Mort Weisinger odiaba Marvel. No la entendía, la detestaba. Llevaba más de veinte años en el negocio de los cómics y era el hombre que había llevado a Superman y Batman a la TV, se codeaba con la gente guapa de Hollywood y era una de las grandes autoridades en esto de los cómics. Sus jefes no paraban de subirle el sueldo y regalarle acciones de la compañía, no es que Mort no conociera el negocio, ¡él era el negocio! Y él sabía que los cómics eran cuatro tonterías para niños de 8 a 10 años, que no necesitaban de argumentos complicados o dramas personales. Habían sido así durante años, desde antes de la guerra, y así debían seguir. Por eso, cuando aparecieron los personajes de Stan Lee en escena peleándose entre ellos o preguntándose que significaba ser humano o adolescente, Weisinger se tiraba de los pocos pelos que le quedaban. Eso no podía tener éxito contra personajes como Superman, pero lo tenía. Desde 1961 Marvel comenzó un ascenso en ventas que no parecía tener fín, y aquellos cómics le encantaban hasta a Jim Shooter.
Eran los tiempos de la Merry Marvel Marching Society, con club de fans y lo que fuera con tal de meter ruido y comerle mercado a DC.
Porque Jim Shooter era el «escritor Marvel» de Weisinger, el único de sus guionistas al que le permitía hacer las tonterías de Marvel. Mientras Shooter tomaba nota constantemente de como escribía Stan Lee series como Spider-Man, Weisinger tenía reuniones de redacción en las que, con montones de cómics Marvel tirados sobre su mesa, trataba de encontrar el secreto de los cómics de Stan Lee. Ninguno de sus aterrorizados subordinados era capaz de descifrar la fórmula secreta de aquello, todos ellos viéndose incapaces de decirle que eso que Weisinger creía que era una mierda era mejor que cualquier cómic que saliera de su despacho, encorsetados todos ellos en las rígidas normas de un Weisinger que creía que lo que vendía en los años 40 debería seguir vendiendo veinte años después. Al vicepresidente editorial de DC Comics no se le había pasado por la cabeza mirar a su alrededor, fijarse en el trabajo de otros editores y guionistas de su propia editorial en series como Doom Patrol. Lo que hacía Stan Lee estaba mal hecho, y si a Shooter le dejaba ser su «guionista Marvel», fue simplemente porque era su protegido y tal vez, con el tiempo, podría haberle descubierto la fórmula secreta de Stan Lee…
A mediados de 1969, Mort Weisinger decidía unilateralmente retirar a la Legión de Adventure Comics. Superboy volvería a tener serie propia y la Legión pasaría a ser el complemento de Action Comics, dejando Adventure como la nueva serie de Supergirl, que pasaría a tener el título para ella sola después de haber sido el complemento de Action durante años. A Jim Shooter esto no le acababa de hacer gracia, porque no estaba de acuerdo en que el éxito de Adventure Comics se debiera a Superboy y no a la Legión. Weisinger podía seguir sin acreditar a los autores y predicando que lo importante son los personajes, no los autores, pero él sabía que esto no era así. El último número de la Legión dentro de Adventure Comics (el 380) era escrito con esa amargura, la misma que parecía sentir Superboy en la portadilla del mismo:
La historia empieza cuando Superboy recibe una llamada secreta de Dream Girl, que le cuenta una de sus premoniciones. Justo cuando Superboy se decide a actuar en consecuencia para evitar ese futuro, la alarma de radiación salta en la base de la Legión y todo salta por los aires. Lo lógico sería que aquí acabara la historia, pero siendo esto un cómic de superhéroes la solución no podía ser tan sencilla: la explosión no era tal, si no un rayo que los ha teletransportado a un planeta desértico en los confines más remotos de la galaxia. Conscientes de que quienquiera que mandase el rayo no tiene nada bueno en mente, los legionarios deciden ponerse manos a la obra para volver a la Tierra cuando aparece esto:
Sí, es un dinosaurio un poco raro, pero es un dinosaurio alienígena. Además, ¿no sería más ridículo imaginárselo con plumas? ¿Quién nos iba a decir que cuarenta y pico años después ibamos a estar dibujando a todos los dinosaurios con plumas? Pero sigamos con la historia, que el dinosaurio le pega una paliza a Superboy porque tiene dientes de Kryptonita -anda que ya hay que tener mala leche para recubrir la piñata de un dinosaurio con un mineral procedente de un planeta que reventó hace mil años- y los legionarios observan horrorizados como el bicho se zampa a Superboy. Sin ser conscientes de la paradoja que puede conllevar el hecho de que el hombre adulto en el que se inspiraron para fundar la legión acabe de morir ante sus ojos durante la adolescencia, los legionarios levantan un obelisco en su honor y lo lloran desesperadamente.
