El lunes pasado un compañero comentaba lo tostón que sea siempre hablemos de Barry Allen y Wally West, recalcando el tema tostón-tostadora y citando viejos demonios. La cuestión es que al leer el comentario respondí con otra chanza, «a ver si voy a tener que hablar de Jay Garrick» Ja ja, te ríes y a otra cosa. Pero luego claro, te pones a pensar. Y es cierto que del bueno de Jay no se habla nada, porque no deja de ser «el del plato en la cabeza», un personaje al que la propia DC cree que puede resetear con un casco horrendo y convirtiendo a su esposa en un ser más horrible todavía. Así que sí, vamos a hablar de Jay, y vamos a hablar de una época en la que ni siquiera era parte de DC Comics. Vamos a hablar de Flash Comics número 1, publicado a finales de 1939…
Pero primero un poco de contexto histórico: más de una vez hemos hablado de cómo las redes de distribución de los cómics en los años treinta eran las mismas que habían usado las revistas pulp que utilizaban los contrabandistas como pantalla para ocultar sus cargamentos de alcohol durante la ley seca, siendo Harry Donenfeld el espabilado que supo actualizarse a los nuevos tiempos tras la abolición del acta Volstead y sustituyo sus revistas porno por recopilatorios de tiras de prensa y comic books como Detective Comics o Superman. Pero todo esto no había sido idea de Donenfeld o de su esbirro Liebowitz, ellos simplemente se habían apuntado al exitazo surgido de la mente de un tal Maxwell Charles Gaines al que se le había ocurrido la idea del primer recopilatorio de tiras de prensa, en principio como herramienta promocional para una empresa de higiene personal y luego como un especial llamado Famous Funnies: A Carnival of Comics (1934) al que más tarde seguiría la serie regular Famous Funnies a secas, que duraría hasta los años cincuenta y su éxito sería la carta de presentación de Gaines a la hora de financiar su propia editorial de cómics: All-American Publications.
El problema es que su mecenas para tal empresa no fue otro que Harry Donenfeld, que para 1938 ya había conseguido sacar adelante un año antes el ya mencionado Detective Comics, considerado como el primer comic book de la historia de EEUU por estar compuesto de material original y no ser un recopilatorio de tiras de prensa. Ya fuera porque Donenfeld quería mantener atado a Gaines o porque también quería mantener amarrado a Liebowitz -que se las sabía todas y estaba a punto de hacerle un Image- el excontrabandista pone como condición para financiar All-American el incluir a Liebowitz como socio menor de la nueva empresa, manteniéndolo así ocupado y marcando su territorio. Gaines publicaría en 1939 el primer recopilatorio de tiras de la editorial con el All-American Comics número 1, y a finales de ese mismo año y con fecha de portada de Enero de 1940 aparecería ya Flash Comics #1, una revista compuesta de material original y protagonizada por un personaje surgido a la estela de Superman, el gran éxito de la National Allied Publications…
Lo primero que choca de Flash Comics 1 es que es una revista que acredita a sus autores, y así es como podemos ver que la primera historia de The Flash viene escrita por Gardner Fox y dibujada por Harry Lampert, y nos presentan a un Jay Garrick que es un tanto Peter Parker; de entrada lo tenemos estudiando en la universidad y siendo un cerebrito incapaz en los deportes al que no le hace el menor caso Joan Williams, la chica que le gusta y que parece más interesada en el futbol americano que en cualquier cosa importante en la vida. Y en esto que estaba Jay en el laboratorio de la universidad lamentándose de su triste existencia y fumándose un cigarrito -que vete tu a saber que llevaba el cigarrito- cuando por un descuido se le caen las aguas pesadas con las que estaba trabajando y acaba gaseado por ellas, terminando en coma durante semanas.
Los doctores pronto descubren que el efecto del agua pesada sobre Jay ha sido tremendo, acelerando sus reflejos, permitiéndole hablar, andar, correr y pensar más rápido que el pensamiento. Y es el propio Jay el primero en comprobarlo al salir de su coma, porque el muy desgraciado ve desde la ventana de su habitación a Joan y sale corriendo para verla, apareciendo instantaneamente a su lado y dedicando sus nuevos poderes a satisfacer todos sus deseos. Afortunadamente Joan sigue siendo más simple que el mecanismo de un botijo, y lo único que le pide para ir al baile con el es que juegue el partido estatal con el equipo de la universidad. Por supuesto el muy abusón triunfa con sus superpoderes y consigue ir al baile con Joan, pero la cosa no debió acabar del todo bien porque el cómic hace una elipsis y nos cuenta como al acabar la carrera Joan se va con su padre a trabajar en un bombardero atómico y Jay se va a Nueva York en busca de un puesto de profesor universitario.
