Años después Jack Kirby diría de Steven Spielberg que era un tipo muy simpático que creía que siempre le iban a pasar cosas buenas, pero que él tenía los pies en la tierra y sabía que para ganar tienes que sacrificarte, porque ésa es la forma en la que consigues salir adelante. Eso sí, seguir adelante significaba aún más sufrimiento…
A pesar de lo mucho que Marvel intentara venderlo como un regreso a casa y hasta el propio Kirby lo afirmara en entrevistas corporativas, algo se había roto dentro de él. La editorial a la que volvía le daba mejor trato que la que había dejado, y ahora le permitían ser el editor de su propio trabajo. No es que le estuvieran dando un trato muy especial -por aquellos tiempos cada editor jefe que se retiraba del cargo recibía el privilegio de autoeditarse, con lo que dada la convulsión de la editorial por aquella época había muchos autores autoeditándose- pero Jack apreciaba mucho que le dejaran en paz. Los chavales que dirigían Marvel en aquel momento habían crecido leyendo sus cómics, y aunque testigos presenciales hablen de una época de caos absoluto en el bullpen, el ruido de todo aquello no llegaba hasta la soleada California. Así que Jack Kirby podía trabajar tranquilamente en el Capitán América. Otra vez.
Corría el año 1976 y era un año importante para Captain America & The Falcon, porque se acercaba el bicentenario de los Estados Unidos. Desde el número 193 Kirby va construyendo una historia de cara a la gran celebración, pero se va inventando todos los enemigos a los que se enfrenta el Capi y pasa por encima la continuidad ajena. El deja en paz a los demás y quiere le dejen en paz a él, mientras los editores de Marvel empiezan a pedirle que contribuya a la sinergia creativa de la editorial de la misma forma en la que lo había hecho en los 60. Los lectores que en un principio lo habían recibido con los brazos abiertos y se habían alegrado de que dejara de «hacer esa mierda que hacía en DC», de repente empezaban a pensar que Kirby ya no se trabajaba tanto sus cómics.
Mientras tanto, Jack Kirby ha estado trabajando en 2001, serie que pasó de adaptar la película del mismo nombre pero que pronto pasaría a ser una antología de relatos de ciencia ficción con el monolito como único punto de unión. En esta serie sí que contaría con el entintado de Mike Royer -a diferencia del Giacoia de Captain America- y tampoco es que podamos decir que veamos en ella un Kirby más o menos implicado en la serie, ni tampoco lo podríamos decir de The Eternals, la otra serie que combinó con Captain America durante buena parte del 76 y el 77. Los Eternos se sienten como una versión a menor escala de New Gods y que se quedan más bien en unos Inhumanos mezclados con las teorías absurdas que corrían por la época de alienígenas construyendo las pirámides, las cuales Kirby negaba con rotundidad pero aprovechaba para hacer el cómic más comercial. Y aunque es cierto que tanto Eternals como 2001 y su spinoff Machine Man sobrevivirían más tiempo de lo que hizo el Cuarto Mundo, el público no acabó de engancharse a aquellas obras con el entusiasmo de antaño.
Y es que para 1978 ya había un nuevo jefazo en Marvel, Jim Shooter, un tipo que creía que Marvel era una casa de locos en la que tenía que poner orden, y el primer obstáculo que creía que debía eliminar para ello estaba en la figura de los autores-editores. Y daba igual que el autor en cuestión fuera el mismísimo Jack Kirby, el cachondeo tenía que acabarse y todos tenían que colaborar en el gran metarrelato que era el Universo Marvel. Shooter procedió a cargarse a todos uno a uno de forma solapada y a veces directa, provocándose muchos enemigos pero los aplausos en privado tanto de sus superiores como de muchos miembros del bullpen que estaban hartos de tanto abuso del privilegio. Pero tampoco me entendais mal, Jim Shooter no saltó como un perro de presa sobre Jack Kirby, porque desde antes de su ascenso al trono la cosa ya pintaba fea…
Porque ya a mediados de 1977 tenemos el caso del infame correo de Captain America 209, con varias cartas acusando a Kirby de hacer demasiadas series, de contar historias de ciencia ficción que poco tienen que ver con el Capitán América -merluzos- y demás. Y aunque Kirby recuperaría elementos del Universo Marvel como SHIELD o a Cráneo Rojo, la cosa se pondría bastante peor cuando tomara las riendas de Black Panther para convertirla en una historia de acción y aventura pura y dura, abandonando e ignorando completamente los temas raciales y sociales que hasta el momento había estado tocando Don McGregor en los números anteriores. Unos y otros lectores, ya fueran ficticios o reales, reclamaban a Kirby no ser Jack Kirby, si no ser un empleado más de Marvel. La superestrella de Marvel del momento, un tal John Byrne, contaba horrorizado como algunos fans se le acercaban alabando sus trabajo, «no como el del farsante de Jack Kirby». Y sin embargo, los lectores amaban a Jack Kirby y se lo demostraban constantemente.
Si hay una diferencia fundamental entre la década de los 70 y las anteriores, está en que empiezan a hacerse convenciones de cómic, en que los autores y los lectores empiezan a hablar entre sí, en persona. El hecho de que la Comicon de San Diego empezara a celebrarse cerca de donde se habían mudado los Kirby se tradujó en que Jack era un invitado permanente de la feria, con lo que de repente su comunicación con el lector ya no tenía que pasar siempre a través del filtro corporativo. Algunos autores jóvenes, conscientes de las injusticias que habían sufrido sus antecesores, empezaron a luchar por los derechos de aquellos autores que habían soñado ser de críos, con lo que la pelea por los derechos de Superman empezó a hacerse mediática. Las presiones editoriales de Marvel podían metérselas por el culo, Jack Kirby ya no estaba solo como en ocasiones anteriores, Jack Kirby ya no era un paria por obra y gracia de Mort Weisinger, Jack Kirby era adorado por un público que lo amaba. Y sin embargo, en 1978 dejó de hacer comics.