Cuenta Mark Evanier que el primer rey de los cómics no fue Jack Kirby, si no un fulano llamado Victor Fox. Fox era otro Funky Flashman de los años 30, un tipo que se había metido a hacer cómics como quien se mete a vender aspiradoras, se limitó a alquilar una nave industrial y llenarla de dibujantes para que fabricaran cómics en una cadena de montaje. Varios dibujantes como Will Eisner, Bill Everett, Al Harvey, Joe Simon o Jack Kirby trabajaban allí, y solían ver a Fox regodearse con sus ventas mientras berreaba «¡Soy el rey de los cómics!». Sí, el tipo era realmente cómico.
Si Jack Kirby había dejado los cómics en 1978 no había sido porque no le gustara hacerlos, simplemente Marvel le quería imponer otro contrato absurdo de renuncia de copyright -según cuenta Shooter, el contrato en cuestión se debía a un cambio de las leyes y tenía que haber sido firmado muchísimo antes de su entrada como editor jefe- y, aunque sus series no corrían peligro de ser canceladas, de repente se había encontrado con que Hollywood le llamaba para pagarle sustancialmente mejor. Hannah Barbera iba a hacer una serie de dibujos animados de Los Cuatro Fantásticos, con lo que el dibujante ideal para promocionar la serie y hacer diseño conceptual era el propio Jack, que para colmo hasta tenía cierta experiencia en animación por haber trabajado en el medio antes de ponerse con los cómics. Y si para colmo la serie estaba producida por Marvel Productions y el trabajar en ella contaba para el contrato de exclusividad que todavía tenía con la editorial, miel sobre hojuelas.
Pero el exilio no duraría mucho, y Jack Kirby volvería a hacer cómics en 1981 para Pacific Comics, una editorial que permitía a los autores retener la propiedad de sus obras. Las cosas se habían puesto patas arriba en esos años, y los autores jóvenes como Neal Adams o Frank Miller habían empujado bien fuerte para reclamar los derechos de los autores. Las nuevas editoriales, conscientes de que los lectores estaban de parte de los autores, empezaban a atraerlos con contratos cada vez más generosos, y hasta Marvel y DC empezaban a ver con buenos ojos el ceder a los autores parte de los derechos o -santo cielo- concederles la merced de tener royalties. Una de las editoriales, Eclipse Comics, publicaría un cómic para recaudar fondos en la lucha que Steve Gerber sostenía con Marvel sobre los derechos sobre el Pato Howard. El cómic en cuestión, Destroyer Duck, vendría dibujado por nada más y nada menos que el mismísimo Jack Kirby, el hombre al que Marvel había proclamado como «Rey de los cómics».
Esto de que Jack fuera el Rey de los Comics había sido cosa a Stan Lee, que a mediados de los 60 y mientras Bill Everett y Jack Kirby esperaban al ascensor, los abordó completamente entusiasmado. Tanto Everett como Kirby veían que Lee guardaba un cierto parecido con Victor Fox, con lo que solían bromear a sus espaldas con el numerito de «soy el rey de los cómics». Sin embargo, el entusiasmo de Lee aquel día venía de una ocurrencia suya, ponerle motes en los créditos a sus autores. Stan había decidido autobautizarse como «El Hombre» y para Jack había elegido uno título inmejorable: El Rey. Jack se negó en redondo, pero a Bill Everett la idea le hizo tanta gracia que Stan Lee quedó convencido de que su ocurrencia era de una genialidad inconmensurable. Así que a partir de aquel día de los años 60, Jack Kirby se convirtió en un monarca republicano.
Stan Lee había vendido la comedia del «bullpen feliz» durante años, y los lectores se la habían creído. Pero cuando esos lectores se hicieron adultos y sorprendentemente siguieron leyendo tebeos, empezaron a tener dinero para visitar y organizar convenciones, publicar revistas y fanzines y empezar a coleccionar dibujos y páginas originales de los autores. Para los años 70, la especulación sobre los cómics antiguos y los originales empezaba a crecer sustancialmente, con lo que de repente tanto Marvel como DC se veían sentadas sobre una mina de oro de material antiguo. Tanto una editorial como la otra aprovecharon la situación para hacer firmar contratos de renuncia a copyright para que sus originales les fueran devueltos, pero en el caso de Kirby Marvel fue sustancialmente más severa, por lo que Jack se negó a firmar y denunció el contrato públicamente. Shooter se defendería diciendo que le costó mucho engrasar a los jefazos de Marvel para que los devolvieran -a pesar de que muchos de ellos ni sabían donde estaban, y con el pastizal que valían algunos de ellos, el reconocer que los habían perdido habría significado indemnizar a Kirby por muchísimo dinero-, pero para cuando estaban a punto de hacerlo, fíjate que cosas, Kirby denunció a Marvel por todas las demás putadas que le habían hecho a lo largo de años y los originales se convirtieron en una parte más del caso.
