Preguntadle a Bob Harras qué es lo que estaba haciendo en 1989 y os dirá que estaba editando Uncanny X-Men. Dirigiendo el barco, intentando que no se estrellara contra las rocas, que el capitán Chris Claremont no perdiera el rumbo y se olvidara de qué era la Patrulla X. Preguntadle a Chris Claremont o a Louise Simonson y probablemente tendréis una respuesta muy diplomática que podría resumirse en que lo que estaba haciendo era… «Molestar».
Inferno se vendió como una conclusión, pero siempre fue un punto de partida. Louise Simonson había sido durante años la editora de Claremont en Uncanny X-Men y en New Mutants, y los dos se habían entendido la mar de bien durante todos años, describiendo su proceso creativo como uno en el que Claremont lanzaba ideas hasta que Louise empezaba a interesarse en ellas. Los dos habían hecho evolucionar la serie principal y sus spinoffs desde una propuesta a la actualidad, y por eso los dos creían que podían llevarla hacia el futuro; un futuro por el que, para llegar a él, primero había que zanjar algunos asuntos, aunque fuera temporalmente; por parte de Louise Simonson estaba el problema de Illyana Rasputin y su lenta transformación en la Niña Oscura, además del ya mencionado asunto Cíclope. Por parte de Claremont, además del asunto Madelyne que es el mismo que el asunto Cíclope, estaban también los Merodeadores y el dichoso Mister Siniestro, que llevaba coleando ya un par de años y la gente (Bob Harras) empezaba a impacientarse.
De hecho, Harras consideraba que esos cabos sueltos no podían abandonarse durante tanto tiempo, mientras que Claremont era firme defensor de que los villanos eran como el buen vino, hay que dejarlos fermentando y malmetiendo en segundo plano el máximo tiempo posible antes de la confrontación final. Así, para Claremont el enfrentamiento «final» de Inferno de Mister Siniestro contra la Patrulla X y Factor X no era más que una primera escaramuza, un espejismo de finalización de cara a que Siniestro reapareciera en un futuro más poderoso que nunca; ahí probablemente se revelaría por fin la verdad detrás de Mister Siniestro con la famosa historia del matón del orfanato de Cíclope… Y precisamente por eso Madelyne en Inferno renombra al hijo de ambos como Nathan para horror de Scott, que quería llamarlo Christopher Charles en honor a sus dos padres (y con Christopher me estoy refiriendo a Corsario, no a Claremont).
Tampoco debemos olvidarnos de la que la batalla final de esta historia transcurre en las ruinas de la Escuela de Xavier, toda una declaración de intenciones tanto por parte de Simonson como de Claremont que a Harras no acaba de convencerle mucho; puede que en un principio lo permitiera, pero no tardará en pedirle a Claremont por activa y por pasiva que vuelvan a lo que La Patrulla X debe de ser, una escuela, mientras que Claremont tiene otros planes. Por eso yo diría que, con todos sus problemas, probablemente sea Inferno el último crossover en el que Simonson y Claremont se salen con la suya, porque aunque se les fuerza a cerrar varias tramas aunque sea de forma temporal, lo hacen en sus propios términos, y así es como podemos entender la corrupción y «caída en desgracia» de Madelyne Pryor.
Porque la corrupción de Madelyne Pryor es paralela a la de Kaos, y empieza en el número 232 de Uncanny mientras la Patrulla X está pegándose con el Nido; básicamente la cosa empieza cuando a través de los ordenadores de los Cosechadores por fin descubre que Cíclope ha vuelto con Jean, lo cual le provoca tal disgusto que rompe de un puñetazo el pantallón de su ordenador y el cacharro se venga electrocutándola y dejándola KO un rato, momento en el que tiene un sueño que la pone en contacto con S’ym, uno de los demonios del Limbo de Illyana Rasputin que lleva años buscando rebelarse contra la Niña Oscura (no, no es casual que unos pocos números antes Claremont hiciera aquel número junto a Leonardi sobre Illyana y Coloso).
