Todo empezó cuando el Capitán Billy tuvo que cerrar el bar y se montó una editorial. Wilford Hamilton Fawcett había nacido en 1885 en Ontario (Canadá) y era uno de esos tipos que se había hecho a si mismo, habiéndose fugado de casa a los dieciséis años para unirse al ejército de EEUU, que por aquel entonces estaba metido de lleno en la guerra de la independencia filipina, una de esas guerras en las que quedó en evidencia el imperialismo de los Estados Unidos; resumiendo el conflicto rápido y mal, EEUU entró en las islas para «liberarlas» de los malvados españoles, pero una vez llevada a cabo su hazaña liberadora, decidieron quedárselas, cosa que a los filipinos no les acabó de gustar y por eso se liaron a tiros con ellos. Y en ese berenjenal se metió Wilford Hamilton Fawcett cuando se apuntó al ejército…
La guerra le duraría un par de años, durante los que se empaparía de los usos y maneras de los militares -tal vez demasiado- hasta ser herido en 1904 y regresar a EEUU para formar su propia familia y ponerse a trabajar en una oficina de correos, un trabajo que por lo visto no llenaba sus inquietudes y que acabó abandonando en favor de un empleo como reportero en el Minneapolis Tribune. Poco le duraría el trabajo porque unos años más tarde EEUU entraría en la Primera Guerra Mundial -por un montaje con un barco de nombre portugués, que los yanquis de aquellos tiempos también eran tela de perversos- y Fawcett sería el primero en dejar en standby a su familia para saltar a las trincheras (no, eso no era «normal», mi bisabuelo sí que era normal, que se quedó con su familia y mandó al cuerno a los que le ofrecían una camisa nueva). Su valor y arrojo quedó sobradamente demostrado cuando en vez de saltar a las dichosas trincheras se puso a trabajar como reportero para «Stars & Stripes», el periódico del ejército de los EEUU, obteniendo allí el mote de «Capitán Billy».
Y así fue como al volver de la guerra el Capitán Billy se montó un bar al que bautizó como Army and Navy Club y se encontró de morros con la Volstead Act o lo que es lo mismo, la Ley Seca. Corría el año 1919 y tener un bar que no podía vender alcohol no parecía buen negocio, con lo que Fawcett tuvo que elegir entre la ruina, el asociarse con contrabandistas o algo mucho peor: montar su propia editorial. Finalmente optó por la última opción, la cual contaba con la ventaja de que el Capitán Billy ya había montado un fanzine humorístico durante la guerra bajo el nombre de «Captain Billy Whiz Bang» -que vendría a traducirse como el petardazo del Capitán Billy- y los veteranos de la guerra ya conocían la publicación, con lo que cuando la relanzó como revista y se puso a regalarla a los veteranos y venderla a los demás, la campaña de publicidad ya estaba hecha y fue un tremendo éxito, por lo que pronto la revista dejó de ser una empresa netamente familiar -esto es, literalmente escrita, impresa y distribuida por su pareja y sus hijos- para consolidarse como una revista de difusión nacional con una editorial a sus espaldas, la Fawcett Publications. Su humor… Euh… Digamos que no ha envejecido bien, con chistes malos, juegos de palabras y demás tan lamentables como «Oh eccema, oh eccema, no seas tan rash (sarpullido)», o «el amor no es ciego, solo corto de vista», por no abundar ya ejemplos de tolerancia y respeto de la época como caricaturizar a la población negra y llamarlos «negro man, negro woman» y demás. Pero el Capitán Billy se hizo rico, oye.
Y mientras el fundador se montaba un resort para millonarios en el que sí que se saltaba la ley seca a placer, Fawcett Publications en 1926 sacaba otra revista humorística -Smokehouse Monthly- que se unía al proyecto de expansión editorial ya iniciado en 1922 con la revista «femenina» True Confessions (1922) y otras publicaciónes como la tecnológica Modern Mechanics and Inventions (1928), que tendría varias encarnaciones hasta su cierre en 2001. Lo cierto es que el negocio iba viento en popa y Fawcett empezó a pegarse la vida padre y haciendo lo que le daba la gana; viajes con famosos, safaris en África, divorciarse y casarse varias veces… El Capitán Billy no se cortaba en contar estas y otras aventuras en su propia revista, con lo que su defensa principal contra las acusaciones de hedonismo y «corrupción» que empezaron a hacerse contra su persona se basó en resaltar su condición de veterano, presentando cada revista de Whiz Bang con una foto suya en uniforme bajo la que detallaba su condición de veterano de la «guerra hispano-americana» -porque los filipinos parece que no tienen ni derecho a existir- y en la que dedicaba la publicación a todos los militares de EEUU y Canadá. Pero entonces llegó el crack de la bolsa de 1929 y siete años después al Capitán Billy no le tembló el pulso para cerrar la revista, dejando a los veteranos desolados y sin su supuesta publicación favorita.
Fawcett moriría el 7 de febrero de 1940 de un ataque al corazón, justamente el mismo año en el que su hijo Roscoe Kent Fawcett sacaba al mercado la revista Whiz Comics -no, el nombre por supuesto que no es casualidad- bajo el nuevo sello de la editorial, Fawcett Comics. Y es que no era la primera vez que Fawcett Publications sacaba cómics al mercado -podría decirse que Smokehouse Monthly ya los incluía- pero si era el inicio de un nuevo rumbo para la editorial, de un camino que la llevaría a explotar el filón superhéroico. El mismo Roscoe afirma que su idea principal era la de hacer una versión propia de Superman pero con un alter ego infantil, pasándole el proyecto a sus subordinados Al Allard y Ralph Daigh, siendo este último el que de entre toda la plantilla de trabajadores de la editorial elegiría para llevarlo a cabo al escritor William Parker y al dibujante Charles Clarence Beck. Acababa de estallar la Segunda Guerra Mundial y el mayor enemigo de Superman no iba a ser ni el Ultrahumanita ni Lex Luthor, sino un crío llamado Billy Batson.