Pero claro, sin Joan Jay se aburre en Nueva York, así que decide fastidiar con sus poderes al crimen organizado que «ofrece su protección» en la ciudad, pero su lucha contra ellos no dura más de dos viñetas y Jay vuelve a aburrirse, por lo que se pone a jugar al tenis consigo mismo… Y en estas lo encuentra Joan, que le pide ayuda para rescatar a su padre, que ha sido secuestrado por los malvados «Faultless Four», que tienen el retorcido plan de matar a Joan y resucitarla solo cuando su padre les cuente los secretos del bombardero ese. Por supuesto, Jay evita el asesinato de Joan y les da caza hasta su guarida secreta, la cual está llena de trampillas y espejos para confundir al velocista y evitar que rescate al padre de Joan. Cosa que, por supuesto, Jay consigue hacer unas pocas viñetas más tarde, pero por esto de que todavía debía de ser novato no consigue detener también a los cuatro desgraciados porque llevaba al señor mayor a cuestas y yo que sé.
Jay no tarda en encontrar a los pillos, pero en vez de detenerlos directamente prefiere cazarlos «con las manos en la masa» y dejar que lleven a cabo su siguiente plan: Atacar una playa llena de gente con un avión de combate y provocar tal alboroto que la policía se descuide en la vigilancia de Joan y su padre y así puedan volver a raptarlos. El resto pues ya os lo podéis imaginar, Jay evita la masacre en la playa y da caza a todos los malvados hasta reunir a tres de ellos en una habitación que un cuarto electrifica con el único objetivo de matar a Flash, pero lamentablemente para el desgraciado lo único que hace es matar a sus compañeros porque Flash es demasiado rápido y sádico como para tratar de salvarlos. Jay lleva su sadismo a un nuevo nivel al permitir al último hacerse ilusiones de poder escapar -que por cierto, se llama Sieur Satan- y lo persigue en su coche hasta echarlo de una carretera por un barranco y matarlo, terminando el cómic con un brindis cómplice entre Joan y un Jay que no parece lamentar en absoluto tanta muerte innecesaria. ¡Son los años 30, amigos!
Construir un género casi de la nada es complicadillo, y aunque es cierto que Bill Finger o Jerry Siegel ya habían creado personajes bastante más interesantes y que este Flash no aguanta comparaciones con el Submariner de Bill Everett, Jay sería un personaje que establecería las reglas sobre lo que debía ser un supervelocista, un proceso de aprendizaje para un Gardner Fox que a lo largo de los años se convertiría en uno de los pilares creativos de DC Comics tal y como la conoceríamos años después. Aun así y ya quitándome la máscara de troleo a Barry Allen, hay que reconocer que Jay Garrick no empezó a tener gracia hasta que se convirtió en esa figura de mentor de la JSA. Porque aunque en su cómic original se apuntan ideas -inocentemente, pero se apuntan- interesantes que se desarrollarían en personajes posteriores, el Jay del Flash de Dos Mundos, el de Tierra 2 y el de la JSA/Starman son los que constituyen al personaje tal y como lo conocemos hoy en día, convirtiéndolo en el Flash «mentor» al igual que Barry es el Flash «martir». Pero luego tuvo que venir Geoff Johns y joderlo todo…
Ah, y por si hay alguien que se esté preguntando que fue de Max Gaines y su All-American Publications… Digamos que se pasó unos cinco años publicando y creando superhéroes como Flash, Green Lantern, Hawkman, Wonder Woman o la JSA hasta que se hartó de Liebowitz y los mangoneos de Donenfeld y les vendió su parte de la empresa, permitiendo que National, Detective Comics y All-American se fusionaran hasta conformar lo que conocemos hoy en día como DC Comics, una subdivisión de Warner propiedad de AT&T. Por su parte, Gaines crearía una editorial de cómics educativos con historias de la biblia y animalitos por considerar que los superhéroes ya habían pasado de moda, pero como todos los antiguos socios de Donenfeld murió poco después en un accidente fortuito. Su hijo, William Gaines, heredaría el legado editorial de su padre y pronto se revelaría como una de las mejores cabezas pensantes de la industria de la época, pero supongo que eso es otra historia…