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Tim Sale y las malas ideas

Estoy cansado de hablar de fallecimientos de dibujantes, pero me temo que es ley de vida. No todos pueden vivir más de cien años, de acuerdo, pero todo sería más fácil si llegaran hasta los cien y no se fueran a los 66 años como Tim Sale. Porque, joder, Tim Sale nos dió mucho y todavía tenía mucho por vivir, mucho más por dar. Porque al final uno se puede hasta forrar con el arte, pero cuando eres artista lo que haces es darte al mundo, y lo de Tim Sale fue una entrega absoluta.

Que gran dibujante, haya o no haya gran escritor.

Pero ante todo voy a seros honesto, Tim Sale no era uno de mis dibujantes favoritos. Probablemente sea uno de los tipos que más detesta su interpretación de Superman (el otro es M’Rabo), de los que menos se interesa por sus tebeos «de colores» y demás, que desde un principio me parecieron más un sacacuartos que historias realmente inspiradas, y aun así el problema, el cabreo que tenía con esos cómics no era culpa de Sale -bueno, las pintas de Superman supongo que sí- como el hecho de que el guionista era un Jeph Loeb que cabalgaba a lomos del trabajo de Tim y otros gigantes. Porque siempre pensé que, si Tim Sale hubiera contado con un guionista mejor, podría haber hecho auténtica magia, a pesar de que, no nos engañemos, probablemente su carrera no se habría levantado si no fuera porque empezó a trabajar con Loeb en Lobezno/Gambito: Víctimas, un cómic la mar de raro aparecido en una época tremendamente convulsa para el cómic en el que con toda seguridad te podías esperar lo peor de un título así. Y no, Wolverine/Gambit era un tebeo que, una vez veías su primera página, te dabas cuenta de que había alguien al volante, que tenía algo especial:

Esta página fue algo completamente refrescante en una época en la que los mutantes se arrastraban por el fango.

En aquellos tiempos embrutecidos en los que leer cualquier cómic de mutantes suponía un esfuerzo para no acabar dormido -gracias Scotty- la calidad de un dibujante se medía en su capacidad de hacer que te leyeras un cómic entero de una sentada. Y aquel tebeo de Lobezno y Gambito arrancaba con aquella página poderosa, que los cínicos podían haber dicho «ya estamos copiando a los grandes», que no dejaba de ser la enésima página de la víctima -por supuesto mujer desvalida, Gail Simone no tardaría ya mucho en hablar de sus neveras- huyendo del despiadado villano para acabar dando con sus huesos en un callejón. Las referencias a Jack el Destripador en plena época From Hell -por lo que recuerdo Forum la editó en varios tomos más o menos por la misma época- sonaban casi hasta pedantes, cuando al final lo único que nos estaban mostrando era que el asesino de la señora era pues… Pues eso, Lobezno:

Insisto en que este cómic es de 1995, en plena era Marvelution.

Sale había resuelto bastante bien la escena, y por tirria que le tengamos a Loeb, funciona la mar de bien. Y ésa fue la mina de oro de Loeb, que con Sale de repente parecía un buen guionista; no tardaron en hacer el Largo Halloween, For All Seasons y todos sus superhéroes de colores que quedaban tan bien en la estantería como si fueran la historia definitiva del personaje, a pesar de que no dejaban de ser el enésimo regurgitamiento de historias que ya habían sido contadas mucho antes y mucho mejor. Y por delante de todo aquello, salvando la cara, estaba aquel dibujante de talento desbordante, un narrador nato. Era bueno el cabrón, casi hasta le molestaba el color -aunque bueno, ¿a quién no le molestaba aquel color informático horrendo de los 90?- y seguro que también le molestaba el texto, porque aquel pincel prodigioso podía contar cualquier cosa:

¡Un dibujante que te salva un guión así se merece un Eisner! ¡O dos!

