Se suele decir que lo más difícil de escribir estos eventos es aterrizar, que la historia concluya de forma satisfactoria. Como habréis podido comprobar en los posts anteriores, Crisis de Identidad lo tenía complicado tras el equipaje de los números anteriores, pero a veces es en la recta final de una historia, cuando tanto culpables como inocentes salen a la luz, cuando descubrimos que tal vez hay mucha más tela que cortar de la que habíamos pensado en un principio. Me explicaré…
Todo esto había empezado de un empeño por acabar con la inocencia de los personajes, por arrebatarle «lo feliz» a los cómics de DC, creando una historia de conspiraciones y engaños en una de las épocas más limpias de la editorial -nada menos que la contemporánea a la serie de los Superfriends, no te digo más- y el final del número anterior con la muerte del padre de Robin y el Capitán Boomerang hacían parecer que todo iba en esa dirección irrevocablemente y el arranque del penúltimo número con Robin subiendo las escaleras prácticamente lo certificaba, pero en ese mismo momento empecé a notar algo diferente, una de esas ideas que te vienen a la cabeza al releer un cómic y hacen que te des cuenta de que algo no era como lo recordabas o, por lo menos, como lo entendías. Repasé el primer número y sí, en el cargamento por el que se produce el enfrentamiento entre criminales del primer número hay una armadura de Lex Luthor; en un principio dí por hecho que era un mcguffin o, si acaso, una pequeña promo de las historias que estaban por venir. Pero no diría yo que la cosa va por ahí…
Y es que durante la promoción de Identity Crisis, Brad Meltzer habló de esta historia como «un homenaje a los cómics de DC con los que se crió», a una época más inocente, y éso parecía contradecir por completo lo que estábamos leyendo, con tanto dolor y tanto sufrimiento, por no hablar del relato posterior sobre Dan DiDio exigiendo precisamente éso de la historia, todo lo contrario a un homenaje a la infancia. Y sin embargo, a veces los autores son capaces de dejarte miguitas de pan, un hilillo de esperanza del que si tiras un poco empiezas a ver como poco a poco se descubre que lo que está pasando no es como tú pensabas, que el relato tiene una serie de galerías narrativas bajo la superficie y que es hay un significado distinto a lo que hay en la superficie. Precisamente algo de eso es lo que hace Brad Meltzer en Identity Crisis, pero para llegar a estas galerías hay que excavar muy profundamente…
Lo primero que tenemos que tener en cuenta para entender esto es que Lex Luthor había sido presidente de EEUU hasta hacía prácticamente nada, y que en la serie de Superman/Batman a cargo de Jeph Loeb se había vuelto loco del todo inyectándose una sustancia que era una mezcla entre kriptonita y la droga venom aquella de Bane, algo muy sano que no tardó en darle superfuerza y desquiciarlo del todo, tras lo cual procedió a vestir por primera vez en el universo postcrisis su célebre armadura de combate, la misma que reaparece en el primer número de Crisis de Identidad. Y sí, lo más sencillo es pensar que Loeb volvió a vestir a Luthor como en los cómics de su infancia por nostalgia, por volver a tiempos más inocentes y tal, pero la presencia de esa armadura en también en este crossover suena rara. En principio dí por hecho que lo que hace es presagiar la miniserie Villains United, una especie de promoción «encubierta» de esa serie limitada, pero que en la misma acción paralela en la que Sue Dibny es asesinada justo aparezca ese exoesqueleto para no volver, quiere decir algo mucho más interesante; que tal vez la asesina que nos revelan al final de la historia, Jean Loring, no es tal, que el verdadero villano es Luthor.
Tengamos en cuenta también que la última frase de Lex Luthor antes de Identity Crisis es, literalmente, «habrá una crisis» en Superman Batman número seis. Lo sé, algunos hablan de Alexander Luthor y blablabla, pero cuando Meltzer escribe esto tiene como único referente la historia de Loeb y está clarísimo que se refiere a Crisis de Identidad, la única crisis de la que Loeb podía ser consciente en aquel momento (luego ya vendría Crisis Infinita con el Superman precrisis queriendo volver a tiempos más inocentes «a cualquier precio», ugh). Y sin embargo, Luthor no vuelve a aparecer en todo Identity Crisis, mientras misteriosamente todos los personajes se van desquiciando poco a poco, golpean más fuerte a los villanos y Superman no hace absolutamente nada en toda la miniserie más que hablar con sus padres. Pensadlo por un momento; ¿qué es lo que da superfuerza, desquicia hasta la locura y debilita a Superman lo suficiente como para que ni se entere de que Wally West y Oliver Queen están hablando de la lobotomización del Doctor Light? ¡Exacto, el cocktail de venom y kriptonita de Lex Luthor!
