Los que me leéis por aquí ya sabéis que para mi DC es como una de esas mujeres fatales a las que se enfrentaba Humphrey Bogart en sus películas. Te encantaría volver a estar con ella, pero sabes que eso sería muy mala idea porque no te puedes fiar. Hay varias razones por las que DC Comics ha llegado al estado en el que está hoy en día, y probablemente podría pasarme horas y horas hablando sobre Jim Lee, Bob Harras -de este ya hice una serie de posts-, Diane Nelson o Geoff Johns. De Johns ya hablaré tarde o temprano -demasiada gente le perdona demasiadas cosas- pero el chivo expiatorio de todo esto suele ser Dan DiDio. No conozco a nadie que sepa quién es Dan Didio y le caiga bien. En fín, vamos a ello…
Supongo que la primera vez que oí hablar de Dan DiDio fue por la época del Identity Crisis. Para entonces Dan DiDio ya llevaba un par de años en DC, y a muchos nos sorprendió la irrupción en escena del tipo este, defendiendo uno de los peores crossovers que se habían visto en la editorial -y estamos hablando de la DC que había malparido cosas como Final Night o Underworld-. El verdadero problema de Identity Crisis estaba en que, por primera vez en los casi veinte años que habían pasado desde Crisis en Tierras Infinitas, un evento global del universo DC se pasaba por encima la caracterización de algunos de sus personajes más importantes. Supongo que ya os acordais de como gente como Zatanna y Barry Allen deciden que es buena idea «reformar obligatoriamente» a algunos supervillanos, de como Batman se entera y acaban borrándole los recuerdos para tapar todo el desaguisado. La historia arranca cuando un personaje desconocido se pone a jugar a «sé lo que hicisteis en la DC precrisis» y empieza a matar gente y todo eso. La mayor parte de los fans clásicos de DC abominaron de la miniserie, pero el evento vendió tanto que DiDio se vió reforzado e Identity Crisis se convirtió en el ejemplo a seguir…
Pero, ¿cómo es posible que hubiera llegado a esto la DC de Levitz y Kahn, la DC que hasta hacía nada nos ofrecía el Batman de Rucka y Brubaker? La respuesta está en que Jenette Kahn había dejado la empresa en 2002 para dedicarse al cine, y Paul Levitz había caído en desgracia, porque ya no se le consideraba «moderno». No es que Levitz hubiera sido considerado el culmen de la innovación en ningún momento, pero había dotado a DC de la coherencia que sí tenía la Marvel de Shooter. Bajo su batuta habían conseguido plantar cara a Marvel durante los 80 y 90, y aunque no habían llegado a apabullar a la competencia con un bombazo a la altura de X-Men, se podía decir que DC había renacido tanto artísticamente como comercialmente. Sin embargo DC no había conseguido comerle la tostada a la Marvel de la bancarrota, y a finales de los 90 Los Vengadores de Busiek y los incansables X-Men habían vuelto a comérselo todo. Y tampoco se puede decir que DC no lo hubieran intentado, porque la JLA de Morrison o la compra de la Wildstorm de Jim Lee trataban de acercarse al público más «moderno», y DC empezó a publicar cosas como la línea ABC de Alan Moore o el Authority de Warren Ellis que parecían más del gusto del lector de la Marvel o la Image de los 90. Pero ni por esas, vaya.
La cosa fue a peor cuando Marvel consiguió reorganizarse del todo y acabó con un tal Joe Quesada de Editor en Jefe y un tal Bill Jemas de Presidente. Jemas no tenía ni idea de cómics, con lo que basó toda su estrategia comercial en saturar la internet de la época con su presencia, insultando a Levitz en un cómic guionizado por él mismo -Marville, malísimo- y perjudicando aún más la imagen de Paul, que ya se había llevado bastantes palos después de cancelar Authority porque -según rumores- la serie no le gustaba y le parecía excesivamente violenta. La partida de Kahn en 2002 le colocó a Levitz como Publisher y Presidente de la editorial, pero las apariencias engañaban y ahí había gato encerrado. Primero porque la excusa oficial de Jenette Kahn para dejar su puesto era su intención de dedicarse al cine -llegó a producir un par de películas, entre ellas el Gran Torino de Clint Eastwood-, pero su partida vino acompañada por una extraña reorganización en la editorial. A partir de ese momento el cuadro organizativo de DC empezaría a ser cada vez más arcano e incomprensible, y así es como en ese momento se crea la figura del «Vice President- Executive Editor». Ese vicepresidente -que supuestamente respondía ante Levitz- no es otro que Dan DiDio, un tipo que no tenía ningún pasado en el mundo de los cómics y un perfecto desconocido en aquel momento. DiDio empezará a escribir Superboy de forma lamentable, pero pronto se convertirá en una figura mediática sólo comparable a los Jemas y Quesada de Marvel.
Mike Carlin, otro olvidado por la nueva DC hablando de algunos de los fundamentos del Superman postcrisis que se cargaron en New52.
Y mientras Marvel se desprendía de Jemas y Quesada firmaba la paz con su Distinguida Competencia, Levitz perdía a uno de sus colaboradores más antiguos Mike Carlin, que había sido director ejecutivo de la editorial desde los años 80 y cuya figura en la editorial sólo podía equipararse a la del difunto Archie Goodwin. No había pasado ni un año desde la llegada de DiDio y el puesto de Carlin ya era suyo. Los supuestos valores tradicionalistas de Levitz se iban por la ventana, Dan DiDio había llegado y venía para quedarse…