que no solían tener problema en representar violencia en casi todas sus formas pero que trataban cualquier contenido mínimamente sexual como si fuese algo radiactivo (algo que en muchos aspectos sigue sucediendo hoy en día). El resultado fue un thriller transgresor que aunaba las convenciones del genero negro mas clásico con unos niveles de sexo y violencia inauditos en el mundo del cómic estadounidense de finales de la década de los ochenta.
Publicarlo no fue fácil, aunque Chaykin contó con todo el apoyo de Bill Marks, presidente y editor de Vortex Comics, la imprenta habitual de la editorial se negó a imprimir la serie debido a su contenido, para tratar de tranquilizar a los libreros cada numero venia metido en una bolsa de plástico opaca para que nadie pudiese ojear su contenido y recibió criticas por todas partes debido a los “polémicos” contenidos de la obra. Pero por suerte no toda la critica ni el publico estaba formada por personas tan cerradas de mente y el cómic fue apreciado como merecía.
En los treinta y cuatro años transcurridos desde entonces han cambiado muchas cosas pero otras tristemente permaneces casi igual. Leído hoy en día muchos de los contenidos de Black Kiss ya no resultan tan provocadores como entonces porque en muchos aspectos la sociedad ha avanzado a mejor, hay multitud de creadores que crecieron con la influencia de obras como esta y las que la sucedieron y lo que entonces era algo inaudito y provocador hoy se ha normalizado bastante en la industria. Pero también nos encontramos en ocasiones con las grandes editoriales (y parte del publico) con un miedo casi calcado al de hace tres décadas a mostrar según que cosas en el cómic, porque el sexo a veces parece incluso aun mas tabú que en los ochenta.
Pero aunque hoy en día Black Kiss no resulte tan espectacularmente transgresor como lo fue cuando se publicó por primera vez, sigue siendo no solo una lectura que provocara algún susto que otro a quien se disponga a leerlo sin saber nada de la obra, sino un cómic apasionante y divertido que demuestra con creces porque Howard Chaykin es uno de los grandes del cómic. Y es que aparte de buscar provocar a lo grande, Chaykin parece que se lo debió pasar bien subvirtiendo los tópicos y estereotipos del genero negro, y asi nos encontramos con que el presunto protagonista no es ningún antihéroe trágico, la mujer fatal lo es pero de una forma muy inesperada, la violencia extrema en ocasiones raya la parodia y esas escenas de sexo que se mueven sobre la fina frontera entre el erotismo y la pornografía se guardan alguna sorpresa que otra.
Y en esta primera miniserie de Black Kiss nos encontramos con un Howard Chaykin que no solo era un escritor provocador con un sentido del humor negrísimo, se encontraba en uno de sus mejores momentos como dibujante. Chaykin realiza aquí un despliegue increíble de todos sus recursos como artista, sus personajes son expresivos y sensuales, la acción brutal e impactante y pese a la extrema densidad tanto del numero de viñetas por pagina como de los diálogos, la habilidad de Chaykin narrando consigue que la acción fluya a un ritmo vertiginoso que atrapa de tal manera que es difícil soltar el cómic. Además se agradece que para esta edición Dolmen haya optado por alejarse de ese papel satinado brillante que tanto parece gustar a muchas editoriales y hayan optado por un papel mate y de buen gramaje que permite apreciar el dibujo de Chaykyn en todo su esplendor a quien el blanco y negro le sienta como un guante.
Esta edición también incluye la segunda miniserie que Chaykin realizo en 2012 y que sirve de precuela y secuela a la serie original. En ella se amplia mucha de la información que en aquella solo se insinuaba y nos permite conocer muchísimo mejor a algunos de sus protagonistas. Chaykyn además consigue forzar los limites que ya había reventado en los ochenta y demuestra que sigue siendo muy capaz de ser tan transgresor y provocador como entonces. Y aunque los años no han pasado en vano, su dibujo ya no es tan fresco como entonces, a veces las proporciones se le escapan de las manos y en ocasiones abusa de las posibilidades que le permite las herramientas modernas para dibujar, sigue siendo un autor tremendo con mucho que ofrecer al medio.
Tres décadas mas tarde Black Kiss sigue siendo una lectura apasionante que sigue siendo capaz de sorprender, que se ha convertido en una pieza fundamental para entender la historia del cómic estadounidense de mediados de los ochenta y que contribuyo a base de fuerza bruta a abrir caminos que sirvieron para cambiar un poco el mercado del cómic en aquel país. Y aunque resulta algo triste pensar que todavía hoy en día haya que seguir luchando por lo que Howard Chaykin lucho hace treinta y cuatro años en algunos frentes, tenemos que agradecerle que siga atreviéndose a contar lo que otros no se atreven y que no haya perdido un ápice de su mala leche.