Airboy, el heroico aviador adolescente de la edad de oro de los cómics, aquel que lucho contra los nazis a los mandos de Birdie, un avión que aleteaba… No aparece en este cómic, o no del todo exactamente. En su lugar lo que nos encontramos es la lucha de dos hombres por sacar adelante un proyecto en el que no creen y con el que no saben qué hacer, y en el que además de asistir a los entresijos que se encuentran detrás de la realización de un cómic y de los que muchas veces no sabemos nada, podemos ver como James Robinson se “desnuda” sin complejos ante los lectores en una historia en la que la línea que separa la realidad de la ficción es muy borrosa.
Cuando Eric Stephenson, editor de Image Comics, llamo a James Robinson para encargarle el relanzamiento de Airboy aprovechando que el personaje pertenecía al dominio público, no pillo al guionista en su mejor momento. Robinson no se encontraba nada a gusto con el trabajo que estaba haciendo para DC en aquella época, sus problemas con el alcohol y las drogas no solo le hacían sentir miserable, sino que estaban arruinando su trabajo y sus lectores lo estaban notando. Pero esas adiciones eran al mismo tiempo lo único que le hacían mantenerse en marcha pese al daño que le hacían en el terreno profesional y personal. No, Robinson no estaba en su mejor momento, pero necesitaba el dinero y acepto el trabajo. Reclutó al dibujante Greg Hinkle para ver si entre ambos conseguían sacar adelante el proyecto, pero lo único que consiguieron fue embarcarse en un viaje autodestructivo impulsado por el alcohol, las drogas y el sexo que les acabaría llevando a lugares a los que jamás hubieran esperado llegar… Pero por supuesto todo esto es solo un cómic… ¿no?
Como decía mas arriba, la línea que separa la realidad de la ficción en este comic en ocasiones es muy borrosa. Por ejemplo, toda la parte del presunto relanzamiento de Airboy y el encargo de este por parte de Eric Stephenson a Robinson no fue real, Robinson se invento toda la historia de los dos autores lidiando con un proyecto que no querían hacer y se la presento a Stephenson. Pero hay otras partes de la historia, como los problemas que tuvo Robinson con sus adicciones, o lo realmente hundido que se llego a sentir profesionalmente, de las que ha hablado públicamente en más de una ocasión sin ocultarlos y que hacen que la lectura de este comic sea un tanto perturbadora.
Y es que Robinson aquí no ha dejado títere con cabeza y ha sido especialmente cruel consigo mismo, retratándose sin tapujos como un narcisista borracho y un yonki que en lugar de tratar de salir de la horrible situación en la que se encontraba, la propia adicción y sus inseguridades sobre su vida y su trabajo le hacían hundirse más aun. Si, el comic es principalmente ficción, pero todos los elementos autobiográficos que incluye Robinson en la historia hacen que estemos todo el rato preguntándonos que es real y que se ha exagerado, o directamente inventado, para adecuarlo a la historia que querían contar. Por suerte ahora mismo James Robinson se encuentra en un momento de su vida en el que, al menos en lo personal parece irle bastante bien, y da la impresión de que con este comic ha querido “exorcizar” los demonios de su pasado y de paso recordarnos que sigue siendo un guionista condenadamente bueno.
Aunque este comic no ha servido solo para que Robinson se autoflagele en público. También ha aprovechado para mostrarnos lo que se esconde detrás de la creación de un comic, y no solo los problemas que tienen los autores para ello. La industria ha recibido unos cuantos palos por esa forma que tiene de tratar a los autores como a simples engranajes intercambiables (y que nos hace ver desde otro punto de vista no solo sus últimos trabajos en DC, sino muchos de sus trabajos actuales en Marvel) Tampoco se han librado de sus palos esos autores “hipsters” que parecen incapaces de tratar un tema sin ridiculizarlo de forma irónica para demostrar lo inteligentes que son. Y estamos tan solo ante el primer número, seguro que aún le queda mucha leña por repartir.
Para todo esto, James Robinson se ha acompañado de Greg Hinkle, un autor del que si nos fiamos de lo que dice el propio Robinson en el cómic (de las pocas cosas que estoy bastante seguro de que son reales) Robinson le escogió por lo fresco y diferente que resulta su estilo. Y la elección no podría ser más adecuada, el estilo caricaturesco y tremendamente expresivo de Hinkle encaja como un guante en la historia. Y aunque el coloreado de la serie puede resultar un tanto monótono a primera vista, acaba teniendo muchísimo sentido, siendo otro de los aciertos de este comic del que no soy capaz de encontrar nada que criticar.
Este Airboy es a ratos divertido y a ratos durísimo, pero sobre todo es una lectura muy recomendable. Nos ha permitido echar un vistazo a una visión (un tanto distorsionada eso sí) a lo que es sacar adelante un proyecto en el que no crees y las miserias a las que se enfrentan los autores en estas situaciones. Pero sobre todo nos ha permitido reencontrarnos con un James Robinson que aquí lo ha dado todo y ha demostrado a los incrédulos (de forma bastante irónica) que es mucho más que ese autor que se dedica a rescatar a personajes de la edad de oro. El cómic ha comenzado realmente bien y no me cabe duda de que mantendrá el nivel, lo que me da miedo es hasta donde será capaz de llegar Robinson en este ejercicio introspectivo disfrazado de cómic.