Voy a más, en el momento en el que empieza esta miniserie Jean Loring lleva años sin acercarse a Ray Palmer; Jean es una abogada de bastante prestigio cuyas últimas apariciones fueron en los Titanes de Dan Jurgens y en Chronos, una miniserie de corta duración sobre uno de esos «superhéroes legado» que nunca llegó a arrancar; Jean en esos cómics sigue casada con otro hombre y tan feliz, de hecho es el mismo hombre con el que le puso los cuernos a Ray para posibilitar que este pudiera liarse con su princesa del microverso en Sword of the Atom. La separación fue en términos amistosos, pero de repente Jean está desesperada por volver con él («hemos roto», se limita a decir cuando Ray le pregunta por su marido) recurriendo a la estrategia más retorcida y extrema que te puedas imaginar, y cuando Ray la descubre ella ni se molesta en tratar de argumentar su inocencia como una buena abogada, simplemente huye hacia delante y en paz; algo no acaba de cuadrar en todo esto, pero el hecho de que todos los personajes se desquicien a la vez tiene que tener que ver; hasta el propio Ralph Dibny antes de conocer la muerte de su señora está demasiado tenso, demasiado emocional, otro rasgo del venom…
Pero claro, el cocktail venom/kriptonita (el venom de por sí, no hace falta kriptonita) puede explicar el cambio de actitud de tanta gente tras Superman/Batman -porque tampoco en la historia de Loeb los personajes estaban muy en sus cabales, para qué negarlo- pero no antes, con los borrados de memoria constantes de la JLA y la violación y posterior lobotomización. Estaba yo a punto de abandonar esta teoría, pensando que tal vez a Meltzer le hicieron abandonar esa idea del homenaje a tiempos inocentes a media miniserie o algo parecido, cuando empecé a darme cuenta de un par de detalles de los últimos dos números; primero de todo, ¿dónde está Wonder Woman? ¿Por qué desaparece, y por qué a posteriori es la más afectada por todo este desquicio, llegando a matar a Maxwell Lord por televisión? Muy sencillo, Luthor lleva décadas usando esa droga, lo que es peor, ¿de dónde viene el dichoso venom? Originalmente se supone que fue diseñada por un tal Randolph Porter como una variación del miraclo de Hourman, pero con una duración mucho más larga que una hora y con excesivas consecuencias para la salud como la pérdida de capacidad intelectual y muchísima irritabilidad. Alguien, no se sabe quién, se puso a experimentar con el venom después de Porter y sería quien desarrolló la versión de Bane, conectada constantemente al cuerpo, pero nunca se supo exactamente quién fue; teniendo en cuenta que el primer contacto de Batman con el venom fue antes del famoso incidente del satélite y que la aparición de Bane es muy posterior, empiezo a tener claro que «el genio criminal más grande del siglo XX» puede que tuviera algo que ver en todo esto.
Paralelamente a todo esto tenemos que Batman fue un usuario adicto a la fórmula original del venom y Lex Luthor probablemente lo sepa, por lo que el administrar pequeñas dosis al detective para bloquear su intelecto puede ser considerado como algo perfectamente práctico, pero aún así esta administración masiva de venom tuvo que realizarse de forma constante durante años, con lo que seguramente el conspirador debió probar distintas variaciones de la droga; tal vez a veces contaminando el suministro de agua, tal vez en aerosoles, en gas… Un venom que te hace más fuerte, más inteligente, más malvado, más inocente, un venom que tal vez te haga ver visiones… Uno que, administrado sutilmente a lo largo de años se instale en tu organismo sin hacer mucho efecto a falta de un catalizador, un detonante; podríamos estar hablando perfectamente de que Luthor estuvo creando bombas de tiempo durante años, llevadas a cabo por gente contratada exprofeso para ello, siendo la administración masiva de venom uno de sus muchísimos planes.
De hecho, el que Lex Luthor esté detrás de todo esto explicaría el incidente con Deathstroke, porque una de las cosas que no explicaba la miniserie es que el Doctor Light supiese con tanta antelación que iban a ir a por él; si Luthor mata a Sue Dibny para proteger su armadura y que no sea interceptada por la JLA, sabe que van a ir a por Light, con lo que le sale a cuenta enajenar a la liga al máximo para que se enfrenten a Deathstroke completamente desquiciados -lo cual explicaría que la voluntad de un Green Lantern quedara tan perjudicada para que Slade pudiera disputarle el anillo, por absurdo que parezca. A partir de ahí, con la narrativa del asesino psicópata, Luthor puede hacer creer a Jean Loring, Maxwell Lord o a quien le venga en gana que no tienen nada de inocentes en este asunto, haciéndolos cargar con todas las culpas a pesar de que absolutamente ninguno de los «eventos traumáticos» que los han llevado hasta esa situación son reales.
