Se nos ha casado -o por lo menos en ello anda- el Doctor Muerte, ¡EL DOCTOR MUERTE! ¡Y no nos ha invitado a la boda, ni nos ha mandado un jamón ni nada, seguramente porque sabe que somos más pobres que las ratas y que claro, no le íbamos a regalar nada! ¡Pues que le zurzan a él y a su señora, hala! Pero claro, te pones a leer el cómic del bodorrio y… Joder, la que se avecina.
Porque la primera interrogante que nos surgió al oir que el bueno de Víctor se casaba pues fue lo de siempre, ¿no? ¿Habrá canapés de caviar ruso o iraní? ¿Habrá que ir con corbata o con la armadura ya vale? ¿La ceremonia será por el rito gitano o el latveriano? ¿Cómo de alta tendrá que estar la música durante el baile para que no se oigan los engranajes de la armadura? ¿Habrá que ir con corbata o con la armadura ya vale? ¿El brindis será con pajita o Victor se quitará la máscara de una vez por todas? Son dudas razonables, lógicas que todo latveriano de bien se hace, pero todas quedan eclipsadas por la duda más importante: ¿quién es ella?
Ella no es ni una actriz ni una presentadora de telediario, ni siquiera es una noble de segunda elegida como quien se la coge con papel de fumar para evadir el espinoso asunto de la cosanguinidad pero a la vez impedir que el Rey se case con una simple plebeya; ella es Victorious aka Zora Vukovic, una arribista fanática inventada por Dan Slott en el primer número de su etapa en los 4 Fantásticos. Salida de la nada en los cómics pero con una larga trayectoria fuera de ellos, Zora es la hija de dos espías Symkarianos infiltrados en la Madre Patria al más puro estilo The Americans que ocultaron su condición de espías a su hija hasta que fue demasiado tarde y la moza se volvió más latveriana que la columna diaria de Boris Karela en la Gaceta de Doomstadt, desfaciendo la última excentricidad de las plutocracias para convertir Latveria en otro de tantos estados títeres del Fondo Monetario Internacional y reinstaurando a Su Alteza Real al trono del que nunca debió de ser separado. Por supuesto, y como la generosidad de Muerte tiende a infinito, Zora recibió el poder cósmico en pago por los servicios prestados, con lo que ahora es la superhéroina oficial de Latveria, dejando en el más completo de los ridículos a los mamarrachos empijamados de ultramar, ¡faltaría más!
El caso es que la Boda Real empezó a relatarse allá por el 677 de Fantastic Four (número 32 del volumen 6 de la Era Herética) cuando una abnegada Victorious -o Victoriosa, lo que sea con tal de que tenga que ver con Victor- acepta el inmenso honor de ser casada con Su Alteza… Justo después de zumbarse a un Johnny Storm que, en sus propias palabras, «suele hacer estas cosas». La escena llega a tal punto de delirio telenovelesco que Muerte la nombra prometida suya justo en el mismo momento en el que él está escondido debajo de la cama de ella, pero vamos a pensar que los dos son adultos y lo ocurrido es un incidente puntual, y que ella antepone Latveria y al Rey de los Latverianos y Latverianas por encima de una noche tonta con un rubiales pusilánime sin ningún futuro que vive a la sombra de su cuñado el farsante y trilero. Un cabeza hueca que, no lo olvidemos, se casó con la novia de su mejor amigo -aunque en realidad ella era un skrull que llegó hasta a poner un huevo- y ahora mismo supuestamente había encontrado a su alma gemela en una alienígena con plumas que a buen seguro también pondrá otro huevo, siguiendo una pauta que certifica una tremenda carencia anatómica en el cuerpo del muchacho. Y no, no me estoy refiriendo solo a su cantidad de materia gris, si no a sus huevos, esos que intenta vaciar a la mínima oportunidad y con tan poco tino.
Otro asunto que no debemos pasar por alto es el de la gallardía y tremendo «fair play» de Su Alteza Serenísima, que tuvo a bien invitar a su propia boda al Maldito Reed Richards, hacerlo su padrino y hasta invitó a toda su siniestra familia. Eso sí, buenos somos pero nunca tontos, manteniéndolos bajo las más rigurosas medidas de seguridad. La razón por la que Su Alteza decidió tal merced para un ser tan zafio probablemente se deba a una hermosa costumbre que se remonta a la Edad Media, cuando en las bodas latverianas existía la figura del Invitado Grotesco, que venía a ser un gesto solidario basado en invitar al hermano tonto y feo -y, probablemente no deseado- de alguna familia del pueblo para que saliera del sotano durante un día y tratarlo como si fuera una persona normal. Con Richards y los suyos se hace eso mismo, pero por supuesto en el número 678 pagan mal dicha generosidad forzando a la pobre Victoriosa a revelar su noche de lujuria con el niño tonto y deshuevado justo en el peor momento posible, provocando la justa ira de Muerte y llevándonos a una situación digna de un sainete o, como dicen los modernos, de La Que se Avecina. Y tortas se presumen para el próximo número.
Tras un par de años de vaivenes y no encontrar el norte -ni un dibujante permanente, para que negarlo- Dan Slott parece que ha encontrado en RB Silva su cómplice habitual y en el sainete culebronero su zona de confort, con lo que, aunque no parece que vayamos a ver una explosión de creatividad kirbyana ni siquiera Slottiana al más puro estilo de lo que se vió en su Silver Surfer con Mike Allred, parece que las semillas que ha ido plantando el guionista durante los dos últimos años parecen empezar a germinar. Que ya era hora, y que narices, si me han dado pie a divertirme más todavía escribiendo esto, bienvenidas sean.