Si el número uno de Identity Crisis cayó en un pecado habitual del «pasado» al tirar del tópico de la mujer asesinada para motivar la acción del protagonista, el segundo no solo se regodearía en ello, si no que subiría la apuesta introduciendo a los superhéroes tomando acciones de villano.
Y es que cuando Mark Gruenwald escribió Escuadrón Supremo veinte años antes para para mostrar la decadencia de un grupo de superhéroes, escribió como el arquero del grupo, al verse rechazado por la mujer que amaba, la introdujo en una máquina de condicionamiento mental para convertirla prácticamente en su esclava. Esta acción marcaría al personaje torturándolo de tal forma que acabaría entendiendo su error y tratando de enmendarlo, colocándonos en el clímax de la historia a un personaje que se nos hizo despreciable en un principio actuando de forma correcta al final pero aun así pagando por todas sus culpas. Porque de eso va la justicia, de tratar de corregir los errores de este mundo, de hacernos mejores. Es, a fin de cuentas, ser responsable de tus propios actos, con más razón si cabe si eres un superhéroe, un modelo de virtud, un ejemplo a seguir. Identity Crisis rompería esto por completo.
Y aun así, DC no estaría sola en aquel lamentable viaje. Por la época Bendis firmaría Secret War, en la que los héroes eran reclutados por Nick Furia para una guerra sucia y sus recuerdos borrados al terminar la misma. En cierto modo y como nadie recordaba aquello, sus conciencias más o menos quedaban limpias (je), pero Furia seguía quedando manchado para siempre, roto. Y es cierto que personajes como Lobezno habían cruzado ciertas líneas, pero nunca había sido planteado como modelo de virtud, si no más bien como tipo con tendencias villanescas tratando de ser un héroe. Pero los New X-Men de Grant Morrison o experiencias «fuera de universo» como Authority o The Ultimates habían empujado muy fuerte en esa dirección, y el público había reaccionado a ello de forma positiva, porque para el grueso de los lectores eso «molaba». Ergo el que los héroes hicieran cosas impensables molaba, y ya fuera lobotomizar a Magneto o al Doctor Light, ibas a vender cómics como rosquillas. Porque al final, no lo olvidemos, Identity Crisis no es un cómic en absoluto original, solo es empujar un poquito más allá y sin red, volviendo en parte a los abismos de los 90. Y funcionó, vaya que sí, con Marvel contraatacando con las conjuras de los Illuminati, DC empujando más allá con Wonder Woman decapitando a Maxwell Lord y llegando a la cumbre de lo absurdo con los Illuminati borrando de la existencia universos enteros. Nada original, lo dicho, pero para DC fue la gran ruptura.
Decía Ed Boon allá por 2008 que durante el desarrollo de Mortal Kombat VS DC Universe que DC les impidió mostrar héroes de DC realizando fatalities o recibiéndolos, con lo que el resultado con esos personajes habría quedado un poco «deslucido» respecto al de los demás. ¿La solución de la desarrolladora? Los Heroic Brutalities, mediante los cuales los héroes hacian auténticos fatalities pero los oponentes no quedaban muertos o destripados; básicamente era violencia llevada hasta el extremo pero sin ninguna consecuencia, como si eso fuera un corto de los Looney Tunes. Identity Crisis trata de ir sobre consecuencias, y por supuesto que cuando Wally West y Kyle Rayner descubren que buena parte de la Liga de principios de los 80 decidió borrarle los recuerdos al Doctor Light, se sienten horrorizados. Lo que es peor, no solo se los borran si no que la incapacidad mágica de Zatanna para hacerlo con la suficiente precisión lo deja lobotomizado y medio tonto, convirtiéndose en un villano inofensivo y en «una broma». Pero vamos a pararnos aquí, porque esto tiene tela.
Me vais a perdonar que vuelva otra vez a los mutantes pero supongo que ya os lo temíais desde hace dos párrafos; todo este mareo con la cabeza de Light me recuerda mucho a cuando el Profesor Xavier lobotomizó premeditadamente y con toda la intención a Magneto, borrando todos sus recuerdos y convirtiéndolo en un vegetal y no pasó absolutamente nada, convirtiéndose aquel episodio en uno de los más lamentables de la década más lamentable de la historia del cómic a este lado del Doctor Wertham. Luego pasarían cosas con Onslaught, sí, pero a Xavier nunca le pasó lo que al Arquero Dorado del Escuadrón Supremo, nunca le vinieron los remordimientos ni nada parecido, mantuvo su reputación de santo inmaculado. Identity Crisis, por supuesto, va sobre consecuencias, y a diferencia de Jean Grey y toda la banda, Kyle y Wally si ven fatal lo que sus compañeros les están contando y, aunque traten de poner todos los mecanismos de defensa de por medio, Brad Meltzer deja claro que se avergüenzan de lo que pasó. Ya digo, aunque ciertas cosas estén bien hechas, éso no quiere decir que estén bien; el que el incidente de borrar recuerdos fuera una práctica habitual en la Liga es toda una aberración, lo de lobotomizar al Doctor Light ya es digno de que te encierren en Arkham.
