Hay varios testimonios -anónimos y con nombres y apellidos- que certifican que Dan DiDio lo dijo tal cual, que necesitaban una violación. DC Comics estaba desesperada ante el empuje «rebelde» y mediático de Marvel y el nuevo vicepresidente buscaba conseguir una forma de demostrar de forma contundente que ellos también seguían en el juego, con lo que tenían que hacer algo sorprendente, algo impensable. Algo que no se hubiera hecho jamás, y en aquel momento lo único que se le debió de venir a la cabeza fue eso, una violación lo más explícita posible, algo que hasta entonces se había tratado entre viñetas o directamente se había sugerido, nada más. Esta vez iba a ser cruda, directa, terminante.
Y sí, hubo muchos palmeros para la idea del nuevo vicepresidente, pero también los hubo que miraron para abajo. Estaban en una situación complicada en la que Marvel había conseguido arrebatarles hasta a Grant Morrison, además de gran parte de sus mejores editores. En una situación de indefensión y sin ideas, con la gente de Warner planeando sobre sus cabezas, desde el punto de vista de los de arriba la redacción de DC Comics estaba sufriendo un bloqueo y DiDio tenía que ser el revulsivo necesario, así que todos a callar, punto en boca, tendrá que haber violación y al que no le guste que se joda, que hay otros que lo están recibiendo como si su equipo acabara de meter un gol en la final de la Champions. Porque al final, quieras que no, el que en DC se llegara a celebrar la idea de violar «al personaje más dulce e inocente que tengamos» venía a ser consecuencia de muchos de los males corporativos que llevaban arrastrando durante décadas…
Con sonadas excepciones como la de Bob Kane, casi ninguno de los autores de DC Comics podía decir que le hubieran tratado bien prácticamente hasta los años 70. Siegel y Shuster, Bill Finger, los negros de Bob Kane, Gardner Fox… Una lista tremenda de autores a lo largo de los años que habían sido maltratados sistemáticamente tanto a nivel laboral como en lo psicológico, con Mort Weisinger siendo conocido por insultar y despreciar a todo lo que se le moviera por delante. Autores como Joe Kubert parecían más protegidos por el editor Julius Schwartz, por lo que Schwartz se ganó una reputación como «el bueno» dentro de la redacción porque, al fin y al cabo, no dejaba de ser el principal propulsor de la introducción de Barry Allen y el nacimiento de la Edad de Plata. Sin embargo y a pesar de lo mucho y muy bueno que hizo, Julie también había tenido sus sombras, y para el cambio de siglo se empieza a hablar más publicamente que tenía la mano un tanto larga. Que el hecho de que no hubiera muchas mujeres en DC tenía mucho que ver con que ciertos miembros de la editorial -como Eddie Berganza, sí- seguían manteniendo ciertos «usos y costumbres» un tanto despreciables, y por supuesto ellos fueron los primeros en correr a celebrar la dichosa violación.
Porque DC tenía que demostrar que ya no era para niños, y DC tenía que salir en los periódicos y en Good Morning America igual que lo había hecho Marvel, que habían sacado un cómic sobre un cowboy homosexual, iban a revelar que Lady Di era mutante y hasta habían contado el origen de Lobezno. Daba igual que se hubieran creado una reputación intachable en el cómic para adultos, que hubieran demostrado una sensibilidad tremenda en Vertigo a la hora de tratar los temas más «complicados», si en los 80 habían plantado cara a Marvel había sido porque Batgirl se quedó en silla de ruedas. Así de simple, así que iban a meter otra vez la carnaza, la tortura, los asesinatos, la sangre, a volverse intensitos, edgy, oscuros y siniestros. A que los superhéroes ya no estuvieran siempre en lo correcto, que sus fines justificaran sus medios, que los villanos fueran más malos que hacer donaciones para quitar el hambre en el mundo a una cuenta en las Islas Caimán… Y todo iba a empezar con Identity Crisis, que iba a ser -y vaya si lo fue- un exitazo en ventas.