Por supuesto, todo esto son movimientos sobre figuras secundarias, porque el objetivo final de Lex Luthor siempre es Superman. Por eso Superman se mantiene prácticamente ausente durante toda la miniserie, porque aquí Luthor se está limitando a destruir el entorno de Superman a corto plazo, acabar con Batman a medio e ir finalmente a por un Superman completamente rodeado de kriptonita y debilitado; pero eso se rompe por completo en el penúltimo número con el abrazo de Robin y Batman, cuando Batman consigue salvar al padre de Tim y al Capitán Boomerang y descubren que el dinero con el que le han pagado no proviene de Jean Loring -que por supuesto es inocente- si no de otra persona cuya identidad desconocida que con toda probabilidad era Lex Luthor; del mismo modo, cuando Batman descubre que el asesinato de Sue no es tal si no que la han empequeñecido dentro del cadaver de un clon suyo sin restos de venom (¿para qué matarla directamente cuando puedes hacerla diminuta y hacerla morir dentro de su propio cadaver?) y no se lo cuenta a nadie más que a Ralph, no lo hace porque empieza a sospechar de la conspiración de Luthor y sabe que si lo cuenta antes de descubrir por dónde les están «alimentando» con venom constantemente lo único que tiene que hacer Luthor para anularlo es darle una dosis más alta y volver a engancharlo a esa droga.
Así, cuando vemos a Wally discutir con Green Arrow en el último número, sabemos que Oliver está bajo los efectos del venom de Luthor mientras que Flash, con un metabolismo más rápido, seguramente lo ha procesado por completo y ya se ha puesto en contacto con un Batman que ya está haciendo todo lo posible para empezar a expulsarlo de su sistema; de ahí la mirada de complicidad entre ambos -que no de sospecha, Batman sabe que Wally es inocente- durante la reunión final de la JLA. De hecho, el engaño de Meltzer va más allá, porque cuando vemos que Ray interna a Jean precisamente en Arkham en una elipsis en la que no vemos juicios ni nada parecido, lo que no nos están contando directamente es que Batman les ha contado la verdad a ambos y sabedores de la conspiración en la que están metidos, internan un doble de Jean en Arkham -que en esa prisión Batman tiene mucha mano- y los dos se fugan a uno de esos mundos en miniatura; las lágrimas de Ray no son de dolor, si no de felicidad de verse libre de vivir por fin con su amor perdido, de saber que todo ha sido una mala pesadilla y que, como no, Batman lo acabará arreglando todo.
Nos quedaría por entender la última escena, esa en la que Ralph Dibny parece un poco perjudicado en su salud mental y aparece hablando con su esposa muerta, pero a estas alturas ya sabemos que Sue no murió y que solo está miniaturizada por su propia seguridad, ya que si Luthor descubre que la han encontrado, a buen seguro que intentaría matarla o algo peor. Por eso Ralph le habla al aire cuando en realidad está con Sue. Porque a Ralph y Sue Dibny no puede separarlos ni los intentos de Dan DiDio por acabar con nuestra inocencia… Y es entonces cuando no puedo hacer otra cosa que aplaudir la genialidad de Brad Meltzer y Rags Morales, porque cuando repaso los primeros números de la miniserie y me doy cuenta de que ni siquiera la violación es real, que simplemente aparecen unos puños cerrados encima de la mesa y lo que está pasando es un delirio creado por una variante de venom, respiro tranquilo.
Bien jugado chavales, hay que reconocerles que una vez la entiendes es una grandísima miniserie, diría que podríamos calificarla como el Watchmen del siglo XXI sin el menor rubor. Una maravilla llena de estratos de subtexto -toda el desarrollo de personaje de Batman o Wonder Woman en ausencia es magistral- que configuran toda una constelación de significados como nunca se habían visto en un cómic de la Liga de la Justicia. Hay que reconocérselo a Meltzer, Crisis de Identidad sí que es un homenaje a sus cómics de la infancia, porque reivindica su inocencia y los honra por encima de las modas y los tiempos, con un guión tan disparatado y absurdo como los de Conway a principios de los ochenta y hasta nos hace el favor de cargarse al poochie de Firestorm, que buena falta hacía. Bravo bravísimo, vaya que sí.