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Identity Crisis (I): El camino del infierno…

Me sorprende, que quince años después y con toda la perspectiva que da el tiempo, todavía haya gente que considere que Identity Crisis fue un buen cómic, una historia que merece la pena recuperar y poco menos que una de las cumbres artísticas de DC Comics. Supongo que si llegaste después de 2004, cuando se publicó originalmente, algunos gurús te habrán dicho que fue un gran cómic, porque DC lo reedita mucho en papel bueno y el tebeo en cuestión cuenta cosas serias, muy serias, con Superman llorando y todos los superhéroes mirando para el suelo. Supongo también que como todo en esta vida, de aquellos barros vinieron estos lodos, y que el esperpento que fue Identity Crisis vino en realidad de muy lejos, de una editorial colocada entre la espada y la pared que recurrió al truco más viejo y fácil de su repertorio. Pero para entender esto creo que tenemos que retrotraernos a finales de los 70… Otra vez.

Como diría el filósofo, «hostia terrible…»

En aquel momento tanto Marvel como DC lo estaban pasando realmente mal, por lo que ambas decidieron pactar una subida de precios… De la que Marvel se desvinculó en el último momento, dejando a DC con un montón de series nuevas en el mercado a un precio más alto que el de la competencia, dando lugar así a la DC Implosion que canceló montones de series y dejó a muchos autores de los más prometedores de la editorial en manos de la Marvel de Jim Shooter. A partir de ahí la travesía en el desierto de DC Comics se prolongará hasta bien entrados los 80, con Marvel manteniéndose muy por delante de su competencia y con los ejecutivos de la empresa matriz, Warner, planteándose seriamente el licenciar los personajes de DC a la propia Marvel. Pero, ¿qué estaba ofreciendo Marvel que DC no tuviera, cuando estábamos hablando de que Superman acababa de estrenar una película de gran éxito y seguían teniendo en cartera personajes de enorme popularidad como el mismísimo Batman? ¿Cuando DC se había quedado precisamente a los Steve Englehart, Marv Wolfman, Len Wein, Gerry Conway y hasta Roy Thomas que habían mantenido a Marvel por encima de ellos durante buena parte de los 70?

Dazzler, fue Dazzler, ¡que hay que decíroslo todo!

La Marvel de Shooter, aparte de licencias como Star Wars, contaba con algo que muy pocas series de DC contaban en aquel momento; etapas a largo plazo que fidelizaban al lector. Series como Uncanny X-Men, Fantastic Four, Daredevil o Thor iban contando historias muy largas, culebrones que mantenían a todos los lectores amarrados de la serie de una forma que solo series como Legión o Titanes podían hacer en DC. Sin embargo, ésto solo es un análisis superficial del problema, porque por entonces la editorial de Superman todavía cargaba con el equipaje de los casi treinta años de las políticas de Mort Weisinger; para el lector habitual DC se traducía en unos cómics autoconclusivos e infantiloides, con lo que aunque a principios de los 70 Denny O’Neil más o menos consiguió modernizar a Batman, fracasó estrepitosamente con un Superman con una masa principal de lectores anclada en la etapa anterior. Y lo mismo pasaba con la Liga de la Justicia, Wonder Woman o Flash.

Ésto era la JLA durante el Thor de Simonson, los Nuevos Mutantes de Sienkiewicz y demás. Ay.

 

Titanes y Legión eran una excepción, un perro verde, y la nueva administración de Jenette Kahn y Paul Levitz empezaron a buscar una diversificación en la editorial; de acuerdo, Superman podía ser más radiactivo que la kriptonita, pero podían buscar lectores de un perfil más maduro con otras series. Es por eso que a principios de los ochenta empiezan a aparecer series «recomendadas para lectores adultos» y series como Swamp Thing o Vigilante empiezan a tomar fuerza; siguen conviviendo muchas de ellas con Superman y Batman, pero de repente autores como Alan Moore empiezan a tratar temas verdaderamente adultos y a llamar la atención de la crítica y el público porque se estaban utilizando ciertos personajes para hacer cosas con ellos que nunca se habían hecho, para hablar cosas adultas, para que les pasaran cosas «de mayores».

Y llegó «la variedad».

La dualidad del trauma y las cosas impensables empieza a inundar DC Cómics con traiciones terribles y muertes de personajes, con historias que hacen dudar de una justicia en blanco y negro como el Juicio de Barry Allen y demás, en algo que algunos interpretaron como una copia del «cómic de autor» -dicho esto con enormes comillas, sí- que estaba elaborándose en Marvel pero que con la llegada de la invasión inglesa se consolidó como una alternativa hasta más interesante que lo que estaba ofertando la competencia. Sin embargo, la bicefalia de DC Comics, el ser adulta por un lado e infantil por el otro, se percibía como un lastre para la editorial. Que lo infantil estaba perjudicando a las ventas de lo adulto, y que lo adulto provocaba que muchos padres ya no se sintieran seguros comprando un cómic de Batman o, peor todavía, del mismísimo Superman. Algo había que hacer y a Marv Wolfman se le ocurrió cruzar La Historia Interminable con el multiverso DC; Mundos morirán, Mundos vivirán, y el Universo DC no volverá a ser el que era.