Y así nació el proyecto Identity Crisis, por decreto editorial, en un gabinete de crisis en el que, sin que nadie pareciera haber aprendido absolutamente nada de lo que pasó en los 90, todos celebraron el nuevo plan y se pusieron a buscar a un guionista que escribiera el evento, esa historia en la que iban a pasar cosas horribles a la criaturita de azúcar y todo tipo de cosas serias y adultas de gente apretando los dientes, cabreándose mucho y haciendo cosas impensables, porque si en Marvel hasta el Doctor Muerte se había hecho una armadura de carne con su primer amor, ¿por qué el Doctor Light no podía cometer una simple violación una o dos veces? Después de todo, los villanos son malos requetemalísimos y tienen que hacer el mal, ¿no?
A pesar de haber sido un fan de toda la vida y tener amigos guionistas como Judd Winnick, Brad Meltzer no tenía mucha experiencia en esto de los cómics, y en aquel momento había entrado como «famoso» -ya había publicado un par de novelas de éxito notable- tras la marcha de Green Arrow del gran famoso de moda metido a guionista en aquel momento, Kevin Smith que, a su vez, era otro de esos inventos de la Marvel de Joe Quesada tras los que DC iba a rebufo. Meltzer no había hecho nada escabroso en su etapa en Green Arrow, clavaba flechas a Catman y lo había mostrado tomándole el pelo en el mal sentido a sus amigos de la Liga, pero en sus guiones se veía un intento claro de mantener humano a Oliver Queen, con lo que se le veía ya sin miedo a escribir a los personajes clásicos de DC enfrentándose a situaciones complicadas… Y supongo que éso es lo que hizo de Meltzer el guionista adecuado para acometer la fechoría (éso, y tal vez también sus novelas que no me he leído).
Ralph «Rags» Morales ya es harina de otro costal, en aquel momento llevaba ya casi quince años de profesional y tenía historial con los personajes de la editorial; precisamente en aquel momento venía de trabajar en Hawkman con otra estrella emergente, un tal Geoff Johns, un tipo que tenía bastante éxito con planteamientos que en aquel momento se antojaban continuistas. El que a Morales le encargaran un evento como Identity Crisis podía ser visto como todo un ascenso, un reconocimiento a su trayectoria, pero en el momento en el que los guiones llegan a sus manos, algo debía de estar mal. Morales dice que sintió náuseas al dibujar la dichosa escena del cómic, simplemente porque a Meltzer le habían dicho que fuera lo más crudo y duro posible y seguramente para él escribir algo así no debió de ser del todo agradable, pero para un dibujante que hasta entonces ha hecho solo superhéroes, con instrucciones específicas de viñetas, expresiones y demás, obligado a dirigir la escena y a interpretar a los personajes en semejante asunto… No, no era agradable para nadie menos para buena parte del personal editorial de DC, que celebró la llegada de las páginas de Morales -en aquellos tiempos todavía no se funcionaba en digital- por todo lo alto.
Varios testigos certifican -entre ellos Valerie D’Orazio, la ayudante del editor del cómic- que la escena fue tal cual, con un ayudante del editor indeterminado entrando en el despacho de Mike Carlin gritando «¡Ya han llegado las páginas de la violación!». Y hubo gran regocijo, porque de repente DC estaba contratacando, DC iba a molar. Ésta es la DC de verdad, no la de José Luís García-López, la que lo peta de verdad, la de Watchmen, la de Dark Knight, esa en la que pasas Cosas Impensables y La Gente Sangra y Batman Está Enfadado y Hace Putadas Terribles Porque es Batman. DC ya no es la editorial de los cómics felices, ahora hace cómics duros y descarnados, en los que pasan cosas terribles porque ahora somos mayores y muy mayores. DC iniciaba una espiral descendente hasta la más absoluta de las miserias creativas, pero por el camino -y ésto nunca dejaré de admitirlo- subieron en ventas y le plantaron cara a Marvel.