Retomamos el repaso a la historia de los cómics infantiles de DC; lo habíamos dejado con Mort Weisinger arruinando Batman (lo puso a pegarse con marcianos) y un poco menos a Superman (le pegaba más pegarse con marcianos) con lo que DC pasó a ser la editorial de las cinco series de Superman y sus sidekicks y, marginaditos en una esquina el resto de superhéroes, forzando a la editorial a explorar todos los géneros posibles y relegar completamente la idea de convertir DC en una fábrica de clónicos de Superman.
Los años 50 y el Comics Code suponen todo un mazazo para esos intentos de «diversificación», porque el encorsetamiento que supone seguir esas reglas de autocensura supone renunciar a cualquier público que no sea el infantil; lo más parecido a material para adultos o jóvenes que les quedará serán westerns o cómics bélicos como Our Army At War o War Stories; por la misma época aparecen licencias como Adventures of Dean Martin & Jerry Lewis, que con el tiempo se convertirían en la cabecera en solitario del segundo, aunque dudo mucho que por si misma aguantara la economía de la editorial. Así y con la sombra de Fredric Wertham todavía presente, década terminará con series como House of Secrets tratando de asomarse tímidamente al hueco dejado por la EC Comics, pero en realidad era poco más o menos un intento de meterse en el mercado de los monstruos que a editoriales pequeñas como Marvel les había venido tan bien. Aunque ni falta que hace, porque en nada Flash, Green Lantern y la Liga de la Justicia harán su aparición en un momento en el que los animalitos prácticamente habrán desaparecido y lo único que quedará de ellos serán especiales como TV Screen Cartoons, que mostraba cómics basados en las licencias de animación de Columbia como Fox & Crow (que llegaron a tener su propia serie en DC) o Flippity & Flop. Y si alguien se está preguntando por qué hacían los animalitos de la Columbia y no los de Warner, que tenga en cuenta que en aquel momento DC todavía no pertenecía a la Warner y no tenía acceso a Bugs Bunny.
Aun así, creo que aquí hay que hacer un alto en mitad de todo el renacimiento superhéroico para hablar de Sheldon Mayer, verdadero impulsor en National Comics del material infantil y creador entre finales de los 40 y principios de los 70 de series como The Three Mouseketeers, Leave it to Binky (de perfil más juvenil) y el gran cómic infantil de DC Comics por excelencia, Sugar & Spike. Sugar and Spike es, básicamente, Rugrats antes de los Rugrats. Mayer era uno de los editores que se incorporó a DC a través de la absorción de All American, donde ya había creado series como Mutt & Jeff, además de participar como editor en la creación de la JSA y casi todos sus miembros en particular.
Llegan los 60 y el enfoque Weisinger de «los superhéroes son para niños de 10 años y deficientes mentales de más edad» se mantiene en todas sus series, a pesar de que algunos perros verdes a cargo de Julie Schwartz discutan levemente esa afirmación. Fox and the Crow mantienen su propia cabecera y los incombustibles Sugar & Spike aguantarán el tipo hasta que Mayer tiene que dejar la serie por problemas de salud a principios de los 70, más o menos con el final de la era Infantino; es más o menos en ese momento cuando DC se empieza a transformar de arriba a abajo y toda la línea superhéroica de la editorial aprovecha la relajación del Comics Code para volcarse en el cómic juvenil gracias a autores como O’Neil, Adams, Aparo y demás. Y sí, a pesar de algunos pasos en falso como la etapa del propio O’Neil, Superman sigue encerrado en el weisingerismo y de ahí no habrá quien lo saque, por lo que en gran parte podría seguir considerándose que era un cómic infantil.
La llegada de Jenette Kahn y la implosión de finales de los 70 deja la editorial bajo mínimos, enfocada por completo a competir con DC y sin un solo cómic infantil propiamente dicho más allá del comic basado en la serie de TV de la JLA, Superfriends. A pesar de la presencia mediática de esta última serie y el estreno de la película de Superman, en lo que queda de los 70 hasta mediados de la siguiente DC estará contra las cuerdas, totalmente noqueada por una Marvel que acapara las listas de ventas y todas las licencias jugosas, a pesar de que la propia Marvel tampoco lo estará pasando nada bien en aquel momento y absolutamente todo el mundo se paseara por aquellas primeras convenciones de cómics jurando y perjurando que el mundillo se acababa, una tradición que duraría hasta nuestros días.
