Superman es un señor que vuela y que desde que no lleva calzoncillos da un poco de vergüencita ajena. Pero se supone que últimamente lo han arreglado, así que de vez en cuando me leo un tebeo de Superman para ver si eso que tanto le gusta a M’Rabo está realmente bien o sólo estamos hablando de otro de sus ataques de nostalgia que le hacen lamer tostadoras cual periodista especializado cartuchos de Nintendo Switch.
En veinticuatro páginas no pasa absolutamente nada, la familia Superman se entrega regalos y de repente todo empieza a desaparecer, y el niño desaparece y oh dios mío que estará pasando, pero no pasa nada. Es que ni siquiera hablamos de un planteamiento completo, el cómic se te acaba más rápido que un post de tumblr de Bendis y aun así me dicen que estamos hablando de un buen cómic.
Pues no, señor Tomasi, yo pienso en el crío al que le compran un tebeo de Superman por primera vez y ve esto, en el lector talludito que vuelve al personaje sin más pretensión que pasar el rato, y llego a la conclusión de que esto se queda muy muy corto.