Tengo que reconocer que recordaba Tierra de Nadie como una historia bastante mejor. Y no es que la memoria -o la nostalgia- me haya dulcificado los recuerdos, es que me los ha cambiado directamente como un Psimon cualquiera. Digo yo que debe ser la diferencia entre el leer el conjunto entero a leerlo poco a poco mes a mes, que juega con nuestra percepción cosa mala…
Empecemos por lo obvio, que es que el crossover no fue un trabajo de equipo en absoluto. De hecho, se puede leer completo siguiendo solo lo que escribieron Bob Gale y Greg Rucka, siendo el resto redundante, intrascendente o directamente bochornoso si lo ha dibujado Jim Balent. La organización editorial de este crossover se limitó a encargarle el planteamiento de la historia a Gale -que hizo un trabajo estupendo junto Alex Maleev- y el resto del desarrollo de la historia se lo dió a Greg Rucka que contaría con el apoyo puntual de otros guionistas como Devin Grayson. Esto hace que la mayor parte del crossover sea pura morralla, porque Rucka es humano y sólo es capaz de hacer unos doce números de los 90 o así que dura el crossover. Lo que es peor, Rucka escribe una saga el segundo mes de Tierra de Nadie -Fruit of Earth- en la que la trama no avanza gran cosa y después de ello… Prácticamente desaparece hasta siete meses después, dejando que otros guionistas como Larry Hama, O’Neil, Dixon y demás vayan rellenando los huecos con historias paralelas o que directamente se contradicen con las de Rucka cuando ya toma el control de nuevo de todas las series de Batman hasta el final. Por poner un ejemplo, Bane es el que destruye el registro de la propiedad de Gotham, pero en la historia de Rucka Bane le echa en cara que le impidiera destruirlo para que luego fuera el propio Batman el que se lo cargara.
Son estas incongruencias las que empañan el buen hacer de Rucka, y aun así podemos darnos un canto en los dientes porque, a fin de cuentas, un crossover de semejante magnitud podría haberse contradecido muchísimo más. Y aun así, es cierto que no se llegan a colmar las expectativas de los lectores, porque a fin de cuentas una historia en este marco daba para muchísimo más, con Batman conquistando territorio palmo a palmo y sus villanos organizando alianzas para acabar con el. No nos olvidemos que, dejando de lado la puñalada de Dos Caras al Pingüino, la mayor parte de los cambios de territorio ocurren fuera de plano, y personajes como Hiedra Venenosa se limitan a estar en su parque y ni siquiera vemos como son desalojados de su territorio. Y esto es muy lamentable teniendo en cuenta de la páginas que se pierden recontando lo mismo en unos cómics que en otros, o incluso «universo expandideando» hechos o acciones que se mencionan de pasada y que no necesitaban una saga de tres o cuatro números, cuando directamente no nos contradecimos como en la historia en la que Robin sale de Gotham en su propia serie, y luego aparece en todo momento en los últimos días del toque de queda -con excepción del día de navidad, ¡pero es que para el último mes de Tierra de Nadie, Luthor y el ejército de EEUU ya están en Gotham!-.
Hay también ironías desaprovechadas, como el que Lex Luthor arreglara la ciudad que Superman intentó arreglar y no pudo por carecer de las habilidades necesarias. No Man’s Land al final acaba siendo una historia más centrada en los ciudadanos de Gotham resistiendo y sobreviviendo como pueden mientras van dejando pasar el tiempo de mala manera, y aunque como decía acaba dándonos algunos cómics excelentes, el nivel de morralla que tenemos que aguantar hace que el balance final sea mediocre. No hay un crossover perfecto -después de un arranque interesante, todos pinchan durante el desarrollo o con el final, para que engañarnos- y al final tenemos que valorar el intento y la audacia de llevar a cabo una historia de semejante magnitud, que quieras que no volvió a poner a Batman de actualidad después de los destrozos de Schumacher y dio el primer paso hacia el Batman de Greg Rucka y Ed Brubaker, siendo esta una de las mejores etapas del personaje en lo que va de siglo.