Pasa lo mismo con la infame escena del número tres con Deathstroke (contratado por un Doctor Light que vete tú a saber cómo se da cuenta de que necesita un guardaespaldas de élite) apalizando a media Liga, en lo que muchos vieron un despropósito con todo aquel «putoamismo» batmaniano; ¿justifica Meltzer la escena? Sí, porque Slade Wilson ha previsto con quienes se va a enfrentar, los conoce de sobra y sabe cómo actuar. Repito, que tus héroes sean derrotados por un villano en un principio no es importante, lo principal son las consecuencias. El qué, si está debidamente justificado por el cómo, no es ningún problema, lo importante es por qué y para qué vas a usar esa escena; la Liga acaba derrotando a Deathstroke, pero el significado de la escena que pretende Meltzer es el de provocar que vuelvan los recuerdos del Doctor Light (que es un gancho en toda regla a futuros eventos, porque Light no vuelve a aparecer en toda la miniserie), además de mostrar a unos héroes peleando a cara de perro, con Green Arrow clavándole una flecha a Slade Wilson en el ojo y con el personal en general bastante desquiciado. Es el mandato de arriba tanto para Meltzer como para Morales, ésto es «serio», ésto es «intenso». Así de simple.
Y es en ese momento en el que a muchos nos desborda la sensación de irrealidad del cómic, y probablemente reaccionemos buscando la explicación más cercana, «Deathstroke no puede derrotar a la Liga, lo hace parecer demasiado fácil». Y no lo hace, porque Meltzer no lo permite, ni siquiera tiene que recurrir a que llegue Superman y lo arregle todo, no, es Green Arrow el que lo acaba sacando de quicio y son los «derrotados» los que acaban sometiendo al mercernario. Es otra vez Meltzer justificándolo todo (te convenzan sus argumentos o no), tratando de hacer cuadrar una nota discordante como es esta miniserie con todo lo que se había contado hasta ahora. Tú puedes escribir una escena de zutanitoman comiendo niños, pero vas a tener que explicar como llega a esa escena, por qué lo hace y desde luego lo vas a tener jodido para que zutanitoman vuelva a ser el que era. Identity Crisis justifica, justifica y justifica hasta la mortificación (aunque hay excepciones, ya hablaremos de Jean Loring), «mira no, es que a zutanitoman le pasó esto cuando era niño, y luego esto otro, y mira que cabronazoman también hizo no se qué y claro, es normal que coma niños» pero eso no va a quitar lo que ha hecho, por mucho que lo cuentes todo desde la cabeza del pobrecito caído en desgracia, me ofrezcas constantes escenas costumbristas para recordarme que los personajes son humanos y hasta me prometas que Hal Jordan va a resucitar. Hal Jordan puede resucitar cuando le de la gana, no hace falta enmierdar a Green Arrow.
Y así es como el crossover entra en la «meseta», esa suerte de calma que suelen tener este tipo de eventos con un arranque vertiginoso, un nudo largo y tedioso y un final pretendidamente apoteósico. Los «héroes» van pegándose con todo lo que pillan, dando puñetazos que hacen sangrar y llegando hasta a golpear presos contra rejas a pesar de que semejante violencia no es necesaria porque la ejerce alguien que posee el lazo de la verdad. Mientras tanto se sigue moviendo lentamente la trama del asesino -nunca se plantea que sea asesina, por supuesto, jujuju- que en un número casi se carga a la novia de Atom, en otro al padre de Robin, en otro amenaza de muerte a Lois Lane diciéndole que «conoce su secreto»… Y Firestorm se mata porque alguien necesitaba que se muriera, pero al resto poco nos importó, ni siquiera Meltzer se molestó en trabajarse mucho su muerte y así es como tiene bastante más chicha la del padre de Robin y el Capitan Boomerang, dónde va a parar.
Pero dejando los pormenores de esa escena ya para el post de la semana que viene, cuando hablemos de la perversa Jean Loring, porque creo que toca hablar un poco del apartado editorial; y es que Valerie D’Orazio, la ayudante del editor Mike Carlin, deja de estar acreditada en el número tres de la serie, habiendo dejado la editorial cuando se publicó el primer número gracias en parte a un episodio de la lamentable cobertura sanitaria de EEUU y en otra a los asuntos ya mencionados sobre el ambiente que había en la editorial. A su vez y mientras DC celebraba por todo lo alto el exitazo en ventas de su evento, el ogro marveliano Bill Jemas había sido descabezado y Joe Quesada quedaba como única cabeza visible de Marvel, siendo responsable en una de sus primeras acciones en solitario de reunir a buena parte de los guionistas de la editorial para pedirles ideas para un relanzamiento de Marvel. Y es así cuando, justo cuando se estaban publicando los números de «meseta» de Crisis de Identidad, Marvel empezó a publicar algo llamado Avengers Disassembled, perfilando así 2004 como el año de «la culpa es de las mujeres, que están locas»…