Pero tampoco nos vayamos a engañar, lo que ha hecho DC es abandonar los cómics exclusivamente para niños, y en ese momento está ofreciendo series para un público infantil/juvenil. Empezará, eso sí, a introducir series de un perfil más adulto como Swamp Thing o el Thriller de Robert Loren Fleming y Trevor Von Eeden, que junto a otros proyectos como el Ronin de Frank Miller abrirían las puertas de la editorial a proyectos «no superhéroicos» y de perfil adulto, provocando que el éxito de Watchmen, Return of the Dark Knight y demás series volcaran a gran parte de los autores de la editorial a hacer cómics cada vez más y más gañanes, más «adultos», con lo que el global de la línea pasó a tener más un perfil de adolescentes para arriba; podías perfectamente leer Superman, sí, pero de vez en cuando igual se le iba la olla y mataba a unos kryptonianos y se convertía en un vigilante chungo sonámbulo, y eso por no hablar de lo animalico que se había vuelto el Joker. Son cómics que muchos los leímos de críos y salimos (más o menos) bien, pero que tampoco se puede decir que sean precisamente una película de Pixar.
Es en 1989 y ya con la línea Vertigo a punto de caramelo cuando DC se da cuenta de que puede hacer cómics de los Looney Tunes. Empiezan tímidamente con Looney Tunes Magazine y Tiny Toons Magazine, basado en la «reimaginación» de Spielberg de los Looney Tunes originales, pero para el año siguiente ya veríamos a Bugs Bunny con cabecera propia… Que sería cancelada en el número 3. Que le vamos a hacer, aquello fue un paso en falso, en aquel momento solo vendían los tipos hipermusculados con dentaduras imposibles y multiples portadas reflectantes, con lo que imagino que entre tanto poster del Joker reventando adolescentes con una tubería oxidada los niños no fueron capaces de encontrar su tebeo de Bugs Bunny, así es la vida.
Afortunadamente, poco después la serie de animación de Batman haría su aparición y tendría su homólogo en los cómics, con lo que poco a poco DC pudo empezar a tener algo de material para la chavalería. Apenas se notaba entre los casi 100 títulos que sacaba la editorial al mes en aquel momento -aquello si que era colapsar el mercado- pero tampoco se puede decir que a la editorial le importara mucho, en aquel momento Vertigo y todas sus reimpresiones en paperback le estaban haciendo de oro, sumado a que, bueno, el boom de la especulación también les vino la mar de bien. Eso sí, en 1994 aparecerá otra serie de Looney Tunes que, esta vez sí, será la buena y durará hasta nuestros días, con lo que ahora mismo va por los doscientos cincuenta y pico números. Nada mal para los «funny animals».
A partir de entonces empezaremos a ver asomar de vez en cuando a las propiedades de Warner y Hannah Barbera periódicamente por la editorial; Scooby Doo, Los Picapiedra, además de otras propiedades «menos añejas» de Cartoon Network como El Laboratorio de Dexter o Las Supernenas, que se sumarían a Superman Adventures o Justice League Adventures, que durarían hasta 2004 y en cuyas páginas se publicarían algunas de las mejores historias de dichos personajes por la época; por poner un ejemplo claro, Superman Adventures contaría con la firma de guionistas como Scott McCloud, Mark Schultz o un Mark Millar demostrando que cuando se pone puede hacer buenos tebeos y no mamarrachadas.
Poco después, allá por 2008 y ya con la línea infantil consolidada mediante licencias, DC lanzaría Tiny Titans, serie que probablemente inspiró el «relanzamiento» de la serie de animación de Teen Titans que acabaría siendo Teen Titans Go!. Con esto DC no solo cabrearía a los fans de la anterior encarnación de los titanes, si no que iniciaría una línea completa de «reimaginaciones» de sus personajes que tendría continuidad en DC Super hero girls, Bombshells y demás proyectos, alguno de ellos multiplataforma pero con una vocación constante de reformular los personajes a un público distinto. Y sí, es en ese momento en el que empezamos a ver proyectos ya no solo infantiles, si no Young Adult; los cómics de DC para entonces ya han pasado Identity Crisis, Wonder Woman ha asesinado en directo a Maxwell Lord y los superhéroes de DC, aunque tremendamente adolescentes, tienen una carga de violencia no apta para todos los públicos, con lo que toca hacer historias para adolescentes normales que no estén obsesionados con la violencia.
Así es como llegamos a nuestros días con series como Titans: Raven/Beast Boy, Supergirl – Being Super o Harley Quinn Broken Glass, además de «novela gráfica para niños» (tela con el término) como Dear Justice League, Dear DC Supervillains o Metropolis Grove, cómics la mar de válidos, de una calidad hasta superior a lo que está publicando DC en su línea regular ahora mismo y en los que, tristemente, estoy viendo más a los personajes originales que en sus propias cabeceras.
Sí, es triste pensarlo, pero el momento en el que DC empezó a disociarse de si misma fue precisamente en los 80, con la invasión de los británicos melenudos. Desde luego no es nada que no supieramos, pero es realmente descorazonador el ver como personajes como Superman han acabado totalmente despegados del concepto «all ages» hasta el extremo de que el justiciero que hablaba de hipotecas ya es más «family friendly» que el actual. Cosas que pasan.