En un año en el que parece que nos quedamos sin todo el mundo, por fín ha llegado una buena noticia que a estas alturas ya conoceréis todos: Hanselt Gersenblack, el hombre que inspiró al mismísimo Jack Kirby, ha regresado tras casi cuarent años en paradero desconocido. Pero ante todo, hay que reconocer que la historia del cómic -y de las artes en general, para qué negarlo- no ha sido honesta con Hanselt. En un mundo en el que son sobradamente conocidos los nombres de los Lee, Kirby, Ditko o Steranko, pocos son los profesionales -menos aún los aficionados- que conocen la historia de Hanselt Gersenblack y de la influencia que tuvo en cómo conocemos el cómic hoy en día. Permitidme que hagamos un poco de memoria…
Hanselt Gersenblack nació en Dobrilstadt, un pueblecito al sur de Skopje, en lo que es la actual República de Macedonia allá por 1903. Hijo de un pintor danés y una bailarina checoslovaca, su familia sufrió de manera terrible la Primera Guerra Mundial y la caída del Imperio Austro-Húngaro. Tras perder a sus padres, Hanselt tuvo que aprender a sobrevivir con su propia astucia en las calles de Skopje, trabajando como ayudante de buhonero en actividades que, como el mismo reconoce, «no eran del todo legales». Comoquiera que fuera, el joven artista aprendió a falsificar cuadros como nadie y presumiblemente participó en varias estafas hasta ser detenido en Munich durante un altercado en una cervecería a principios de los años veinte. Según el atestado policial, Hanselt había golpeado con la mano bien abierta a un parroquiano de la zona, que por lo visto se había atrevido a decir que el arte tenía reglas o algo parecido. Hanselt recibió una multa muy leve y salió a la calle poco después, a pesar de haberle robado la cartera a «aquel filisteo que se afeita como un payaso».
Poco después y tras mudarse y contraer matrimonio con la judeoalemana Herthia Gersenthal, en 1933 los dos deciden irse a vivir a Checoslovaquia para evitar la represión nazi. Hanselt, un católico de fuertes convicciones religiosas, no entiende la intolerancia hacia los judios, por lo que tras conseguir un trabajo como profesor en la facultad de Bellas Artes de la Universidad de Praga, comienza a movilizar a sus estudiantes para que inicien una campaña que denuncie los abusos nazis en la patria de su esposa. Sin embargo, los muy canallas parecen perseguir a la familia Gersenblack y se anexionan gran parte de Checoslovaquia entre 1938 y 1939, por lo que la pareja y sus dos hijos se ven obligados a escapar a Francia, donde Hanselt sueña con sentar la cabeza y dedicarse solo a la pintura. Sin embargo, pronto descubre que su reputación y estatus académico no vale para nada en Carentan, por lo que se ve obligado a abrir una panadería con los pocos ahorros que le quedaban para poder alimentar a su familia.
Todos conocemos de sobra lo que ocurriría poco después con el inicio de la Segunda Guerra Mundial y la invasión de Francia, momento en el que Hanselt perdería a su familia -sobrecogedor el relato del artista al contar como un nazi encerró a su esposa en una nevera y la tiró por un acantilado cerca de lo que en un futuro se conocería como Utah Beach durante el Desembarco de Normandía- y decidiría dedicar el resto de sus días a la venganza, comenzando a trabajar primero para la resistencia y luego para las OSS estadounidenses. Poco o nada se sabe su participación en dicha guerra porque todavía pertenece a documentos no desclasificados, pero lo que sí podemos saber con seguridad es que por aquella época conoció al mismísimo Jack Kirby cerca de Omaha Beach, durante los meses posteriores al desembarco y al inicio de su venganza final sobre los nazis. Hanselt sobreviviría a la guerra junto a su nuevo amigo Jack y decidiría acompañarlo de vuelta a Nueva York, donde su asombroso talento artístico le serviría para comenzar a trabajar como dibujante para Timely, National y hasta la EC.
Pocos de sus trabajos serían firmados por el propio Gersenblack, ya que el gobierno de EEUU era un tanto desagradecido y enseguida lo metió en su lista negra de posibles comunistas, con lo que todo el trabajo que pudo conseguir no fue acreditado durante la mayor parte de su carrera. Sin embargo, el propio Hanselt no le daba la mayor importancia y dedicaba casi todo el dinero que ganaba a cultivar una fama de vividor en la mayor parte de los clubs nocturnos de Nueva York. Para cuando llegaron los años 60 Henselt había vuelto a sus viejas malas artes como estafador y su trabajo en los cómics ya solo lo llevaba a cabo por puro placer y para «poner los libros en orden». Eran tiempos extraños, en los que Hanselt vivía en una casona antigua en el número 177A de Bleecker Street y se dedicaba más tiempo a las drogas que a su propio arte. Pero entonces apareció Miranda Scabbagons…
Miranda Scabbagons era una actriz de unos 21 años que se enamoraría perdidamente de Hanselt, que por aquel entonces contaba ya con más de sesenta años y podría haber sido su abuelo. Sin embargo, el flechazo entre los dos por lo visto si que fue amor verdadero, y Hanselt vendió todas sus propiedades y le entregó multitud de páginas de cómics a su amigo Jack Kirby para que las vendiera a Marvel y pudiera también pegarse unas buenas vacaciones. Hanselt y Miranda pronto empezarían una vuelta al mundo durante la que descubrirían una nueva pasión: la oceanografía. Serían años de meterse en un batiscafo y descubrir nuevas especies y multitud de maravillas naturales a bordo del Calypso de Jacques Custeau, que se haría gran amigo de la pareja y con la que compartiría numerosas jornadas en alta mar. Sin embargo, las inquietudes de Hanselt acabarían volviendo a dominarle y junto a su inseparable Miranda comenzaría otra aventura: el espacio.
Y es que Hanselt había aprendido a volar durante la Segunda Guerra Mundial y echaba de menos subir a los cielos, por lo que cuando la NASA empezó a mandar astronautas al espacio decidió que ya era hora de ir más allá y subir hasta la luna. Hanselt tripularía así el primer viaje a Marte de la organización aerospacial junto a Miranda y su perra Baldomera, pero es justo ahí donde perdimos la pista de tan singulares personajes, en una fatídica expedición secreta en agosto de 1979. Houston perdería el contacto con la astronave en la que viajaban Henselt, Miranda y Baldomera, siendo dados por muertos poco después. Y así de tristemente habría acabado la historia de este artista y aventurero hasta que, como todos sabréis ya a estas alturas, ayer mismo las oficinas de Marvel y DC recibieron varios emails en los que se reclamaba la autoría de personajes como Galactus, Darkseid o Magneto en su nombre. Aquello que parecía una broma pronto se transformó en un feliz suceso, porque la familia Gersenblack y sus dos hijos nacidos en el espacio habían sobrevivido gracias a una brecha espaciotemporal y habían conseguido regresar a nuestra época sanos y salvos a bordo del Calypso II, la nave espacial que la familia había podido construir en su exilio en otro universo. En un año en el que solo nos llevamos disgustos, ya era hora de que nos llevaramos una buena alegría, ¿verdad?