Mientras el resto de los legionarios se ponen a trabajar en un refugio para sobrevivir en el inhóspito planeta -parece que sin Superboy ya no debe de ser tan fácil salir de allí- Duo Damsel lloriquea porque sin Superboy la vida de legionaria ya no merece la pena, que se siente inútil y todo esto. Bouncing Boy le demuestra su inmensa humanidad revelándole que él también se sintió así al principio, pero al final encontró su lugar en el grupo como «jefe de moral»… O lo que es lo mismo, secundario cómico. Porque un gordo que rebota es graciosísimo y… ¡Oh vamos, Shooter debía de tener 18 años cuando escribió esto, tampoco era tan mayor! Quiero decir que Bouncing Boy la caga más todavía diciéndole a Duo Damsel que ella no necesita ser divertida, que a ella con ser guapa ya le vale y eso le da «clase» al grupo. Afortunadamente la mamarrachada no dura mucho más y los legionarios empiezan a trabajar en algo útil: construir una nave con la que escapar del planeta.
Yo supongo que la idea de Shooter era la de decirnos que «hasta» los gordos pueden ser útiles, porque tras años de que Bouncing Boy fuera un bufón a secas se le encarga que busque materiales para la construcción de la nave. El propio BB se empieza a sentir importante porque esta haciendo algo útil, como si lo de ser «jefe de moral» fuera una chorrada que sólo se cree él y que se dice a si mismo para no caer en una depresión y pegarse un tiro… El caso es que todo el grupo colabora y entre todos consiguen crear una nave espacial con la que huir del planeta, dando un valioso mensaje de trabajo en equipo al lector. Sin embargo, durante el viaje de vuelta la nave tiene que detenerse en un planeta para hacer reparaciones, y es en ese horrible planeta acuático en el que empiezan los espejismos:
Porque los pobres legionarios primero creen ver un crucero de la Legión, luego creen ver al mismo Superboy… Es como si ese cruel planeta se burlara de ellos. Cuando Duo Damsel corre persiguiendo un espejismo de Superboy y Bouncing Boy corre tras ella para detenerla, ambos acaban encerrados en un islote que esta a punto de cubrirse de agua. Ni toda la moral ni la belleza del uno y la otra podría salvarles del tsunami de muerte que esta a punto de caer sobre ellos, pero misteriosamente una suerte de remolino les envuelve y les protege de morir destruidos por el oleaje. La pareja vuelve pronto con sus compañeros, que completan la reparación y consiguen escapar del planeta. Y así, a duras penas, nuestros desventurados héroes consiguen volver a la Tierra, donde les espera una de las mayores sorpresas…
Resulta que todo había sido un plan de Superboy que, avisado por una de las premoniciones de Dream Girl de que iban a ser atacados, había teleportado a todos los legionarios no invulnerables fuera del cuartel general de la Legión para salvarlos del rayo de la muerte. El dinosaurio de Kryptonita resultó ser un disfraz que llevaba Krypto, el meteorito que se chocó contra la nave y provocó que tuvieran que hacer reparaciones lo lanzó Comet el SuperCaballo, los espejismos los realizó Proty (la mascota multiforme de Chamaleon Boy) y el tornado que salvó a Bouncing Boy y Duo Damsel lo realizó Beppo el Supermono a supervelocidad. Por lo visto la idea era retrasar a los legionarios el tiempo suficiente para que el verdadero villano llevara a cabo su ataque, destrozando las réplicas de la Legión que habían colocado Superboy y Monel en el cuartel general.
Los malos son Skyzznx y Alrrk, un señor mayor y una femme fatale de baratillo que, creyéndose el montaje de Superboy, estan celebrando su victoria sobre la Legión y se disponen a conquistar el mundo. En esto que llegan los legionarios de verdad para aguarles la fiesta y, como es la última página, nos quedamos sin pelea final porque los villanos deciden suicidarse antes que ser capturados. Y fín.
No se puede decir que sea un gran número, y el hecho de que este titulado como «La Gran Odisea Espacial de la Legión» apesta a título impuesto por Weisinger -en aquellos tiempos «2001: Una odisea espacial» lo petaba- y en el guión de Shooter falta un poco del entusiasmo de sus primeros números. Sin embargo se va notando que los años no han pasado en balde, y el cómic tiene un aspecto mucho más moderno. Y todo esto no deja de ser así en parte gracias a que el dibujo corre a cargo de un veterano como Win Mortimer, que aunque había empezado bajo la batuta de Weisinger en los 40 y 50, pronto consiguió pasarse a las tiras de prensa y tener su propia cabecera. Para cuando volvió a DC su estilo era bastante más moderno e interesante, con lo que de repente Adventure Comics empezó a vender mucho más y Weisinger… Bueno, lo que os contaba al principio del post. Shooter marcharía a Marvel ese mismo año en busca de trabajo, pero eso ya la veremos en el próxima parte, cuando veamos la primera caída en desgracia de Jim Shooter.