¿El resto de la miniserie? Pues lo que suele pasar con los 90, eran tiempos de prisas y chapuza editorial y se nota que Sale anduvo bastante estresado por los plazos de entrega, con lo que no está a la altura del primer número. Sí, es una conspiración de Arcade y Lady Mastermind -sí, la hija de Mente Maestra- que poco interés tiene pero que aun así pues oye, es la historia que puso en contacto a Sale con Loeb para ponerse a trabajar en Long Halloween, que es la historia que lanzó a los dos al estrellato. Que Loeb era el guionista de Teen Wolf o Commando, sí, pero en esto del cómic no había despuntado en absoluto y Sale… Pues Sale ya había hecho Batman, y lo había hecho con James Robinson, por lo que el dichoso Halloween no era ninguna novedad, simplemente apareció en el momento adecuado en el lugar adecuado. Porque ni siquiera podría decirse que Sale todavía no estaba «maduro para el éxito» cuando hizo Legends of the Dark Knight #32/34:

Aunque haciendo viñetas así, el «éxito» ya se podía ir a tomar viento.

Desde luego que iba a mejorar en los años siguientes, y hasta se podría decir que «Blades» no solo es una repetición de Billi 99 -una serie limitada para Dark Horse que es prácticamente su primer trabajo profesional, y que comparte el gusto por la serie negra y los espadachines de esta historia- si no que también supone todo un campo de pruebas de lo que sería el Largo Halloween años más tarde. Sale es un pedazo de dibujante y su evolución artística será constante a lo largo de los años siguientes, a pesar de que no dejo de estar convencido de que su periodo de explotación con las dos miniseries «largas» de Batman y su etapa de «colores» acabó resintiendo el producto final; con Daredevil Yellow todavía quedan bastantes páginas memorables, más si cabe teniendo en cuenta que está coloreado estupendamente por él mismo… Y esto tiene muchísimo mérito, porque no solo era primerizo en esa labor, si no que encima contaba con el handicap de ser daltónico; dice mucho del color de la época que un daltónico tuviera mejor sentido del color que la mayor parte de los coloristas de la época, pero los primeros tiempos del color informático fueron como fueron.

El datónico sin miedo, oiga.

Sale nunca quiso escribir sus propios cómics porque consideraba que «no tenía buenas ideas», pero al final un buen contador de cuentos hace divertida hasta la más insulsa de las declaraciones de la renta. Y mientras cualquier cómic de Loeb no dibujado por Sale me resultaba aburrido y estomagante, los que hacía con Sale se elevaban, eran buenos. Sale era su mejor colaborador, su mejor editor, el que hacía que siguiera picando a pesar de que el final del Largo Halloween había sido una chapuza, ¡pero maldita sea si aquella chapuza no estaba contada la mar de bien!

Aquí, enmendándole la plana a Romita Sr. Y triunfando.

Y sí, me parece feo hacerle un homenaje a Tim Sale a costa de Jeph Loeb, casi mezquino, pero es que no soporto los cómics de Loeb, ninguno de ellos, así que supongo que el gran mérito de Sale está precisamente el hacer bueno a Loeb, aquel guionista de Cable, X-Man y demás barbaridades que encarnaban todo lo que te quitaba las ganas de leer superhéroes allá por los 90. Aquellos tebeos atemporales, aquel «comic noir» de Tim Sale destilaba todo lo que hacía grande al género y les devolvía aquella dignidad perdida entre bolsillos y dientes apretados. Y mientras el género se desmoronó una y otra vez hasta que el seguir la vida de un superhéroe se convirtió en un chiste de mal gusto, siempre había un dibujo de Tim Sale, un par de páginas, una secuencia, que te hacía entrever aquello que te había enganchado al género por primera vez. Así que te voy a llevar la contraria Tim Sale, y espero que te entre bien en la cabeza allá donde estés, pero tengo que decirte que tenías buenas ideas, muy buenas ideas. Porque solo con buenas ideas se hacen tan buenos tebeos, tantas buenas viñetas y semejantes paginazas.

Descansa en paz, cuentacuentos.

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