Me vais a permitir que con esto de la muerte de Ditko esté un poco tontorrón y se me vaya un poco la olla, pero al final esta es mi casa y la barro cuando quiera. De crío tuve que padecer una insoportable moda mediática de los «fenómenos extraños»; La ouija, los polstergeist, los OVNIs, los fantasmas al pie de la cama y demás historias de asustaviejas por las que más de uno se forró y cimentó su carrera de engañabobos. Los niños, como cabezahuecas sin criterio recién ensamblados, no sabíamos que era verdad y que era mentira, para nosotros cualquier cosa que nos dijeran era verdad. Así que de repente vivíamos en un mundo de máquinas voladoras mezclado con las supersticiones más rancias, con muertos que volvían a la vida con la única intención de putear y provocarnos pesadillas. Y entonces, entre tanto zombie y criatura de la noche dispuesto a destriparnos, aparece un cómic:
Yo no lo sabía, pero ése era mi primer cómic de Steve Ditko. Que yo no sabía ni leer, pero el gesto severo del Doctor Extraño mirando a aquella casa de la que todo el mundo huía me llamó poderosamente la atención. El cómic empezaba con el buen Doctor llegando hasta la casa, donde unos tipos de la farándula estaban grabando un programa de televisión. Uno de ellos entraba sólo en el edificio -¡el solito, con el miedo que daba quedarse solo en casa!- y empezaba a ver objetos levitando y demás fenómenos paranormales, aquella puta casa estaba encantada y lo único que podía hacer el pobre hombre era salir corriendo o morir de forma horrible. Porque esa es otra, la mayoría de las historias que nos contaban iban sobre gente que acababa muriendo o la casa de la tragaba el infierno o Michael Jackson acababa siendo un monstruo al final del video. Un horror, te lo digo yo, un horror. Pero entonces llega el Doctor Extraño.
Cuando Stephen Strange ve que lo que sea que more en el edificio maldito ha atrapado al pollo ese, espanta a todos los curiosos y entra de cabeza en la casa encantada, no se anda con tonterías ni mierdas. Y cuando el maestro de las artes místicas empieza a presenciar las cosas acojonantes que habían asustado tanto al fulano anterior, el Doctor Extraño levanta la vista y señala con el dedito, como diciendo «¡eh, te he calado! ¡Sé de que va todo esto!» Las cosas chungas de la casa atacan a Extraño, lo rodean de niebla, lo tratan de aplastar y aterrorizar, pero el Doctor Strange sigue mirando al frente, sigue señalando, sigue hablando a lo que está detrás de tanto humo y tanta gaita. Porque el monstruo no es una criatura invencible, porque se puede derrotar al miedo, porque el Doctor que se enfrenta a los monstruos tiene bigote y no necesita acento británico:
Y entonces el Doctor Stephen Strange se pone a hablar con la puta casa. Literal. Le salen ojos y le habla, ¡yo nunca había visto una casa con ojos! ¡La solución de los polstergeist está ahi, hay bichos con ojos que se meten en las paredes y hacen putadas, lo que hay que hacer es mandar la casa a tomar viento y dejarse de exorcismos y mamarrachadas! Y entonces el cómic acaba, porque detrás de cada monstruo hay una historia, y el Doctor Extraño acababa de enseñarme a dejar de acojonarme con los monstruos, y lo que es más importante todavía, que los parapsicólogos que tanta paliza daban por la tele eran una banda de idiotas que no tenían ni idea de lo que hablaban porque se limitaban a no dar respuesta de nada. Toda esa idea empezó a crecer en mi cabeza gracias a esta historia, la idea de que si hay un misterio no hay que quedarse mirando o acojonarse, hay que enfrentarse a ello como lo haría El Doctor Estifen Estrange. Y todo esto me lo enseñó Steve Ditko el solito, sin los diálogos de Stan Lee…
Y no, no estamos hablando precisamente de la mejor historia de Steve Ditko, pero si que es la que más me impactó en su día; haceros cargo de que soy la peor persona junto a la que ver una película de terror, porque no es que sea un cagao -que lo soy, eso no lo negaré nunca- es que me cabreo cuando las veo. Porque para mí el Resplandor es el prólogo de la Casa de las Sombras, es el idiota que entra en la casa antes de que entre el Doctor Extraño. No me interesa en lo más mínimo el ver como la gente sufre enfrentada contra algo que la película, la novela o lo que sea nunca se va a molestar en explicar, me parece un acto de vagancia literaria el que el centro de tu historia se base en «lo inexplicable». Un cuerno, el Exorcista tenía que haber acabado con el Doctor Extraño apalizando a Pazuzu y mandándolo de vuelta a su dimensión de mierda. Cualquiera de las putas películas de Viernes 13 con su bruja y su Jason meneando sacos de dormir no es nada comparado con lo que tiene que afrontar el Doctor Extraño en cada número, y todo eso me lo enseñó Steve Ditko con estas primeras nueve páginas.
Unos quince años después conocí una chica y a la pobre mentecata se le ocurrió decirme que «no tiene sentido un universo en el que todo se puede explicar». Por supuesto que lo tiene mecagon la puta, porque lo que no explique Reed Richards (Kirby) lo explicará Stephen Strange (Ditko). Luego me dijo si no creía en el alma, los duendes y esas mierdas, y yo le dije que lo creería cuando los viera, porque yo ya era un escéptico irredento. Mi forma de ver el mundo se había amoldado perfectamente a aquella historia de Ditko, la gente que quiere creer en «lo oculto y dejarlo oculto» eran los mirones que rodeaban la casa, el Doctor Extraño era el que entraba e investigaba para conocer la verdad. Y algo tan simple es lo que define a la civilización contra la barbarie, el encender un fuego para disipar las tinieblas y todo eso que acabé viendo a lo largo de la obra de Ditko. En su obra lo enigmático tiene explicación, y el más misterioso suele ser el protagonista de la historia. Question, Mister A, Doctor Extraño o hasta Spiderman -que se tapaba toda la cara con su máscara, algo rarísimo en Marvel- son personajes que en sus etapas no son cartografiados al milímetro, impredecibles pero a la vez inflexibles en su sentido de la justicia y lo que es correcto.
Por eso cuando quiero mostrarle a los demás quién era Steve Ditko le muestro sus paisajes imposibles de Doctor Extraño, la furia adolescente de Spiderman o rarezas como The Creeper, pero a nivel personal cuando pienso en Ditko lo que me viene a la cabeza es la Casa de las Sombras, que detrás de todos los misterios hay una verdad y el quedarme mirando debe ser una opción que tomo por vagancia y nunca por cobardía. Luego vendría el objetivismo y esas mamarrachadas, pero en aquel momento Ditko era más Kantiano que Randiano, y aunque algunos podrían decir con razón que la actitud del Doctor Extraño en este cómic es la de ir de sobrado y casi hasta la de un misántropo, para mí es la historia en la que, siendo yo un crío y cuando más lo necesitaba, el Doctor Extraño mató a Jiménez del Oso. Y eso es algo que le agradeceré a Steve Ditko durante toda mi vida.
¡Por lo menos Iker Jiménez no asusta viejas con dinero público!