Se dice que lo único inevitable son la muerte y los impuestos, pero yo a esto añadiría al propio Rob Liefeld. Lo teníamos tranquilito en su esquina del universo, tuiteando cosas, haciendo portaditas, a su rollo, pero como es 2019 y tenemos que vivir en una distopía y en nuestro universo no hay un Kaneda o un Deckard, nos toca vivir en la línea temporal de Rob Liefeld:
Sí, sé lo que estás pensando. Que no es la primera vez que Liefeld hace una serie limitada intrascendente, que no es para tanto, que tu ya habías pasado página con Rob… ¡Pero es que el muy canalla es como un herpes, siempre acaba volviendo! ¡Más vale que Jordan D. White se esté reservando la serie de Claremont y Davis, porque ni de coña con esto cumple el expediente con los «viejos fans», si no todo lo contrario!
Lo peor es que encima se va a autohomenajear con el personaje, porque la serie cuenta como viene de una especie de K’un L’un mutante en 1991 y como va sobreviviendo hasta la actualidad, con lo que repasará a placer sus grandes éxitos noventeros y blablabla.
No puedo más, lo siento, me voy al bar de la esquina a ver si me muero de una salmonelosis o algo…