A principios de los 80 Chris Claremont era un tipo tremendamente ocupado, y poco a poco lo iba a estar más todavía; y es que tras la marcha de John Byrne de Uncanny X-Men, de repente se encontraba totalmente a los mandos de la nave, teniendo poco a poco que dejar sus series no mutantes como Man Thing o Spider-Woman. Y así es como la historia de Illyana se fue alargando desde la reintroducción del personaje en Uncanny #146 (junio de 1981) hasta la publicación de su miniserie en agosto de 1983…
Que puede que para el lector de hoy en día, tan acostumbrado como está al decompressive storytelling, una trama que se alarga y se queda colgando a lo largo de dos años no sea gran cosa, pero en aquellos tiempos era toda una eternidad. Eso sí, que nadie piense que Claremont fue un dejado que alargó la cosa tontamente, porque a lo largo de esos dos años su nombre figura en más de setenta cómics, ¡y que cómics! A la saga del nido y la falsa resurrección de Jean Grey con Paul Smith en Uncanny tenemos que sumarle el primer año de New Mutants, el especial X-Men and the New Titans, Marada la Mujer Lobo en Epic Illustrated, la historia de Marvel Fanfare con la Patrulla X y Spiderman en la Tierra Salvaje dibujada por Michael Golden, la serie limitada de Lobezno con Frank Miller, la novela gráfica Dios Ama, el Hombre Mata… Vamos, que si alguien pensó que los mutantes (y Claremont) se iban a hundir sin Byrne, estaba más equivocado que el que se compró veinte ejemplares del primer número de Youngblood para pagarle la universidad a sus niños. Eso sí, toda esta explosión creativa tuvo una víctima en la figura de Illyana, cuya trama queda completamente errática y deslavazada en medio de semejante etapón.
Después de arrancar las series limitadas de mutantes con un proyecto del prestigio que tuvo el Wolverine con Miller, «Storm and Illyana: Magik» debía de ser un proyecto de perfil alto, no en vano iba a tener al mismísimo John Buscema como dibujante. Sin embargo, Buscema solo dibujaría los dos primeros números, encargándose Ron Frenz del tercero y Sal Buscema -dibujante sustituto de Bob McLeod en New Mutants- el último, con John Buscema dibujando solo la primera portada, Frenz las dos siguientes y Bret Blevins la última en su primer contacto con el personaje. Semejante baile en el apartado gráfico, que tras las épocas más estresantes de la etapa Axel Alonso ya casi nos parece una nadería, viene compensado por un Tom Palmer marcando estilo como si no hubiera un mañana, haciendo a cada dibujante irreconocible hasta el punto de que a ratos parece que la ha redibujado por completo. Quieras que no Palmer, como Al Milgrom, era uno de esos hombres de la casa a los que llamabas en caso de crisis gorda, porque te garantizaba que el cómic saldría a tiempo aunque tuviera que hacer precisamente eso, redibujarlo por completo con un entintado directo y sin pasar por los lápices.
Y sí, seguramente esta miniserie habría lucido más con Claremont tomándose más tiempo todavía y con Bill Sienkiewicz dibujándola, porque la trama encaja como un guante en todas sus fortalezas; angustia preadolescente, mundos y criaturas sobrenaturales, simbología… John Buscema es un grande entre los grandes y un maestro del oficio, pero la historia que nos plantea Claremont no está dirigida precisamente a sus fortalezas y mucho menos a las de Tom Palmer. Así, la trama arranca a partir del 160 Uncanny con una repetición de la escena en la que la Patrulla X escapa y se pone a jugar con Belasco al juego de tirar de la cuerda usando a la pobre Illyana en lugar de la susodicha cuerda, estirando a la muchacha cosa mala hasta que Belasco se sale con la suya y a Kitty se le suelta de las manos por «un momento»…
La miniserie nos cuenta que aquella Patrulla X alternativa que supuestamente fracasó en el Limbo en realidad no fracasó si no que consiguió salvar a su Illyana, pero a costa de que ellos mismos fueran los que quedaron atrapados allí. Así y tras la corrupción de Kurt y la muerte de Peter y Logan, nos cuentan que Tormenta se convirtió en una hechicera que rivalizaba con Belasco y hasta llegó a derrotarlo -luciendo la cresta punki que justo debutó en Uncanny X-Men alrededor de ese mismo mes- pero cuando intentó matarlo se dejó dominar por su lado chungo y Belasco pudo derrotarla. Por otro lado tenemos a Kitty, que gracias a los experimentos de Belasco se ha convertido en un ser semifelino llamado «Cat» que usa espada y tira shurikens, adelantándonos en parte la miniserie de Kitty Pryde & Wolverine en la que la muchacha aprendía artes marciales y transicionaba a su «identidad final» como Gata Sombra (aunque luego algunos cenutrios la revirtieran a Kitty Pryde a secas en un movimiento que nunca entenderé). Así, «Cat» y Ororo vienen a encarnar el conflicto interno entre una Illyana que prefiere la muerte antes que corromperse y otra que cree que puede evitar ese destino y lucha para ello. Y como telón de fondo estará el famoso colgante del pentagrama que abre la puerta de nuestra dimensión a los Dioses Primigenios, que si bien originalmente estaba compuesto de unas gemas de procedencia no del todo determinada, ahora está compuesto de pedazos corruptos del alma de Illyana.
