Ya llevábamos mucho tiempo por aquí sin hablar de uno de mis personajes favoritos, así que hoy toca reseñar otra de esas sagas épicas que hicieron tan grande al Juez Dredd. Un personaje (y unos lectores) al que en 2000 A.D. no parecían querer dejar ni un instante de respiro, y por ello nada mas regresar de su turbulenta gira por la desértica Tierra Maldita, el famoso Juez se encontró con que Mega-City 1 no era un lugar mucho mas tranquilo. Y es que en esta ocasión el enemigo a batir no eran un puñado de criminales comunes, robots rebeldes, agentes de una Megaciudad extranjera o deformes mutantes, sino uno de los suyos, un Juez. Así que sin mas preámbulos vamos a saltar a 1978 (que no mola tanto como los 80 pero casi) para visitar el día en el que la ley murió…
Tras su triunfal regreso de su misión para salvar a Mega-City 2 de la plaga que la asolaba y que le llevo a cruzar la Tierra Maldita, y ser recibido como un héroe, las tornas no tardan en cambiar para el Juez Dredd cuando es acusado de asesinar a sangre fría a unos periodistas y sentenciado por sus camaradas del departamento de Justicia a veinte años de prisión en la colonia penal de la luna de Titan. Un crimen que Dredd no ha cometido, pero del que ha sido falsamente incriminado por el Juez Cal, líder de los SJS (Special Judicial Squad, la Gestapo/Asuntos Internos de los Jueces). Este le considera uno de sus obstáculos en sus planes para convertirse en Juez Jefe y doblegar Mega-City 1 bajo su voluntad, y la situación derivara en algo tan extremo que obligara a Dredd a hacer lo impensable, quebrantar la ley para llevar la justicia a su ciudad…
Esta saga es una de esas en la historia de Dredd en las que la sátira que hizo grande a al personaje da un pequeño paso atrás (aunque sigue presente) para saltar de lleno a la acción sin frenos. Y es que como numerosos autores de Dredd han comentado en el pasado, pero a que habitualmente este es lo que nació para ser, una sátira del fascismo con mayúsculas, un fanático de la ley en el que no hay mucho espacio para la compasión o la compresión (aunque esto son cosas que han ido cambiando lenta y bastante consistentemente a lo largo de sus cuatro décadas de historia) hay determinadas situaciones extremas estas le convertían en un personaje heroico (por muy fascista que sea, si me atacan los Jueces Oscuros le querría a mi lado) y un Juez corrupto, megalómano y mentalmente inestable que da un golpe de estado y sume a la ciudad en el caos mas absoluto es una de esas situaciones extremas.
Y este villano, siguiendo la tradición de los cómics británicos de la época, surgía de la inspiración nada disimulada en otros medios. Y es que resulta imposible no ver al Juez Cal (diminutivo de Caligula) y acordarse inmediatamente del Caligula que interpreto John Hurt en Yo, Claudio, serie que la BBC había estrenado tan solo un par de años antes. Una inspiración que como solía ser marca de la casa se llevo hasta el extremo, haciendo del Juez Cal uno de los villanos mas memorables y enajenados que han pasado por las paginas de la famosa revista. Nombrar a un pez como su principal consejero, obligar a sus jueces a disfrazarse, ejecuciones sumarias sin sentido, condenar a muerte a toda la población o incluso construir un gigantesco muro que les aísle del resto del mundo (de que me sonara a mi eso) Para Cal no había limites ninguno y se aprecia a lo largo de la historia que John Wagner (bajo el seudónimo de John Howard) se lo paso de miedo escribiéndola.
Una historia frenética que no deja ni un momento de respiro ni a un lado u otro de las paginas y en la que asistimos con angustia a los desesperados intentos de Dredd y su pequeño grupo de aliados de romper el férreo control de Cal sobre la ciudad y destruir su parodia de justicia para volver a imponer LA (su) Ley. Una historia que ademas tiene la peculiaridad de haber sido (a su manera) la principal fuente de inspiración para la película del Juez Dredd que protagonizó Silvester Stallone, en la que se mantuvo el esqueleto argumental básico de la historia pero que lamentablemente no fueron capaces de hacer justicia al original (y es una pena porque a nivel estético la película sigue siendo muy buena, lastima que fallase todo lo demás)
Pero The Day the Law Died es también una historia famosa por contener algunas de las escenas artísticamente mas atroces de la historia del personaje pese a contar con grandes autores como Brian Bolland, Ron Smith o Mick McMahon entre otros. Es este ultimo, quien pese a ser un artistazo que no ha dejado de evolucionar y mejorar con el tiempo, en aquella época no era mas que un novato muy verde de apenas veinte años que acaba de dibujar buena parte de la saga anterior y al que quizás el cansancio o el agobio de las fechas de entrega (que en una revista semanal y teniendo que entregar el trabajo físicamente debían ser una locura) le hicieron entregar unas paginas muy por debajo de su nivel y que durante una temporada fueron motivo de cachondeo por parte de sus compañeros.
Aunque momentos de flaqueza artística a un lado, The Day the Law Died sigue siendo, cuarenta años después de su publicación, una de las sagas mas recordadas y memorables del personaje, de formas mas que merecida, en la que de nuevo sus creadores probaron que cualquier cosa era posible en la serie(y lo que quedaba por ver) y ademas nos dieron a un villano impagable que cuatro décadas después sigue siendo de los mas recordados. Pero Dredd aun tenia en el horizonte una de sus pruebas mas duras, una historia que nos mostró que Dredd podía llegar a parecer heroico en determinadas circunstancias pero que también podía ser un autentico monstruo si se lo proponía. Aunque eso sera algo que veremos mas adelante cuando toque reseñar Apocalipsis War.