Segundo día de esta nueva era en Brainstomping en la que la libertad ha muerto y reinan la desolación y la desesperanza. Una nueva era para la que es apropiado hablar de todo un clásico (que cumple los criterios de la lista de temas aprobados que ahora hay que consultar antes de publicar nada) muy apropiado para estos nuevos tiempos, El Último Recreo de Carlos Trillo y Horacio Altuna. A través de este cómic post-apocalíptico estos dos grandes del cómic nos mostraron un mundo aterrador en el que la inocencia de la infancia quedaba destrozada por un mundo cruel e inhóspito en el que ya no había reglas y donde la única forma de sobrevivir parecía ser volverse igualmente cruel. Un cómic duro y a ratos incomodo, que se ha convertido por derecho propio en todo un clásico del medio que nunca es tarde para descubrir.
Cuando la “Sex Bomb” detonó acabo inmediatamente con todos aquellos seres humanos que habían alcanzado la madurez sexual, dejando tras de si a miles de niños y niñas desamparados en un mundo que se hacia pedazos sin nadie que se hiciese cargo de ellos. Los cadáveres se agolpaban por las calles, la comida escaseaba cada vez mas y solo los mas despiadados parecían tener una posibilidad de sobrevivir. Pero esta era una supervivencia efímera, ya que la muerte acechaba a quienes habían sobrevivido, esperando simplemente a que llegasen a la edad en la que madurarían para llevárselos consigo dejando atrás un mundo sin vida…
Para cuando El Último Recreo apareció por primera vez en las paginas de la revista 1984 de Toutain, Carlos Trillo y Horacio Altuna eran dos veteranos del cómic con una larga e interesante trayectoria a sus espaldas en su Argentina natal, donde habían trabajado con algunos de los mas grandes del cómic, pero la colaboración entre ambos, que se había iniciado en 1975 con El Loco Chávez, tenia algo especial. Juntos realizaron cómics como Las Puertitas del Sr. López, Laura Holmer, Merdichesky, Tragaperras o Charlie Moon, grandes obras del medio de las que sigue siendo todo un placer disfrutar hoy en día, pero entre las que destaca sobremanera este El Último Recreo.
Tan solo doce episodios de ocho paginas cada uno conforman el retrato de este futuro cercano arrasado por un apocalipsis que sigue marchando de forma lenta e inexorable hacia el fin de la humanidad. Y lo que ha quedado detrás es un puñado de niños y niñas que no saben como seguir adelante. Por todas partes se agolpan los cuerpos de quienes eran demasiado pequeños para valerse por si mismos y no tenían a nadie que les cuidase, quienes han enfermado en ese mundo en que ya no existen médicos, que han fallecido de hambre o peor aun, que les han quitado la vida para arrebatarles lo poco que tenian.
Este es un mundo cruel y despiadado en el que Trillo y Altuna no se contienen ni dejan un respiro al lector y nos muestran todo lo peor (y a veces lo mejor) del ser humano. Viejas rencillas o ansias de poder se apoderan de los supervivientes, los mas débiles se convierten en lacayos o en victimas de los fuertes, el deseo de tener mas que nadie crea pequeños monstruos inhumanos cuya humanidad parece haber muerto junto con los adultos, mientras que otros parecen refugiarse en la locura negándose a aceptar lo que ha sucedido en esa ciudad que se ha convertido en todo su mundo. Y pese a todo aun quedan resquicios de esperanza aquí y allá, críos que no han perdido su humanidad y que tratan de sobrevivir sin dejar a nadie atrás, compartiendo lo poco que poseen.
Pero lo mas perturbador de este cómic es como Trillo y Altuna no dejan en ningún momento que nos olvidemos de que estamos ante niños. Muchos parecen actuar como si ese nuevo mundo que les han dejado los adultos fuese su sala de juegos, se disfrazan o tratan de convertir su día a día en una aventura explorando las ruinas en las que viven, aferrándose a sus juguetes como si fuesen tesoros de los que no son capaces de desprenderse. Objetos y actitudes que sirven ademas como símbolos de esa infancia a la que se agarran con todas sus fuerzas porque dejarla atrás supone una muerte horrible.
Un cómic del que no podemos dejar de lado el espectacular trabajo realizado aquí por un Horacio Altuna inspiradisimo que convierte lo que podría haber sido una historia post-apocalíptica mas, pasada por el filtro de El Señor de las Moscas, en un cómic memorable. Lo primero que llama la atención es la autenticidad que refleja cada pagina, como ese mundo que nos muestra Altuna parece tan real como el nuestro, asegurándose de que esa ciudad parezca algo vivo, aunque moribundo, un lugar que hasta hace poco se encontraba densamente poblado. Especialmente destacable en ese aspecto es la atención al detalle de Altuna, quien nos va mostrando poco a poco la cada vez mayor degradación de la ciudad, cada episodio un poco mas sucia y rota, mas basura, mas cadáveres y mas ratas en las calles y menos personas, reflejando la inevitabilidad del colapso de esos restos de la sociedad.
Autenticidad que se extiende a esos protagonistas que parecen críos de verdad, no adultos bajitos desproporcionados. Algo que añade un punto de crueldad e incomodidad a la historia, ya que mientras que los rasgos y los cuerpos de sus protagonistas son los de críos pre-adolescentes, muchas de sus actitudes o vivencias no lo son tanto, provocando en ocasiones al lector el querer apartar la vista de la pagina ante lo que esta contemplando.
Y no se queda atrás el dominio de Altuna del blanco y negro, mostrando un dominio absoluto del mismo y jugando con las luces y las sombras de una forma tan real que hay momentos en los que casi parece que estemos contemplando una fotografía y no dibujos elaborados con una minuciosidad y talento al alcance de unos pocos. Algo a lo que hay que añadir la forma en la que juega con la composición de las paginas, siendo el mejor ejemplo de como aúna todo esto el capitulo titulado “El Monstruo”, donde recurriendo a una composición cada vez mas claustrofobica, su dominio de las sombras y de la expresividad de sus personajes y sin mas texto que una única onomatopeya, es capaz de transmitir en dos paginas mas terror que muchos otros autores en cómics completos.
Con El Último Recreo Carlos Trillo y Horacio Altuna crearon uno de esos cómics por lo que parece que no pasan los años y que cuatro décadas después de su publicación sigue siendo tan atrayente, cruel y perturbador como lo debió ser el primer día. Por eso ahora que se acerca su aniversario (en un par de meses) es un momento perfecto para descubrir o redescubrir esta pequeña joya del cómic que aunque quizás en estos tiempos en los que vivimos resulte una lectura un tanto incomoda, es también uno de esos que no se olvidan.