La guerra por los originales duraría ocho años entre 1978 y 1986, y por el camino revistas como The Comics Journal o antiguos colaboradores de Kirby como Mark Evanier lucharían a brazo partido por reivindicar su figura. Jack Kirby empezó a dar charlas en la Comicon de San Diego y a hablar con unos fans que se levantaban para aplaudir a su ídolo -el único autor para el que lo hacían- y, aunque sus ovaciones no compensaban todas las hostias recibidas a lo largo de su vida, para Jack Kirby sabían a gloria. La guerra de los originales terminaría con Marvel mostrando unos documentos de extraña procedencia firmados por Kirby y que Martin Goodman había entregado a Cadence para la venta de Marvel, según los cuales Jack renunciaba a la propiedad de todo el trabajo que había hecho en la editorial hasta aquel momento. Marvel entregó los originales -no todos, muchos se habían perdido por la humedad, por haber acabado en la basura o directamente ser robados por algunos espabilados- y Jack Kirby por fin pudo hacer las paces con Marvel… O no.
Jim Shooter cuenta que lo intentó con todas sus fuerzas, Stan Lee y Jack Kirby iban a firmar la paz en la fiesta del 25 aniversario de Marvel. Shooter describe la escena con el mismo junto a Lee esperando la llegada de Kirby, con Lee hablando y contando anécdotas como siempre, pero con la mala fortuna de romper un vaso y cortarse la mano justo en el momento en el que Jack y Roz Kirby aparecían en escena. Stan Lee, aguantando estoicamente, le dió la mano a Jack y empezó a hablar con el. Le dijo que echaba de menos los viejos tiempos, que él no tenía ningún control sobre la corporación, que sólo quería hacer las paces. Jack estaba dispuesto, Stan lo invitó a cenar en su casa, todo iba bien. Stan le dijo que lo único que quería era volver a trabajar con el, que no tenía por qué ser en Marvel, que lo podían hacer en cualquier lado. Jack aceptó… Y entonces Roz se lo llevó de la mano y dijo que una porra. Nadie volvería a abusar de la buena fe de su marido.
Jack Kirby nunca volvería a ser un superventas, pero tampoco le hacía falta. Cuando un año después le devolvieron los originales, pudo respirar tranquilo porque por fin tenía una forma de mantener a su familia el día en el que ya no pudiera hacerlo. Los últimos ocho años de su vida no destacan ya por su producción, cada vez más errática y dolorosa por una mano que no le dejaba seguir un ritmo de trabajo normal, pero ya no tenía miedo de no ser recordado, porque hasta DC había empezado a honrarlo y le había contratado para escribir un capítulo final para New Gods. Le quedaba, eso sí, la rabia de que Marvel estuviera forrándose con sus creaciones, una furia que mostraría en una enorme entrevista que se publicaría en The Comics Journal en 1991 y en la que reclamaba hasta la autoría de Spiderman y retrataba a Stan Lee una vez más como al Funky Flashman de los cómics de Mister Miracle.
Tres años después y sin molestar a nadie, Jack Kirby se iba de un mundo que no había hecho lo suficiente para merecerlo. Su influencia se iría notando exponencialmente a lo largo de los años, cuando a los pocos años sus creaciones empezaran a protagonizar las superproducciones de Hollywood que él había soñado en sus viñetas. Quiero pensar que dentro de su genialidad él lo sabía, que era consciente de que en el año en el que se cumplen los 100 años de su nacimiento, las dos principales películas de estas navidades, tanto la de Marvel como la de DC, se basan en su trabajo, y que aunque eso no le diera de comer, el ver su nombre en la pantalla grande le diera cierto consuelo.
Jack Kirby era el Rey por algo, y por eso no tenemos que hacer ningún esfuerzo para tenerlo presente cien años después de su nacimiento. Nadie ha tenido una influencia tan grande en el medio durante tantos años, marcando el género de superhéroes tanto que cuando dejó de hacerlos algunos tarados hasta llegaron a pensar que todo debía de ser una farsa, porque nadie podía ser tan bueno. Jack Kirby iba décadas por delante del resto del medio, pensando siempre a lo grande, viendo la Comicon de 2017 en 1970. Jack Kirby no podía conducir porque enseguida estaba ideando nuevas criaturas y lugares fantásticos y perdía de vista la carretera. Jack Kirby creía que los cómics no debían reflejar la realidad porque la transcendian, que iban más allá de lo que podía ir el cine o la televisión de la época. Jack Kirby imaginó un sistema de tomos recopilatorios para sus cómics, creando así grandes historias que pudieran conservarse para el futuro, pudiendo así republicar material antiguo con facilidad. Jack Kirby luchó contra los nazis con una Thompson, ¿puede quedar alguna duda sobre si hay un rey que se merezca más su corona que el Rey de los Cómics?