Con todas esas ideas y todo lo que se había llegado a sugerir anteriormente, la historia que se nos presenta al final se siente un poco como una oportunidad perdida, porque aunque nos da una explicación del exilio de Illyana y nos la coloca en su posición de hechicera demoniaca sometida a un destino fatal, en todo momento el cómic da la sensación de haber podido ir más allá, de que podría haber conseguido mostrarnos una historia en la que haya un crecimiento real en el personaje y no proyectado a través de otros. Illyana sufre un entrenamiento a trompicones y se acaba adiestrando más en combate cuerpo a cuerpo y esgrima que en magia negra, su pelea final contra Belasco parece más un enfrentamiento entre «voluntades» que entre hechiceros por el control del Limbo, y la resolución está sacada directamente de la última película que debía de haber visto Claremont en aquel momento, el Retorno del Jedi.
Porque a ver si os suena la escena: tras una pelea a espadazos Illyana consigue derrotar al malvado villano que yace a sus pies, completamente rendido y desvalido, para renunciar en el último momento a darle el golpe de gracia, bajar la espada y decir que matarlo sería convertirse en él. Ésto en un cómic publicado en diciembre del 83, presumiblemente escrito tres o cuatro meses antes y con el Retorno del Jedi en cines, ¿qué puñetas puedo pensar yo de esta escena? ¡Si es que solo falta que aparezca S’ym y tire a Belasco a otro volcán! Que ni eso acaba de funcionar mejor, porque en este caso Belasco lo que hace -porque todos los poderes demoniacos se los ha comido Illyana y él ya no tiene control sobre el Limbo- es llamarla de todo por renunciar a convertirse en su esclava y largarse por un portal de los suyos, clamando venganza mientras la muchacha se queda con el famoso colgante a falta de dos pedazos de su alma para provocar el fin del mundo.
Y tampoco os creáis que Belasco volvería raudo y veloz a vengarse de la niña que lo había echado de su dimensión de bolsillo, no, porque estará muy ocupado tratando de desquitarse de Ka-Zar y Shanna en Ka-zar #28 y 29, fastidiándoles la la boda y siendo empalado por su propia espada al final del cómic (por lo visto los Dioses Primigenios tienen muy mala leche, le cortaron un brazo y lo condenaron a llevar la espada de marras al cinto que era lo único que podía matarlo), con los personajes preguntándose si Belasco podrá conseguir finalmente sus siniestros objetivos con «esa pobre muchacha, Illyana». Para entonces tanto Bruce Jones ha dejado de escribir la serie como Louise Simonson de editarla, dejando esta última labor a su antiguo ayudante, Danny Fingeroth, con lo que el Belasco de este cómic y el de la serie limitada de Illyana no acaban de solaparse muy bien, ya que la miniserie de Illyana parece insinuar que esta historia ocurre durante la misma y el cómic de Ka-Zar deja claro que pasa después y hasta termina dándolo por muerto… Y por muerto lo debieron de dar Claremont y Simonson, porque no volverán a acordarse de Belasco ni para Inferno; es más, unos tres meses antes de la saga en la que Illyana completará su medallón y acabará cayendo en desgracia en Inferno -pero sin invocar a los dioses primigenios esos ni asomar Belasco, no- el hechicero demoniaco reaparecerá en los 4 Fantásticos de Steve Englehart intentando completar otra vez el dichoso ritual… ¡Con el alma de Crystal, nada menos!
En fin, que para entonces Belasco habrá pasado a la irrelevancia y Chris Claremont no se acordará de él hasta su miniserie Black Sun casi veinte años más tarde -ésa en la que en parte viene a contar la guerra mágica que tenía pensado contar entre Uncanny y New Mutants hasta que se le ocurrió una idea más interesante- así que creo que será mejor dejarlo por hoy con el epílogo de la serie limitada, ése que sirve como enlace con el número 14 de Los Nuevos Mutantes y del que ya hablaremos la semana que viene porque en él poco a poco veremos como Illyana, por fin, acabará contándole al personal la verdad sobre lo que le pasó durante todos esos años en el Limbo…