Hala, a sufrir.

La destrucción del multiverso no nace tanto de la complicación de los guionistas por recordar que pasó en Tierra 1 y que pasó en Tierra 2 como por crear un impacto comercial lo suficientemente grande como para que sirviera de punto de inflexión, de revulsivo para el mercado. Contar una historia tan trágica en la que se mezclaban personajes como John Constantine, Lex Luthor o Sugar & Spike dejaba claro que esta ya no era «la DC Comics de tus padres», a pesar de que hacía mucho que historias de Tierra 2 habían acabado llenándose de muertes y tragedias, ¡hasta habían matado al propio Batman allá por 1979! Y el que más o menos a la vez empezaran a aparecer historias «alternativas» de Batman como Return of The Dark Knight o superhéroes «serios» como Watchmen no hizo más que dejar clara la nueva imagen de DC Comics, la de la editorial madura, seria, adulta.

Poco después Miller y Moore comentarían entre ellos que se habían equivocado, que habían «matado la diversión».

Y aunque en nuestro recuerdo tengamos esa etapa de la editorial como una de las mejores -y probablemente sea la mejor, que por algo es la más reeditada- también es cierto que muchas de las historias publicadas en aquella época ya pecan de algunos excesos, siendo el caso más claro la versión de Mike Grell de Green Arrow en The Longbow Hunters, que intentó tan fuerte ser tan seria e intensita que colocó al bueno de Oliver Queen sin flechas trucadas, encabronado con la sociedad, matando traficantes de droga y ellos respondiendo torturando y violando a la pobre Dinah Drake (que bueno, esto último algunos hoy en día todavía lo discuten, pero cuando Oliver la encuentra ha recibido más palos que una esterilla de coche y no lleva nada más que una camisa que un señor particularmente desagradable está rajando en ese mismo momento). La DC de aquellos tiempos, tanto autores como editores, todavía estaban aprendiendo muchas cosas, pero lo que estaba claro es que la respuesta de Marvel con la creación de personajes como Veneno o la sobreexposición de Lobezno, etapas «más personales» como la de Peter David en Hulk o historias como la Masacre Mutante suenan un poco como reacción a lo que está pasando en DC, a pesar de que la propia Marvel ya había tenido a Frank Miller y otros autores haciendo sus cositas.

Regresos a las esencias como Batman Año Uno consistieron en gran parte en irse de cabeza a lo que se llamó «grim & gritty».

Pero según se acercan los 90 y las fuerzas más o menos deberían estar igualadas, la aparición de los futuros fundadores de Image y el dopaje de la especulación dejan claro que si en tu editorial no pasa un evento gordo en cada serie tres o cuatro veces al año, es que estás haciendo algo mal y estás perdiendo dinero. Hay que matar a Gwen Stacy todos los meses, los superhéroes se tienen que volver locos, Superman y Batman deben de morir y ser sustituidos «para siempre», las ciudades imaginarias deben de ser arrasadas, Kyle Rayner mola más que Hal Jordan, ¡dónde va a parar! En una situación en la que a Marvel se le ha ido todo de las manos y solo vende más por la inercia que tienen nombres como X-Men, DC mantiene una imagen de sello adulto y de calidad con Vertigo, pero sus series de universo, a pesar de tener algunas excepciones de muy buena calidad, empiezan a caer en una espiral descendente en la que Titanes o Legión acaban desapareciendo mientras que Batman y Superman empiezan a multiplicar su número de series como setas otoñales. Y sí, muere Superman, pero también destruyen Metrópolis, «asesinan» a Clark Kent, Gotham acaba metida en una pandemia, sufre un terremoto y acaba la década siendo declarada tierra de nadie, llegando todo a un punto en el que parece que ya no se sabe ni que hacer.

Y aun así No Man’s Land sirvió para «limpiar» al personaje de una espiral de eventos un tanto cansina.

Sin embargo y mirándose en el espejo de Marvel, lo cierto es que para finales de los 90 la situación pega un vuelco, y se intenta volver a las esencias. Si la JLA de Grant Morrison ya había empezado a hacer girar la aguja en dirección contraria, el lanzamiento de Heroes Return o el regreso de la JSA marcan una moda retro que coloca a series como Vengadores como las primeras en ventas, por encima del monopolio de X-Men, Spawn y demás. Y aunque en muchos casos son historias un tanto onanistas, basadas más en el remake que en ideas nuevas, los lectores de la época apreciaron esa vuelta a la tranquilidad, a las esencias de los personajes, y así es como en Superman Joe Kelly y Steve Seagle empiezan a recuperar hasta elementos precrisis mientras Batman surge de Tierra de Nadie con unos Greg Rucka y Ed Brubaker que aportarán historias clásicas, detectivescas, otorgándole al personaje una etapa más cuerda en la que no dejaban de pasar «cosas» pero todo parecía atender a un plan definido. Sin embargo la alegría no podía durar, porque es más o menos en ese momento en el que Joe Quesada y Bill Jemas llegan al poder en Marvel y empiezan a ponerlo todo patas arriba dominando todo el debate de los lectores, obligando a DC a contratacar con una figura parecida… Llamada Dan DiDio.

Y su primer mensaje fue claro: ¡Necesitamos una violación!

 

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