Durante el «sueño» que no es tal, S’ym la tienta con grandes poderes que ella acepta pensando que todo es un sueño, pero un cuerno, los poderes la corrompen y a partir de ese momento se va volviendo más chunga, seduciendo al hermano de Scott Alex, ocultando al resto del grupo que Factor X está compuesto por la Patrulla X original y que en realidad solo se hacen pasar por «cazadores de mutantes», reventando genoshanos con sus poderes arcanos…
Maddie cada vez está más a gusto con sus nuevos poderes secretos, por lo que no tarda en hacer otro trato con otro demonio, N’astirh, para que le ayude a vengarse de los Merodeadores y le devuelvan a su hijo… Y así es como acaba en los sótanos del orfanato en el que se crió Cíclope y encontrándose cara a cara con Siniestro. Dejando de lado el «convertir a la mujer que sobra en una loca», aquí es donde empieza uno de los puntos polémicos de Inferno, al mostrarnos a Madelyne como un simple clon de Jean Grey. Por lo que cuenta el propio Siniestro, cuando Jean era niña él planeó matar a los padres de ella para poder «incorporarla» a su orfanato, pero Charles Xavier se le adelantó al ponerse en contacto con la familia y por ello tuvo que conformarse con hacer un clon de la niña, el cual fue un fracaso porque nunca fue «funcional». Sin embargo y al suicidarse Fénix en la luna, una parte del mismo se alojó en el cuerpo del clon fallido y lo «activo», creando a la Madelyne que todos conocemos. Nunca me gustó este origen para Madelyne porque creo que el personaje merecía mucho más ni creo que su situación requiriera una «resolución inmediata», pero supongo que pero habría sido dejar al personaje de secundario y Lobdell se hubiera encargado de «solucionarla». Peores cosas hemos visto, ¿verdad?
La «solución» de Simonson y Claremont es burda y un tanto torpe, forzada seguramente por un Harras que quería simplificar los mutantes lo máximo posible, tal vez hasta hacer Uncanny más cercana a Factor X, con menos subtramas y más peso de la «historia principal». Madelyne y la «Jean Fénix» son fusionadas a Jean Grey, que absorbe las dos personalidades y asume la maternidad del pequeño Nathan Christopher Charles Summers, asunto arreglado. Por la parte de Uncanny, Inferno es el reencuentro de la Patrulla X con Factor X, la resolución de Madelyne (mezclándola con la trama de Magik en Nuevos Mutantes, sí) y de la trama de Siniestro y los Merodeadores, pero no creo que ni Simonson ni Claremont vieran Inferno como «el final» que le habían vendido a Harras.
Puede que Maddie se hubiera convertido en una patata caliente y que en aquel momento quisieran pasar página al asunto para no perjudicar más al personaje de Scott, pero lo que está claro es que Claremont configuró a Siniestro como un clonador compulsivo, y que su muerte no era tal cosa porque hasta el propio Cíclope no cree haberlo matado, que Siniestro volvería tarde o temprano. Y que la idea era que volviera pronto, porque como ya comentábamos la semana pasada al hablar sobre las «Guerras Mutantes», una de las facciones era la de Siniestro y los Merodeadores, lo cual hace que nos preguntemos hasta que punto Claremont no tenía planes para continuar no solo la historia de los Merodeadores y sus motivaciones para llevar a cabo la Masacre, si no una posible «resurrección» de Madelyne.
En cualquier caso, y como decíamos más arriba, al final Claremont se sale con la suya e Inferno acaba con la mansión totalmente destruida. Es la evolución que él buscaba a cambio de una solución de compromiso para un par de subtramas que pensaba retomar en un futuro, así que doy por hecho que esta concesión de Bob Harras es algo temporal y que el editor daba por supuesto que iba a ser reconstruida más pronto que tarde. Y así lo fue, pero lo que nadie se esperaba es que fuera por encima de Chris Claremont.