Alguna que otra vez hemos comentado por aquí el hartazgo que nos produce esa moda de la extrema violencia en el cómic estadounidense, sobre todo el de superhéroes, que parece no irse nunca del todo. Una moda que aunque por suerte no se extiende a todo lo publicado si es lo suficientemente amplia como para que nos tenga asqueados. Y tanto ha llegado la dichosa moda que Mark Millar, responsable de algunos de los cómics más violentos de las últimas décadas, ha acabado harto el también de ello y se ha propuesto poner su granito de arena para que cambie esta tendencia.
En Maine existe un pequeño pueblecito que guarda un gran secreto. Huck, el tipo grandote y algo lento que trabaja en la gasolinera, ese al que abandonaron en la puerta de un orfanato cuando era un bebe y al que las monjas educaron para que hiciese una buena obra al día, es probablemente la persona más extraordinaria que nadie haya conocido jamás. Cada día desde que puede recordar Huck ha hecho una buena obra, cortar el césped de todos los vecinos, invitar a desayunar a todos los que esperan en la cola del restaurante, encontrar objetos perdidos… O viajar en un avión de polizón al norte de áfrica y saltar en pleno vuelo sin paracaídas para rescatar a doscientas niñas secuestradas por Boko Haram. Pero pese a que todos en el pueblo saben de los asombrosos poderes de Huck nadie ha traicionado su secreto, al menos no hasta que una recién llegada al pueblo lo descubre y decide hacerlo público, algo que cambiara la vida de Huck y de sus vecinos para siempre.
Dice Mark Millar que el famoso y polémico final de Man of Steel le hizo sentirse tan mal que fue lo que le decidió hacer este comic radicalmente opuesto a ese tono hiperviolento que se ha apoderado del cómic de superhéroes. Y resulta muy irónico, una ironía que el propio Millar se ha encargado de destacar en cada entrevista que ha concedido sobre el tema, que sea precisamente él, quien se ha hecho famoso por ese mismo tipo de cómics violentos como Authority, Kick-Ass, Civil War, Némesis, etc, quien de este paso, pero supongo que todo el mundo tiene un límite.
Millar ha definido a Huck como un cruce entre Forrest Gump y el Capitán América (aunque Superman seria quizás una comparación más apropiada) el personaje más decente, puro y noble que jamás hemos visto en un comic y que vive en un pueblecito que parece salido de una película de Spielberg o de Frank Capra. Leyendo a Millar uno casi le cree realmente arrepentido de su parte de culpa en esta moda de los superhéroes violentos, aunque mi lado mas cínico me hace pensar que Millar, que es un tipo que además de saber escribir muy bien cuando quiere sabe venderse a sí mismo como nadie, se ha dado cuenta del agotamiento del publico con estos temas y ha decidido ofrecer algo diferente.
Aunque este propósito de enmienda ya empezaba a notarse en sus obras más recientes, donde se había ido alejando poco a poco de la hiperviolencia que tantos frutos le había dado. Si uno lee Starlight o Chrononauts se da cuenta enseguida de que pese a que en esos comics Millar no renuncia a la violencia y la acción extrema, si que apostaba mas por un tono de aventuras bastante más agradable de leer. Pero ahora con la publicación de Huck estamos definitivamente ante un nuevo Millar al que, ya sea por qué ha cambiado de forma sincera o que simplemente se ha dado cuenta de que aquella formula violenta que había cultivado en los últimos años ya esta mas que agotada, da gusto leer.
Aunque eso no significa que algunos de los “defectos” de Millar como escritos no sigan presentes aquí. El ritmo de la serie, como suele ser habitual en él, es algo lento, tanto que este primer número parece no ser más que un estiradísimo prologo para la historia principal. Una historia de seis números, perfecto para el recopilatorio, que me temo que vuelva a dar la sensación de que se podría haber contado en la mitad de espacio, aunque para ser justos esto no es tanto un problema de Millar como de la industria del cómic estadounidense en general, algo a lo que por desgracia ya estamos más que acostumbrados.
Y como suele ser habitual en él, una vez más ha formado equipo con un gran dibujante. Aunque la elección del brasileño Rafael Albuquerque para ilustrar este cómic también resulta curiosa, tratándose de alguien que se ha hecho famoso por el cómic de horror American Vampire y por aquella “polémica” portada con el Joker y Batgirl que DC acabo retirando. Alguien con este curriculum parece la última persona en la que uno pensaría para un comic como este, pero Millar siempre ha tenido buen ojo para los dibujantes y en esta ocasión tampoco se ha equivocado. El estilo de Albuquerque, que a ratos recuerda un poco al de Tim Sale en Superman for All Seasons incluso en el trabajo del colorista Dave McCaig (algo que debe ser bastante intencionado) resulta más que perfecto para este cómic por su habilidad para reflejar ese ambiente de paz e inocencia del pequeño pueblecito y de su ahora famoso habitante.
Yo espero que del mismo modo que Millar aporto su importante granito de arena a que el cómic de superhéroes se volviese cada vez más violento, esto ayude a invertir esa tendencia. Aunque para ser sincero más bien parece que estemos ante un caso de que Millar, que será muchas cosas pero no idiota, se ha dado cuenta del hartazgo de los lectores y se ha subido al carro del “back to basics” lo antes que ha podido. Pero sean cuales sean los motivos de Millar, hay que agradecer que poco a poco vayan publicándose más cómics como este y dada la habilidad de Millar para vender sus cómics al cine, solo nos queda esperar que su futura adaptación también ayude a muchos a darse cuenta de que un Superman como el de antes también es posible.