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Diógenes VS M'Rabo: Empress(I)

Empezamos hoy un experimento sociológico -como gran hermano pero con más vocabulario, vaya- en el que M’Rabo y yo vamos a hablar del mismo tema pero llevándonos la contraria; algo a lo que en el fondo ya estáis acostumbrados todos los lectores de Brainstomping, pero supongo ya que vamos a estar pisándonos los temas constantemente, mejor hacerlo con un poco de estilo. El primer tema que vamos a discutir es Empress, la recién terminada serie de Mark Millar sobre una señora que se lleva a sus niños para que no acaben convertidos en unos atilas de la vida. Vamos a ello:

«No sin mis niños» o «Para esto se inventaron las normas de alejamiento».

Mark Millar es un tipo que algunos llamarían camaleónico y otros esquizofrénico, porque empezó el hombre haciendo Superman Adventures para DC -un cómic realmente bueno que destacaba por el buen rollo y lo optimista que era- para luego hacerse famoso con Authority, Ultimates y Civil War, siendo uno de los principales contribuyentes a hacer los cómics demasiado «adultos» y poco heroicos. Recientemente, Millar se cayó del caballo y vió la luz con Huck, su remake de Superman y una vuelta a esos primeros cómics que guionizó, y volvió a demostrar lo mucho que ama ese tipo de personaje. Ahora acaba de finalizar Empress, una historia no tan optimista pero ni mucho menos tan oscura como veíamos en un principio…

Podría ponerme a pedantear sobre las influencias de Breadsley sobre el trabajo de Immonen en este cómic, pero no quiero pasarle la mano por la cara a M’Rabo.

Porque Empress es un Star Wars, un space opera de los clásicos. Nos cuenta la historia de una civilización del periódo jurásico que viaja por el espacio y hace cosas de esas con rayos lásers, pero que está dominada por un emperador tiránico para el que todos sus actos deben servir para afianzar su poder. Es el típico hijo de puta que se dedica a sentenciar a toda disidencia a matarse en la arena mientras el cabrón come hígados de recién nacido aderezados con las lágrimas de sus madres, pero como todo buen emperador el hombre es consciente de que tiene que prolongar su legado y decide tomar una esposa, una chica que conoce en un bar haciendo de camarera y a la que pone solo una condición para ser emperatriz: no debe ni mencionar nada o nadie de su vida anterior, bajo pena de que el emperador los mate y los borre totalmente de la existencia. Ella, supongo que no teniendo nada que hacer, acepta el trato.

Ni tinder ni hostias, «¡moza, hazme unos hijos!».

Años después -y para cuando empieza el cómic- la emperatriz ya le ha dado tres hijos a su dueño y señor y todo el afecto que pudiera tener hacia él se ha visto trasladado hacia sus retoños. Tras contemplar durante todo ese tiempo la clase de vida llena de crueldad a la que quiere someterlos su cónyuge, la emperatriz decide escapar con ellos y, con la ayuda de su guardaespaldas personal, comienza una fuga por toda la galaxia de un emperador que lo único que busca es recuperar a su heredero y exterminar a todos aquellos que le han traicionado.

Sorprende lo poco o nada que se cuenta sobre el Emperador. Y visto el historial de Millar, no soy nada optimista al respecto…

Vamos a ser sinceros; el 90% de éste cómic es Stuart Immonen, el dibujante. El equipo habitual que hace con Wade Von Grawbadger y que tan bien había funcionado en sus trabajos para Marvel vuelve aquí a mejorar todo el trabajo de su guionista con la recreación de mundos alienígenas a un nivel igual o superior de lo que ya hicieron en la serie de Star Wars con Jason Aaron. Ya solo por ver dibujar a estos dos merece la pena tragarse una historia que hay que reconocer que es bastante flojita; es otro caso de Millar prometiéndonos una historia con posibilidades en el número uno pero que a largo plazo termina por ser predecible y hasta aburrida; es Millar queriendo hacer Saga pero no teniendo las suficientes ideas como para llevarlo a cabo. El primer volumen de Empress acaba siendo una historia que nos suena a algo ya visto y predecible, a pesar de que Millar se esfuerza en meter un giro de guión final que parece telegrafiado pero que suena más a Deus Ex Machina.

Me pregunto como guionizó Millar estas dos páginas, en plan «llega la chavala y se lía a palos durante dos o tres páginas».

Sin embargo y con todas estas críticas, creo que solo por el aspecto gráfico ya merece la pena leer este cómic, y creo que se gana el suficiente margen de confianza como para que nos interese leer el volumen dos de esta historia. No siendo yo el mayor defensor de Millar -siempre funcionan mejor sus planteamientos que sus desarrollos- hay que reconocer que los personajes tienen potencial y alguna de las razas extraterrestres que se presentan en la historia son originales y pueden dar mucho más de sí.

Hala, mañana llega M’Rabo con más.

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