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Batman en Tierra de Nadie (I): Camino a la perdición

A finales de los 90 Batman pasaba por un mal rato. Su serie de animación había sido cancelada en favor de otra de inferior calidad, la humillación a la que se había visto sometido en la última película de Joel Schumacher parecía haber liquidado su carrera cinematográfica por una buena temporada y en esto de los cómics sagas como Cataclysm o Aftershock no habían conseguido llamar la atención de un público más interesado por los mutantes de Joe Madureira que por la cruzada contra el crimen del guardián de Gotham. Pero la cosa iba a cambiar, vaya si iba a cambiar…

Puta vida oye, más de 50 años protegiendo Gotham para que se la cargue el gobierno…

1999 fue el año en el que Batman volvió a las portadas de todas las revistas de cómic. Denny O’Neil, el editor del personaje durante la mayor parte de los 90 y probablemente el guionista que mejor lo había entendido hasta entonces junto a Paul Dini, reclutó a una pléyade de guionistas de primer nivel para un crossover en el que Gotham iba a quedar patas arriba sin que nadie hiciera nada por evitarlo: No Man’s Land o, como tradujo Norma por aquellos tiempos, Tierra de Nadie. Esta saga iba a contarnos lo que ocurría cuando tras una epidemia y un terremoto que dejaban Gotham hecha trizas, el gobierno de EEUU renunciaba a hacerse cargo de los costes de su reconstrucción y decidía evacuar la ciudad, dejando a todos los habitantes que decidieran quedarse abandonados a su suerte; ni siquiera la defensa del mismísimo Bruce Wayne en  Washington fue capaz de evitar semejante canallada, con lo que el gobierno de EEUU cercó la ciudad y la antaño segunda ciudad más importante de los cómics de DC pasó a transformarse en un escenario digno de Snake Plissken.

1998 fue el año del empacho de crossovers de Batman con Cataclysm, Aftershock y Road to No Man’s Land.

Denny O’Neil atribuye el origen de toda esta historia a a Jordan B. Gorfinkel, su ayudante por aquellos tiempos y el tipo al que ya se le había ocurrido juntar a Barbara Gordon con Canario Negro para formar Birds of Prey. Cuenta O’Neil que la idea original de Gorfinkel era la de aprovechar la situación de zona catastrófica de Gotham para convertir las series de Batman en un microcosmos dentro del Universo DC en el que pudieran jugar escritores que normalmente no habían trabajado con el personaje, dándoles mayor libertad para trabajar en el nuevo escenario. O’Neil, que inicialmente había decidido tras el terremoto devolver al personaje a las historias sencillas de dos o tres números como máximo, dejó que la idea de Gorfinkel circulara por la redacción de DC como un experimento curioso, pero la cosa funcionó tan bien que varios guionistas empezaron a sumar su granito de arena y aportaron varias ideas al proyecto, volviéndolo demasiado jugoso como para pasarlo por alto. O’Neil no tardaría en darle luz verde y comenzar a reclutar autores para el proyecto, con lo que la maquinaria editorial se puso en marcha y los nombres de Bob Gale, Larry Hama o Greg Rucka empezaron a oirse para Batman.

Sí, Bob Gale el de «¿seguro-que-hizo-algo-que-no-fuera-Regreso-al-Futuro?»

Pero no todo iban a ser alegrías, porque si de algo sirvió Tierra de Nadie fue como transición entre el Batman del siglo XX y el del XXI, lo cual se tradujo en que autores tan emblemáticos para el personaje como Doug Moench, Chuck Dixon o Jim Aparo empezarían a serpararse de Gotham poco a poco. El ya mencionado Aparo, que había evolucionado su estilo de todas las formas posibles para mantenerse fresco en el personaje durante casi cuarenta años, podría decirse que se despidió de Bruce Wayne con el preludio de Tierra de Nadie (aunque más tarde realizaría una pequeña historia con Dixon en Legends of the Dark Knight, pero aquello yo lo consideraría más como un epílogo). El mismo editor de todo el proyecto, Denny O’Neil, no tardaria en dejar su puesto poco después de Tierra de Nadie, dando fin a toda una trayectoria que había empezado en 1986 y durante la cual definió al personaje en su encarnación postcrisis mediante la supervisión de historias como Batman Año Uno, Una Muerte en la Familia o Arkham Asylum. Si le añadimos todo esto el que O’Neil es un guionista magistral que ya había escrito al personaje desde que en 1970 creara junto a Neal Adams al mismísimo Ra’s Al Ghul, pues como que su solvencia  en el personaje debería estar más que demostrada. Lamentablemente, mientras que los años 80 le habían permitido realizar etapas muy recomendables en Question o Iron Man, los 90 no le habían sentado nada bien a su trabajo…

O’Neil fue durante años el responsable de casi todas las mejores historias de Batman.

Y es que supongo que el editar tanta serie de Batman acaba pasando factura, y justo a principios de aquella década O’Neil y su equipo perpetraron La Caída del Murciélago, una saga en la que Batman se quedaba parapléjico y le cedía la capucha a un Kyle Rayner de la vida llamado Jean Paul Valley (aka Azrael, ¡SAN DUMAS!), el cual estaba medio loco y oía voces. La saga no acabó de cuajar entre unos lectores para los que tanto el villano de la historia (Bane) como el propio Azrael tenían un aura de impostura, ya que ambos personajes eran de reciente creación y no habían tenido el suficiente rodaje anterior como para que el lector los considerara dignos de partirle la espalda a Batman o de sustituirlo. Y todo esto a pesar de que ambos personajes eran creaciones del propio O’Neil, que de repente parecía incapaz de apreciar el error de ritmo que no había cometido en su día con la creación de Ra’s Al Ghul.

Ahora nos reímos, pero ver en su día a Batman sustituido por semejante adefesio fue un auténtico suplicio.

Afortunadamente la historia no se estiró tanto como la Saga del Clon de Spiderman y Bruce Wayne pronto volvió a ser Batman, con lo que Azrael quedó relegado a una serie secundaria de la batfamilia escrita por el propio O’Neil, que seguía empeñado en hacer algo interesante con el personaje. Y es precisamente en dicha serie donde empieza el preludio de Tierra de Nadie, en una historia en la que Batman le pide a Jean Paul Valley que trate de atar en corto a un tal Nicholas Scratch -nada que ver con el hijo de Agatha Harkness-, un friki venido a más por un rayo cósmico que ahora es un fucker que trata de convertir Gotham en su base de operaciones para conquistar en mundo y cosas de esas de supervillano. Mientras tanto, el mismísimo Bruce Wayne tiene que viajar a Washington para tratar de conseguir que el gobierno de EEUU apruebe la reconstrucción de Gotham, pero los tejemanejes de Scratch liberando supervillanos y el caos que se va montando minan tanto la causa de Bruce que el congreso de los EEUU acaba haciendo un Detroit y Gotham es totalmente abandonada a merced de todos los chiflados de Arkham. Scratch, por su parte y pese a todos sus grandes planes, acaba quedando relegado a ser el villano de Azrael mientras Batman se retira para preparase para lo que viene; una guerra de desgaste contra todos los villanos de Gotham City que, envalentonados por la ausencia de la ley en la ciudad, comienzan a repartirse la ciudad a placer y a actuar como auténticos señores de la guerra. Es solo el principio de Batman: Tierra de Nadie.

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