Era el 30 de agosto del año 2000 y el mundo tenía otra pinta. Era el verano de «Eliansito el niño balsero» que había traido de cabeza a la diplomacia cubana y norteamericana, la desaparición del submarino nuclear Kursk en el mar de Barents y, ya en un apartado menos dramático, la Nintendo Gamecube se presentaba con la misión de devolver a Nintendo el trono que había perdido durante la generación de consolas pasada mientras Squaresoft consumaba su traición a la gran N sacando su tercer Final Fantasy para Playstation. Y el 30 de agosto de 2000, Joe Quesada fue nombrado editor en jefe de Marvel Comics.
Visto con cierta perspectiva, el nombramiento no debería habernos sorprendido en lo más mínimo. Habían pasado seis años del estallido de la burbuja especulativa, cinco desde la Marvelution y cuatro desde que el presidente de Marvel, Jerry Calabrese, pasara por encima del Bullpen para contratar a Jim Lee y Rob Liefeld para que les enseñaran a hacer su trabajo y fracasaran en el intento. El predecesor de Quesada en el puesto de editor en jefe de Marvel, Bob Harras, había capeado el temporal como buenamente pudo con la quiebra de 1996, y al año siguiente el nuevo presidente de Marvel, Joey Calamari, repetía la operación Heroes Reborn pero de forma más discreta: llamaba a Gareb Shamus, el director de la infame revista Wizard, para preguntarle quién era la estrella ascendente del momento. Gareb, siempre siendo Gareb, le habló de las fiestas organizadas por los fundadores de Event Comics, unos fulanos llamados Joe Quesada y Jimmy Palmiotti, que por lo visto eran la mar de simpáticos y hasta habían conseguido ciertos tratos interesantes con Hollywood, y precisamente a Hollywood era donde quería ir Marvel. Calamari contrató a los dos con el objetivo de hacer una versión más modesta de Heroes Reborn, pero para un Bullpen cuya experiencia y oficio era despreciado sistemáticamente por una gerencia que había perdido completamente el norte y le exigía reeditar las cifras de venta de la especulación, aquello no fue menos molesto ni insultante.
El nuevo sello de Quesada y Palmiotti, Marvel Knights, iba a trabajar con personajes de segunda fila o en horas bajas -El Castigador, Pantera Negra, Inhumanos y el más importante, Daredevil- trayendo una mezcla de viejas glorias, nuevos talentos y estrellitas de Hollywood como autores, consiguiendo un gran éxito de ventas y -esto es lo que dolió más en el Bullpen- de crítica. Daba igual que el Daredevil de Kesel y Cary Nord hubiera sido una de las mejores etapas del personaje desde los tiempos de Nocenti y Miller, el Daredevil de Kevin Smith lo eclipsó absolutamente todo. Daba igual que «underdogs» como Heroes de Alquiler, Thunderbolts, Ka-Zar, Mercurio y demás series del Bullpen hubieran conseguido devolver a Marvel la cordura y la estabilidad, las series de Marvel Knights, aupadas por una Wizard y un Gareb queriéndose a si mismo, subían a lo más alto y se llevaban todo el interés del público. Joe Quesada era una fuerza a tener en cuenta mientras Bob Harras era el pasado, el que no había sabido estabilizar una burbuja imposible y el que, a pesar de haber reconocido su error al prescindir de Chris Claremont en X-Men y haberlo vuelto a contratar como su mano derecha, lo único que estaba consiguiendo en aquel momento era hundir a Spiderman, a X-Men y a cualquier cosa que no fueran Los Vengadores. Y entonces apareció Bill Jemas.
Bill Jemas era uno de tantos ejecutivos venidos de Harvard, con su título de derecho colgado en su despacho pero que se había limitado a trabajar en marketing en Fleer y en la NBA, sin ninguna experiencia en cómics como si habían tenido presidentes de Marvel anteriores como los propios Calamari o Calabrese. Jemas llegó a Marvel queriendo revolucionarlo todo, buscando lo que estaba bien y lo que estaba mal, y si alguien en su sano juicio habría querido poner paz en la empresa y tranquilizar las aguas, Jemas tenía una política de montar pollos tremenda, buscando el escándalo publicitario de todas las formas posibles. Así, llega al cargo con un objetivo claro: hacer con Marvel algo distinto, algo que no se había hecho hasta entonces, unas Crisis. Aquel absurdo dejaba tremendamente claro que Bill Jemas no debía haber oído hablar de Heroes Reborn…
Su idea era muy simple: según él, series como X-Men eran incomprensibles. Y si un graduado en derecho como él era incapaz de comprender algo, ese algo era una mierda y había que tirarlo abajo. Así que decidió crear la línea Ultimate, que empezaría desde cero y a largo plazo serviría para sustituir a Spiderman o a los X-Men originales cuando todo el mundo se diera cuenta de que lo anterior no valía para nada. Encargó la creación de la nueva línea a Bob Harras, que horrorizado ante el percal no fue capaz de entregarle un proyecto lo suficientemente rompedor, con lo que llamó a Joe Quesada para una reunión creativa al respecto para que le dijera a Harras que era lo que estaba haciendo mal, todo esto a pesar de que Bob no dejaba de ser su jefe, aunque solo fuera nominalmente. Quesada recuerda la reunión con horror, pero lo cierto es que le sirvió para impresionar tanto a Jemas como para que le transfiriera la línea entera y lo pusiera a reclutar a los Millar y Bendis. Harras había quedado ya marcado del todo, y el ascenso de Joe Quesada era solo cuestión de tiempo…
Y claro, llegados a este punto y cuando nos acercamos al veinte aniversario del Quesadismo -aunque Joe hace mucho que dejó de ser EiC, su influencia todavía se nota bastante hoy en día- tenemos que darnos cuenta de que muchos de los lectores de hoy en día no son capaces de concebir una Marvel anterior a Joe Quesada. Y mientras para muchos de ellos la situación en el género es completamente normal y somos nosotros los que hemos perdido el norte y el tren de la modernidad, igual no nos viene mal a todos echarle un vistazo a la foto fija sobre lo que se estaba publicando en Marvel en agosto de 2000, el mes en el que se hacía oficial que Joe Quesada tomaba el control de una Marvel que iba a ser puesta patas arriba y de la que solo supervivientes natos como Tom Brevoort iban a salir indemnes. A partir de la semana que viene vamos a repasar los cómics que estaba publicando la editorial en aquel momento, con una «foto fija» que nos permitirá ver que es lo que se ha perdido y lo que se ha ganado en todo este tiempo. Que nadie saque conclusiones apresuradas; a veces lo que se ha perdido ha sido tan anecdótico como que los personajes ya no fumen o los cuadros de texto citando números anteriores, pero lo cierto es que los cómics pre Joe son muy distintos a lo que podemos ver hoy en día ya no solo en Marvel, si no en toda la industria norteamericana.
Y empezaremos con el cómic y el guionista que marcan realmente el inicio del Quesadismo y supondrán el modelo a seguir: Brian Michael Bendis y el primer número de Ultimate Spider-Man.